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Volumen 8
Número 3

Julio 2013
Publicación: Junio 2013
Número Especial:
Homenaje a Oscar D’Amore


[pp. 67-69]

La pasión por la pertenencia [2009]

Te llevo en la sangre / Pablo G. Pérez / 2004
Oscar D’Amore

“Y para que trabaja uno sino es para ir los domingos y romperse los pulmones en la tribunas
hinchando por un ideal, ¿O es que eso no vale nada? ¿Que sería del fútbol sin el hincha? El
hincha es todo en la vida.”
E. Santos Discépolo (del monólogo final de su film “El hincha”, 1951 [1] )

“Lo llevo en la sangre” es un corto que penetra en lo pasional del fútbol.
La trama toma a una generación “fana” de Chaca: los Seminenga. El hijo, que pronto debutará en primera, debe revalidar los colores del club pasando por un desopilante examen de sangre (AFAF) [2], que determina con certeza el “cuadro” al que pertenece una persona. Utilizo deliberadamente la palabra cuadro –hoy casi en desuso- para introducir lo siguiente. Cuando alguien quería saber las banderías futbolísticas por la que simpatizabas, te preguntaba: ¿”De que cuadro sos hincha”? La respuesta nunca se dejó esperar: “soy de...”. Cuadro es propiamente bando, facción, partido y es indicadora entre otras cosas de ideología. Hay una ideología futbolística, y lo único que indica es pertenencia a un bando. Son esos dos elementos: pertenencia y bando, el cuadro elegido, las banderas, la camiseta, los trapos.

El fútbol no necesariamente implica pasión, pero cuando ella interviene es porque intervienen otras cuestiones. No estamos diciendo simpatizantes; tampoco “barras brava” que es otra cosa; hablamos del fana, del “hincha”, de aquel que siempre “alienta” y por eso es hincha, “sopla”, a su equipo. Los “hincha pelotas”, hacían eso: inflaban la pelota para jugar a puro pulmón. La hinchada es la voz de la pertenencia, es la transmisión oral de la pasión de esa pertenencia que baja al campo de juego.

El sentido académico (y no me refiero expresamente a los hinchas de Racing) dice Moliner, del término fanático, es el “intolerante de una creencia”. El detalle más relevante es que la mayor rivalidad porteña –por ejemplo- se da en función de una condición de localidad barrial, y de paridad, quiero decir par. Los “clásicos” del fútbol nacieron en el mismo barrio o de las proximidades de los clubes. Pasión de la pertenencia que desemboca en el fanatismo.

Por su parte el diccionario etimológico de Corominas dice: ”Fanatícusinspirado, exaltado, frenético, tomado de los sacerdotes de Bellona, Cibeles y otros dioses, los cuales se enfrentaron a violentas manifestaciones religiosas. Valía, perteneciente al templo y servidor del templo, derivado del latín “fanum” templo. El fanático del fútbol se parece al fanático religioso en la intolerancia por la diferencia, la pertenencia en este sentido es lo que religa como en la religión. Los demás son profanos. Aunque para decirlo con propiedad pertenecen a otro templo, a otro cuadro.
(¿Era Musimesi – el arquero cantor- que cantaba”Dale... viva... el cuadrito de mi amor”? Pasión: amor y odio, amo lo uno odio lo otro. Viva lo uno; lo otro, del rival, en términos extremos y bilardísticos debe ser exterminado.

Hay un artículo erudito sobre “Transmisión y Talmud”, que es atribuido a Lacan [3], quien se interesa por los orígenes de la transmisión oral y escrita, es decir por la tradición de la transmisión (lo que no sorprende a su autor) y es, que la pertenencia al pueblo judío por ejemplo-se transmite por la madre en tanto registro oral. Y hace una distinción “Pero es la pertenencia lo que se transmite por la madre, no el significante”. En fin aparecen ahí otras cuestiones, lo que me interesa es que se trata de alguien, y diría de algo, que se ubica en posición de madre en la transmisión de una tradición de pertenencia, eso es posición materna, no función paterna. De modo que el padre –me refiero a un Sr. que es padre- puede estar perfectamente en ese lugar y que es la posición materna la que transmite pertenencia. Del mismo modo que una Sra. en función paterna puede ser quien transmita el significante; lo uno y lo otro. El cuadrito -el club como institución- es lo que va a ese lugar de pertenencia, el templo. La pertenencia del hincha no consiste obviamente en su afiliación al club, porque se puede ser socio sin ser “hincha” y se puede ser hincha sin ser socio. Afiliación aquí tiene una resonancia especial porque la a-filiación no es exactamente una inscripción patronímica –filiatoria en el sentido llano, es exclusivamente adoptiva y señala pertenencia. Sobran ejemplos en que hay enfrentamiento de padres e hijos (sin importar el género) del mismo patronímico y de pertenencias rivales.

La analogía con el fanatismo religioso es a la pasión de una pertenencia ideológica. En el caso del fútbol la pertenencia al bando parece plantear ese fanatismo. Es en este sentido que los “barras” son fundamentalistas, pero eso es otra cosa.

El hincha pide que sus jugadores sientan amor por la camiseta. Besar a la camiseta y llevar a la hinchada en el corazón. La vieja y el club, son sagrados. El clásico tatuaje “Madre” es del mismo tenor que el tatuaje del escudo de Chaca que porta Mario Seminenga (Roly Serrano); son tatuajes amorosos de pertenencia.

En la familia Seminenga, fanática de Chacarita, se trata de tres generaciones de varones que cumplen el sueño de jugar en primera, un Seminenga en la alineación, en la scuadra, en el cuadro. No hay referencia AFAF de la madre del pibe que debuta, no estoy diciendo “mujeres” sino madres. Chaca es la tradición futbolística que va al lugar de la madre en esa institución de la transmisión “familiar”. Sin embargo hay algo que ha sido ocultado, la madre –abuela del debutante y madre de Mario - era de Atlanta, y el factor AFAF de su sangre ha sido transmitido, lo que lleva en la sangre es de Atlanta se trata de un cambio de signo o de rh, que lo liga o religa a Atlanta. El padre confiesa a Mario: “Mamá era de Atlanta pero le tenía simpatía a Chacarita; lo mantuvimos en secreto, pero ahora con la ciencia se descubrió todo”. Se restituye una pertenencia, lo que lleva en la sangre, no su patronímico.

El mismo Mario Seminenga ha transmitido al debutante un factor de otro templo. No hay ninguna dificultad en las posibilidades combinatorias que son tantas como admiten las variantes identificatorias (terminado el encuentro del debut padre e hijo se reúnen nuevamente), pero afecta la alternancia de lo pasional amor-odio entre propios y ajenos; entre lo uno y lo otro, entre fanas y profanos según el templo del que se trate. El momento trascendental del gol de Atlanta, hace estallar finalmente la pasión de Mario:” Soy de Atlanta, de Atlanta yo soy…” de mamá, aunque continúe con la marca significante en su piel.


Texto publicado originalmente en Aesthethika, Revista internacional de estudio e investigación interdisciplinaria sobre subjetividad, política y arte, Vol 5, N°1, Septiembre 2009, pp. 59-61


[1El Ñato (el personaje de Discépolo en “El hincha”) dilata el casamiento con su novia eterna: “Primero son los colores del club, después los macaneos amorosos”

[2A.F.A.F. sigla de: análisis del factor de adhesión futbolística

[3Lacan Oral Xavier Boveda ediciones. 1983. Según se informa, se trata de una exposición de J. Lacan en el Congreso de la Escuela Freudiana de Paris el 8/07/1978.


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