Uno de los ejes temáticos que atraviesan la novela Montecristo es el de la identidad. Si bien, de una manera explícita alude a la identidad vulnerada por el terrorismo de Estado, centrado en el personaje de Laura, lo hace bajo el estatuto de un bien jurídico. No obstante, la presentación del tema ligado a otros personajes, instala otras consideraciones que abren un análisis que pone en evidencia la complejidad de la identidad. En este sentido, si tomamos como referencia el personaje de Rocamora, podemos detenernos en el juego que realiza con el ocultamiento de su nombre real; maniobra que bien podríamos interpretar como el reverso exacto de la situación de Laura, pero que nos brinda la posibilidad de interrogar qué lugar ocupa en su identidad el abanico de nombres elegidos por él mismo. Podríamos proponerlos como nombres más “verdaderos” que aquel que pueda figurar en su documento, en la medida que son elegidos por un dato significativo (nombres de calles que guardan algún recuerdo entrañable). Esta operación le permite sostener la cara ficcional de la identidad; entendiendo ficcional no como una mentira sino como aquello que muestra que no hay esencia en la identidad y que en todo caso se juega como identificación.
Bajo otro sesgo, Matías el hijo de Laura y Santiago articula la condición de la sangre en su doble vertiente, como el dato biológico que confirma el vínculo parental y puede servir de apoyo al campo jurídico, pero fundamentalmente como ese lugar donde se inscribe la metáfora humanizante de la paternidad, en tanto se lee en: “es mi sangre” la lectura la inscripción deseante, como radical diferencia con un código genético.
La posición de Lombardo padre, en cambio, reduce la condición de la sangre a un dato inequívoco de identidad degradada a pertenencia. Su contrapartida es Marcos que borrando el dato de la sangre, se apropia de Matías como rehén en su confrontación con Santiago; reservando para Laura esa misma condición.
Para concluir, diremos que el valor que otorga este tratamiento de las aristas de la identidad, permiten que abordemos el tema asumiendo que no se trata de algo que pueda ser considerado como una entidad en sí misma, una condición esencial, sino la posibilidad de considerarla una construcción subjetiva, que siempre muestra un desencuentro con lo idéntico a sí mismo.