Actualizado en  septiembre de 2023   

Volumen 5
Número 1

Septiembre 2009 - Marzo 2010
Publicación: Septiembre 2009
Bioética y Biopolítica


[pp 44-47] / Azar y responsabilidad

Crímenes y sueños

Federico Ludueña

El sentimiento de absurdo no surge del mero escrutinio de un hecho, o de una impresión, sino que surge de la comparación entre un hecho desnudo y una cierta realidad, entre una acción y el mundo que la trasciende. El absurdo es esencialmente un divorcio. No yace en ninguno de los elementos comparados. Nace de su confrontación. (…) Puedo, por lo tanto, decir que el Absurdo no está en el hombre (si una metáfora tal tuviera sentido) ni en el mundo, sino en su presencia mutua. Albert Camus, “El mito de Sísifo”

I
Esta noche, en Buenos Aires, 295 personas tendrán un sueño premonitorio, un sueño que al día siguiente se verá reflejado en la realidad. Quizás algunas de esas personas jamás olviden ese sueño. Quizás otras sueñen con su propia muerte. Lo cierto es que un sueño que se cumple deja una marca difícil de borrar, o incluso de alterar. Si hubiera sueños que se cumplen. Pero no los hay. Irónicamente, lo que sí hay es algo que no por ser más natural es menos asombroso: realidades posteriores que coinciden con sueños previos. De acuerdo a los cálculos de John Allen Paulos, en Buenos Aires, que tiene una población estimada de 3,000,000 de habitantes, todas las noches hay unos 295 soñantes que experimentarán lo siniestro de un sueño realizado. “Asignemos”, sugiere Paulos, “una probabilidad de uno en 10,000 al hecho de que un sueño particular coincida en varios detalles vívidos con alguna secuencia de acontecimientos de la vida real”. Ésta es la base hipotética de sus cálculos. Luego de algunas simples operaciones, Paulos continúa, “(…) Podemos concluir que aproximadamente el 96.4 por ciento de la gente que sueña cada noche tendrá, en el lapso de un año, sólo sueños no coincidentes con la realidad. Pero eso significa que aproximadamente el 3.6 por ciento de la gente que sueña cada noche tendrá un sueño premonitorio. El 3.6 por ciento no es una fracción tan pequeña. Se traduce en millones de sueños aparentemente premonitorios cada año”. Si aplicamos esos porcentajes a la población porteña, obtenemos lo siguiente:

Población estimada de Buenos Aires > 3,000,000
3.6 por ciento de 3,000,000 (los soñadores premonitorios en el lapso de un año) > 108,000
108,000 / 365 (soñadores premonitorios por noche) > 295

Cada noche, 295 personas plantan la semilla de una experiencia que no podrán explicar más que recurriendo a lo sobrenatural. Sin embargo, esa explicación está invertida. Lo que hay que explicar, en verdad, no es el hecho de que el sueño coincida con la realidad, lo que implica la premonición, sino el hecho de que la realidad coincida con el sueño, lo que implica un azar que retrosignifica al sueño previo.

En un brevísimo e intenso artículo de 1899 titulado Una premonición onírica cumplida, Freud analiza minuciosamente un sueño predictivo relatado por la señora de B., quien “hace ya algunos años, soñó que se encontraba con su amigo y antiguo médico de cabecera, el doctor K., en plena Kärntnerstrasse, ante la tienda de Hies. A la mañana siguiente, pasando por esa calle, se encuentra efectivamente con dicha persona en el mismo lugar que en el sueño”. Lo primero que señala Freud es que no hay prueba que demuestre que el sueño efectivamente tuvo lugar en el tiempo cronológico indicado por la señora de B., es decir, antes del encuentro. Luego, en una maniobra interpretativa clásica y elegante, Freud deduce que hubo un desplazamiento del doctor K. efectivamente encontrado por la calle a otro doctor K., que otrora fuese amante de la señora de B. Eso, sumado a una condensación de dos coincidencias (una antigua que involucraba al amante de la señora de B. y la más reciente, el encuentro frente a la tienda de Hies), es el cimiento de la premonición onírica, que Freud considera una construcción posterior al encuentro. Freud culmina su análisis diciendo: “Así, la creación de un sueño después del suceso al cual se refiere, como único mecanismo que posibilita los sueños proféticos, no es sino una forma más de la censura que permite al sueño la irrupción a la conciencia”. Ahora bien, el sueño de la señora de B. es un sueño falso. Fue construido a posteriori, en contra de la flecha del tiempo. Pero los sueños premonitorios generados por el azar son verdaderos. Ocurren en el orden cronológico adecuado. Sólo su significación les es asignada “after the fact” (luego del hecho). En el caso de la señora de B., la significación ya existía (su nostalgia por el amor del doctor K.), y halla su expresión en el sueño construido.

II
Seldom, en la serie lógica propuesta en Crímenes imperceptibles (nos referimos con este título tanto a la novela como a la película), utiliza el “afterfacting” como método de construcción de la serie, pero el último término de la misma ya contenía su propio sentido, y por eso no pertenece propiamente a la serie. Veamos cómo.

La serie improvisada por Seldom es la siguiente:
Círculo
Pez
Triángulo

Estos tres elementos fueron definidos por Seldom de forma improvisada una vez que decidió crear los crímenes imperceptibles. Cada vez, Seldom toma un trozo de la realidad y lo hace coincidir con un concepto previo, tal como ocurre en los sueños premonitorios verdaderos generados por el azar.

Luego, el Tetraktys como elemento final tiene sentido anterior, no otorgado por Seldom, sino por el padre de la niña convaleciente. En este caso, entonces, es el sentido preexistente lo que encuentra en la realidad un modo de expresarse. Tal como ocurre con el sueño premonitorio falso de la señora de B.

III
En el análisis del azar que hace en su Física, Aristóteles ubica clara y concisamente los hechos que no se deben al azar: son aquéllos que siempre o generalmente suceden del mismo modo. Por otro lado, lo que se debe al azar tiene estructura más compleja. Están los hechos que tienen finalidad y los que no tienen finalidad. Dentro de los primeros, se hallan los hechos que fueron sometidos a deliberación y los que no.

Aristóteles señala que sólo los hechos que presentan FINALIDAD + DELIBERACIÓN pueden ser tocados por el azar. El azar es una causa incidental dentro de la esfera de los actos con finalidad y deliberación. En otras palabras, el azar sólo existe cuando alguien le da sentido al encuentro de una cadena causal con otra. De otro modo, estamos en el reino de lo necesario, de las leyes físicas. Si un padre que vende rifas para la cooperadora de la escuela de su hijo va al supermercado y allí se encuentra con una familia amiga y le vende sus números, fue azar. Si hubiera ido al supermercado con el propósito de vender rifas, no hubiera sido azar. Su intención era otra, pero además, sin esa intención, tampoco se hubiera encontrado con sus amigos. Esa consecuencia inopinada de una acción sometida a deliberación conciente signa el azar y al mismo tiempo lo enlaza con la responsabilidad.

Es este azar aristotélico que hace a Seldom responsable de la muerte de los niños en el autobús. El giro de la trama que se incluyó al final de la versión cinematográfica, donde Seldom sugiere que en verdad el responsable de todo es Martin, porque fue él quien le dio a Beth (sin saberlo) la idea de matar a su madre y ser libre, requiere de un universo laplaciano, donde no hay espacio para la decisión y todo efecto está ceñido a su causa como una montura al caballo.

Aquí está la clásica cita de Laplace:
“Podemos considerar el presente estado del universo como el efecto de su pasado y la causa de su futuro. Un intelecto que en un momento dado conociera todas las fuerzas que ponen a la naturaleza en movimiento, y todas las posiciones de todos los objetos de los que se compone la naturaleza, y si este intelecto fuera lo suficientemente vasto como para someter a análisis toda esa información, encerraría en una sola fórmula los movimientos de los más grandes cuerpos celestes y de los átomos más pequeños. Para un intelecto así, nada sería incierto, y el futuro, tanto como el pasado, estaría presente ante sus ojos”.

El Seldom de Alex De La Iglesia trata de desembarazarse de su responsabilidad aduciendo un determinismo laplaciano que ubicaría a Martin como causa inicial de los acontecimientos tratados. Pero el azar pudo ocurrir sólo gracias a una decisión conciente: la de dibujar un círculo en un papel e imprimirle carácter de inicio de una serie para ocultar un crimen.

IV
Por último, la aplicación clínica de estos conceptos. Una intervención analítica a veces actúa como puntuación de una serie no reconocida por el paciente, y en este sentido el método se asemeja al empleado por Seldom: tomar la realidad (psíquica o material, la que esté en juego) y proveerla de una significación, o cambiársela. Al mismo tiempo, hay en el paciente una operación de transformación que cae fuera de cualquier cálculo, y así es como tras escuchar elaboradas y agudas interpretaciones, muchas veces el paciente reconoce el catalizador en algo que el analista dijo en los márgenes de su discurso. La responsabilidad del analista frente al azar aristotélico requiere también de su humildad para el reconocimiento no ya de lo necesario, sino, precisamente, de lo inesperado que es eficaz.

Referencias:
PAULOS, John Allen, Innumeracy: Mathematical Illiteracy and its consequences, Hill and Wang, 2001.
FREUD, Sigmund, Una premonición onírica cumplida, OC, Tomo 1, Bibioteca Nueva, 1981.
MCKEON, Richard (compilador), The Basic Works of Aristotle, Random House, 1941.
MARTÍNEZ, Guillermo, Crímenes imperceptibles, Booket, 2007.
http://en.wikipedia.org/wiki/Pierre-Simon_Laplace



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