"How happy is the blameless Vestal’s lot! / The world forgetting, by the world forgot / Eternal sunshine of the spotless mind! / Each pray’r accepted, and each wish resign’d." [1]
1. PROPRANOLOL
Freud nos ha enseñado que con hacer conciente lo inconciente no logramos superar el trauma psíquico. Hoy, un siglo después, se intenta borrar el trauma en una suerte de borramiento de la barradura subjetiva.
Extraña obsesión aquella que busca pesquisar el lugar donde se alojan los recuerdos del otro con el fin de apoderase de ellos. Neurótica naturaleza que busca anestesiar los sinsabores llevando la negación al extremo de lo no acontecido.
Estudios realizados [2] con propranolol [3], un beta-bloqueante, aseguran que se puede interferir sobre el modo en que el cerebro almacena la memoria, actuando sobre las huellas mnémicas de los recuerdos. ¿De que modo? neutralizando los efectos de las hormonas del estrés, que fijan imágenes muy vívidas en las células del cerebro, entonces, bloqueando los neurotransmisores involucrados se debilitan las memorias.
De tal forma se elimina el afecto ligado a los recuerdos, siendo así que se continúa recordando el hecho traumático pero no el sufrimiento que este provoca. Un equipo de Psiquiatras de la Universidad de Cornell en Nueva York sostiene que dicho medicamento puede ayudar a las personas que han vivido situaciones traumáticas.
La controvertida iniciativa pretende aliviar a aquellos que padecen de estrés postraumático interfiriendo sobre el recuerdo cuando éste es recuperado. Así, bloqueando a los neurotransmisores comprometidos en su recuperación se podría quebrar el vínculo entre el recuerdo evocado y el afecto a él asociado.
Entonces, si las memorias son manejables y en especial aquellas dolorosas para el sujeto ¿qué nos impide llevar a cabo cualquier acción si luego podemos borrar el afecto ligado a su recuerdo manejándolo a nuestro antojo? [4] El dilema ético ya está planteado.
“El eterno resplandor de una mente sin recuerdos” [5] y “Misteriosa Obsesión” [6] son dos films que evidencian la pendiente a la que nos conduce la orientación referida: la eliminación de los recuerdos como una suerte de eliminación del trauma. Aunque también nos permiten entrever sus impasses, los límites que la hacen tropezar: la resistencia del sujeto a la eternidad de la certidumbre.
2. EL SUJETO COMO RESISTENCIA:
En el primero de los films, Joel, un dibujante mediocre, apocado, luego de enterarse que su ex-novia Clementine lo ha borrado para siempre de su vida decide devolver la estocada. Agobiado por la idea de que ella lo ha removido de su mente, con un novedoso procedimiento que utiliza tecnología híbrida para borrar parte de la información almacenada en el cerebro, decide recurrir él también a la Corporación Lacuna y solicitarle al Dr. Howard Mierzwiak, creador de dicho proceso, borrar de su memoria los recuerdos de esa tormentosa relación. El inventor acepta pero hay una condición que cumplir: Joel debe previamente deshacerse de todos los objetos que le recuerden a su amada. En una suerte de duelo programado como anticipo de la borradura de la memoria, él debe dejarla ir.
Un mapa del cerebro es realizado. Joel debe mirar una vez más los objetos que ha recolectado. Así comienza el trazado de la cartografía que busca pesquisar en el cerebro, en esa textura rugosa, las zonas dónde se alojan los recuerdos que dichos objetos despiertan, para luego, una vez localizadas, proceder a borrarlas.
El lugar elegido para la eliminación de los recuerdos, un tratamiento “in situ” [7], será el lecho, la cama, allí donde se deciden los asuntos amorosos. Para ello, un aparato conectado a una computadora portátil, iniciará el proceso una vez que nuestro paciente se haya deshecho de todos esos objetos que la rememoren y se haya dispuesto a dormir no sin antes ingerir una píldora que le ha sido recetada [8].
Pero, en medio de dicho procedimiento, algo no esperado acontece: Joel redescubre su amor por Clementine e intenta desesperadamente detener el proceso a través del manejo a voluntad de sus memorias. Joel cae en la cuenta de que puede perder sus recuerdos y comienza a crear un lugar para él y su amada, un lugar que pueda salvarlos de la eliminación.
El delete computarizado encuentra un límite en la resistencia del sujeto a la eliminación. El sujeto es esa resistencia misma.
No nos referimos aquí a la persona, o el yo: lo que se llama sujeto en psicoanálisis es propiamente el tema. El tema (sujet) del recuerdo resiste aquí a la eliminación. [9]
Es paradójico que justo en el momento en que Howard intenta resituar a Joel en el mapa, previamente trazado, para poder continuar con la eliminación, Mary haga entrar en la escena del film esta cita. Ella una nueva Eloísa, enamorada de su maestro, y no por ello menos rebelde en su amor a Dios [10], se revuelve contra aquello que ella misma encarna: el resplandor del no recuerdo. Es que ella, quien también se ha sometido a ese procedimiento en búsqueda de la eternidad del resplandor del paraíso, es la encargada en Lacuna de llevar la letra de las citas, el libro de citas, pero también es quien las porta “Benditos sean los que no tienen memoria porque de ellos será el paraíso” [11].
3. LA CONDENA A LA ETERNIDAD:
Pero efectivamente es a la eternidad misma a la que el deseo subjetivo resiste. Sólo una eternidad resplandeciente se avendría a la eliminación de los recuerdos traumáticos, más aún, esa es su condición.
Y la filiación, contrariamente a lo que podría creerse es un cuestionamiento del fantasma de eternidad. Nuestros hijos, frutos del deseo, nos recuerdan hasta qué punto somos finitos.
Telly, la protagonista del segundo film, ha sido objeto de un experimento perpetrado sobre la memoria de un grupo de padres con el fin de pesquisar el lazo que une a una madre con su cría. La trama nos relata la historia de una madre que no consiente olvidar a su hijo.
Catorce meses pasaron desde que Sam de 9 años, supuestamente ha fallecido en un accidente de avión: Telly fallidamente intenta soportar su falta.
La historia cobra luego un giro inesperado, el psiquiatra y el marido nos dan otra versión del drama: la de la inexistencia del niño arguyendo que se ha tratado del nacimiento de un niño muerto. Pero Telly no la acepta, su cuerpo revela las trazas donde lo ha alojado y en ella también el recuerdo resiste a la eliminación.
Es interesante situar la fiel traducción del título original del film: “The Forgotten”; “Los olvidados” ya que nos permite consignar un recorrido singular: el que esta madre realiza, una madre que porta el Nombre del padre: Paretta, Jim Paretta. Si nos hacemos eco de la pluralidad de los olvidos debemos mutar la pregunta que origina el experimento extraterrestre: ¿cuál es el lazo que une a una madre con su hijo? por ¿de qué deberá olvidarse una madre para olvidarlo? Dado que Telly encarna, para ellos, el misterio de esa obsesión por no olvidar a Sam. Ella encarna en su feminidad la pregunta por la función materna.
Y efectivamente el experimento ha olvidado situar allí las dos caras del lazo que una madre teje para enlazar a su hijo al nombre del padre, aquella que hace a la transmisión de la ley y el amor, anudando ley por amor. [12]
La escena que promueve el desenlace: el extraño encuentro entre Telly y el ser extraterrestre, nos permite situar el último intento para llevar a cabo la eliminación de Sam El recuerdo elegido será el del parto, momento supuesto por aquél como fundante del lazo. Sin embargo, tal como Telly se lo anticipa: He´s not just a memory telling, él no es una memoria hablante, el es la memoria de Telly. Todavía, Robert Shinner cree que si logra eliminar esa primera memoria, la primera vez que Telly vio a Sam, el lazo será disuelto. Pero ni aún así logra arrebatarlo, queda de ello una marca sin rostro sostenida del amor: la imagen de Telly acariciando su panza, nombrando a su cría, tejiendo ese lazo aún antes de nacida.
Entonces, allí dónde el cree que ha vencido, que ha llevado a cabo la eliminación, que su experimento ha triunfado, que ha disuelto el lazo, Telly lo re-enlaza: Tenía vida dentro de mí, tengo un niño, tengo un hijo y lo nombra: Su nombre es Sam. He allí una madre que en ese último reducto sostendrá un No! He allí una madre que traduce un nombre (en francés nom) por un no (non) y esto es decisivo para anudarlo al nombre del padre. He allí una madre que habla y profiere el No! porque ella, no-toda tomada por lo fálico, puede crear un espacio para el amor, en un último cabeceo que le permitirá retener y sujetar a la cría. Y así Robert Shinner, no logra su cometido, por no ser de este mundo, habitado por el lenguaje, no ha calculado la presencia del deseo de Telly.
4. EL TRATAMIENTO DE LA CASTRACION:
Si el primero de los films nos enseña que no es posible borrar la hiancia, el abismo de la no relación sexual –que paradójicamente es lo que anuda a un hombre a una mujer-, el segundo nos transmite que lo propio de la relación filial tampoco es eliminable.
Y es que en ambos casos lo ineliminable es la castración: lo que se juega en cualquier amor serio entre un hombre y una mujer; y en el lazo que une a una madre a su cría.
Entonces, ¿por qué esa extraña obsesión por borrar aquello que hace al sujeto: sus pequeñas catástrofes cotidianas?
Situemos, en este sentido, los dos modos que Lacan ubica el de rechazo de la castración y que aparecen desplegadas en los films.
Recortemos una de estas formas en el discurso capitalista y el discurso de la ciencia que, forcluye al sujeto, rechazando la castración de lo simbólico [13], dando así, consistencia a aquellos cuadros que intentan situar lo no programable: el trauma, como el post-traumatic stress disorder. Y la otra, ligada a la forclusión del Nombre del padre en lo simbólico y a su retorno en lo real, en aquello que Lacan dio en llamar el orden de hierro el cual sitúa el destino en lo social para cada quien.
En el primer film, el sujeto queda forcluido en el acto mismo en que los objetos de Joel son robados junto con los recuerdos a ellos asociados. A partir de allí el detiene el borrado situándose por fuera del mapa previamente establecido. Nuevamente el fármaco intenta dormir a aquél que ha despertado, es así que Howard lo inyecta y Joel llora, derrama lágrimas en un intento de opacar al resplandeciente horizonte sin recuerdos. Aquél horizonte que condenará su amor por Clementine a la eternidad del olvido.
En la relación entre la madre y su hijo ya hemos señalado con Telly, la protagonista de nuestro segundo film, que para no olvidar a su descendencia una madre no tiene que olvidarse de transmitir su castración, es decir, sostener en su voz la ley del padre que castra a ambos madre y niño en el segundo tiempo del complejo de Edipo. Pero además, como ella habla, debe acuñar ese nombre, traduciéndolo, no ya en los términos de la metáfora paterna, la sustitución de un significante por otro y la articulación con la significación fálica, sino en términos de amor, de “un amor ejercitable con un lugar en la estructuración” [14]. Es así, que si ella rechaza ese nombre no efectuando sus cabeceos, la cría, como suplencia de esa no traducción del nombre del padre, será prontamente ubicada en lo social siendo “nombrada para”…un experimento.
De allí que la madre no debe olvidar su castración ni en el lazo que la une a su cría ni el que la une a un hombre, en tanto ella ha devenido madre por el deseo que la enlaza a un hombre, allí donde ella misma no-toda debe estar tomada por el lazo que teje.
Entonces, si el propranolol intenta eliminar el trauma para el sujeto, si con ello se busca eliminar a un sujeto traumatizado, situemos, entonces, la falla del fármaco. Y es que éste no puede eliminar aquello que es traumático para el sujeto: “la no relación sexual” es decir, la castración real. Pero situemos también, en esa línea, que lo que el fármaco si logra, al quitar el afecto al recuerdo, al anestesiar al sujeto, al dormirlo, rechazar la castración, eliminando al sujeto. He allí la imposibilidad de anular lo traumático por el fármaco.
De este modo, si se trata de tratar la castración con la castración, acompañemos la propuesta de Éric Laurent: la creación de una nueva categoría sindrómica el pre- traumatic stress disorder [15] en tanto es la angustia pre-traumática la que conduce al consultorio del analista. Procuremos entonces, en una suerte de rescatar aquello con lo que trabajamos, la porción de real que a cada cual le toca, un tratamiento más digno para el sujeto el que el psicoanálisis propone: un “saber-hacer-ahí-con” savoir y faire avec [16] las marcas que el trauma nos ha dejado.
Referencias
Benyakar, Mordechai (2003) Lo disruptivo, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2003.
Domínguez, María Elena (2005) “La Función materna: ¿Misterio u olvido en los albores de la degeneración catastrófica?”. En Ética y Cine, Vol. III, Verano 2006. CD-ROOM de la Cátedra I de Psicología, Ética y Derechos Humanos, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Domínguez, María Elena (2005) “Declinación del Nombre del Padre: incidencias sobre la subjetividad y la filiación”. En Memorias de las XIII Jornadas de Investigadores. Segundo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR “Paradigmas, Métodos y Técnicas”. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Freud, Sigmund (1900) “La interpretación de los sueños. Cap. VII: Sobre la psicología de los procesos oníricos”. En Obras Completas Tomo V, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1994, 504-608.
Indart, Juan Carlos (2003) “El signo de una degeneración catastrófica”. En Huellas, Revista de Psicoanálisis de San Luis, Año III, Número 1(5), Biblioteca de Psicoanálisis de San Luis “Eugenia Sokolnicka”, Diciembre de 2003, 26-55.
Lacan, Jacques (1955-56) El seminario. Libro 3: “Las psicosis”, Buenos Aires, Paidós, 1992.
Lacan, Jacques (1958) “La significación del falo”.En Escritos 2, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 1992, 665-675.
Lacan, Jacques (1972-1973) “Dios y el Goce de La/ Mujer”. En El seminario. Libro 20: “Aún”, Buenos Aires, Paidós, 1992.
Lacan, Jacques (1972) “El saber del psicoanalista”. Clase del 6/1/72. Inédito.
Lacan, Jacques (1974) El seminario. Libro 21: “Los no incautos yerran”. Clase del 19/3/74 y del 9/4/74. Inédito.
Lacan, Jacques (1974-1975) El seminario. Libro 22: “R.S.I.”. Clase del 21/1/1975. Inédito.
Lacan, Jacques (1974) “La tercera” . En Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1993, 73-108.
Lacan, J. (1976-77) El seminario. Libro 24: “L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre”. Clase del 15-2-77. Inédito.
Laurent, Éric (2004) “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios éticos”. En Lost in cognition, Colección Diva, 2005, 117-135.
Miller, Jacques Alain (1998) “El niño, entre la mujer y la madre”. En Virtualia, Revista Digital de la escuela de la Orientación Lacaniana, Año IV, Nº 13 junio/julio 2005. http://www.eol.org.ar/virtualia/013/index.html