Cristina Corea y Nacho Lewkowicz murieron en el delta del Tigre a consecuencia de un absurdo accidente de lancha, el 4 de abril de 2004, mientras disfrutaban de un fin de semana largo en familia. De los cuatro ocupantes de la embarcación sobrevivieron milagrosamente León, el pequeño hijo de ambos, y una amiga, propietaria y conductora de la lancha. Como un testimonio irónico que en Oceanía ya no hay orillas, la portada del libro Pensar sin Estado, que su autor no llegó a ver publicado, estaba ilustrada con una imagen de la desembocadura del delta. Nacho murió ahogado al caer desmayado de la embarcación… en un canal transformado en océano.
Del comentario de Diego Zerba
Nacho Lewkowicz se quejaba siempre de los homenajes, especialmente de aquellos que conmemoran un evento cuando se cumplen, cinco, diez, cincuenta o cien años de sucedido. ¿Qué vocación, decía, nos lleva a celebrar en esas fechas “redondas”, cuando la realidad no viene en múltiplos de cinco o de diez?
Como también ironizaba sobre el uso y abuso de los epígrafes en los textos del ambiente, diciendo que si tanto les gusta a los analistas poner cosas lindas, por qué no cuelgan un póster en su habitación.
Pero hoy vería con indulgencia este número de Aesthethika, dedicado a su memoria y la de Cristina Corea, al cumplirse cinco años de su trágica muerte, y encabezado por un epígrafe cuyo sentido no deja de conmover.
Porque entre sus muchas vocaciones, Nacho Lewkowicz fue docente universitario. Durante siete años se desempeñó como Profesor Adjunto de la cátedra de Etica y Derechos Humanos en la Facultad de Psicología de la UBA, y este número está preparado por sus amigos y compañeros de trabajo. Un pequeño tributo que recopila borradores, actas de reuniones, desgrabaciones inéditas, junto a algunos de sus clásicos sobre cine cuyas ediciones se encuentran largamente agotadas.
Nacho era un educador excepcional. Cuando se conoció su muerte, los alumnos del curso de verano 2004 recordaron vivamente su última clase teórica sobre las paradojas, la cual lamentablemente no había sido grabada. Emprendieron entonces una tarea que constituye toda una lección en materia de transmisión ética. Se reunieron y amorosamente reconstruyeron la clase a partir de las anotaciones fragmentarias tomadas durante aquella tarde sofocante en la que sin embargo nadie abandonó la sala. El resultado fue un texto original de su autor pero multiplicado en el centenar de voces con las que produjo interlocución.
En esa misma línea, los textos que siguen son una recuperación de su palabra a través del diálogo con quienes supo compartir una enseñanza siempre generosa. Es así que abre este número de Aesthethika el comentario de Carlos Gutiérrez, que da cuenta de la singularidad de su escritura junto a Nacho Lewkowicz, y lo cierra el texto de otro amigo, Diego Zerba, quien propone un original recorrido de su obra. En el medio, desfilan la publicidad del Clío, los animalitos de La era de Hielo, la sexuación de Demi Moore, los inmigrantes húngaros de Jarmusch y una mirada inédita sobre la catástrofe y el juicio a Eichmann en Jerusalén.
Con esa síntesis de rigurosidad y desenfado que caracterizó su obra individual y compartida, Nacho Lewkowicz y Cristina Corea mantienen vigentes sus ideas a través del tiempo. En las clases universitarias en las que se los sigue evocando, en los textos en que sus citas son siempre obligadas, en la memoria de su transmisión. Un homenaje de todos los días, en acto, sin distinción de pares e impares, ni efemérides a la vista. Para el pensamiento, los múltiplos no existen.