Queda pensar que, para los verbos, hay primaveras posibles.
Etnia singular, Fernand Deligny, Pág. 61.
Publicado en los 80 del siglo pasado este libro nos conduce por reflexiones filosóficas, etnográficas, psicológicas, de etología y de una implacable praxis, que son –para decirlo en términos de Deligny– la cartografía que nos acerca al indefinible e inescrutable mundo del autismo. Caracterizando a los sujetos así diagnosticados como “humano sin alter ego, libre de no querer serlo”, la obra de Deligny los emparenta con el Bartebly de Melville.
Deligny se adentra en la contradicción del querer (como voluntad) y poder. De este modo el advenimiento de una suerte de voluntad negativa donde resurge inoportunamente, la palabra poder, devenida otra vez infinitivo. “En lo que a nosotros respecta, todo sucede como si lidiáramos con seres desprovistos de querer” (pág. 55).
Esta obra, publicada en Argentina en agosto 2024, cuenta con un prólogo excepcional de Sandra Alvarez de Toledo, la mítica fundadora y directora de la editorial L’Arachnéen, responsable del establecimiento de lo mejor de la obra de Deligny. Este prólogo, que incluye testimonios de quienes participaron de aquella singular etnia, le otorga al libro un contexto político y filosófico imprescindible para pensar hoy a Deligny. Se trata de un autor que es, ante todo, un lector, riguroso que nos ofrece un recorrido aleatorio de Marcuse, Godelier, Clastres, Lapierre, Marx, Huxley… Con ellos navega, naufraga, y vuelve a la mar, ensayando su recorte de esta suerte de oxímoron: etnia singular. La tensión entre sus elementos, etnia, del lado de lo particular, y singular, del lado del sujeto, deviene así potente y productiva.
Es por esta vía que Deligny nos acerca a los jóvenes que integraron esos espacios comunes, donde acontece otro modo de ser, otro modo de contemplar la vida (viendo extasiados una gota de lluvia en una hoja). Espacio donde sus peculiares modos de “ver” la vida fueron respetados, como también resignificados sus gestos cotidianos, elevados a la dimensión de acto.
Etnia Singular está pleno de preguntas, reflexiones que no buscan concluir, que ofrecen una renovada dialéctica para el modo marxista de la contradicción entre individuo y especie. Una reflexión aleccionadora en épocas de exclusiones étnicas y diagnósticas, con sorprendentes referencias a las especies vegetales y aquellas “de novo” –para utilizar la expresión que da cuenta de transformaciones genéticas que no tienen registro histórico.
Un capítulo aparte de la obra es su exquisito tratamiento del lenguaje. Se ha dicho de Deligny que no comulgaba con Barthes o Lacan, pero tales apreciaciones, basadas en aquellos autores que cita y aquellos que omite, no debe inducirnos a error. Etnia singular es un elogio del estilo, una demostración del profundo conocimiento que tenía Deligny de las sutilezas de la lengua francesa y de su potencia para expresar un pensamiento tan complejo como original.
La permanente creación de neologismos, como “camarear”, “vecindar”, “verdar”, “sediciente”, señala en su peculiar modo de decir, la virtud de bucear en nuevas tentativas de la lengua. La eximia traducción al español de Sebastián Puente, generosa en notas al pie, permite apreciar este aspecto de la obra en toda su dimensión.
Como para citar apenas uno de estos sutiles juegos de palabras de Deligny, al referirse a quienes habitan esa etnia singular, dice que “han decidido vivir en el rechazo (rejet) de la vida social ordinaria; el término retoño (rejet) designa esos brotes que nacen del tocón de las plantas cuyo tallo ha sido destruido. La imagen es conveniente. Se puede decir que, para nosotros, el modo de vida que se ofrece a nuestros contemporáneos está serruchado. De allí los retoños que somos, aunque no hayamos sido rechazados (rejeté). Lo que podría llamarse el tallo de una sociedad para unos y otros ha sido serruchado conscientemente.” Como bien lo señala Puente en su traducción, Deligny juega así con la palabra “rejet”, que significa tanto “rechazo” como “retoño”, “brote”.
Imposible no evocar aquí al Gardiner de Peter Sellers en la película “Desde el jardín” (Being There, Hal Ashby, 1979) Allí el actor inglés protagoniza a un curioso personaje, que bien podría ser un autista de nuestros tiempos. Este hombre ha sido jardinero (gardiner) toda su vida y ve el mundo a través de esa huerta elemental que imprevistamente deviene una lúcida lectura de la política global.
En este punto, Gardiner es como Bartleby, el personaje de la novela de Mellville, de quien el filósofo francés Gilles Deleuze dijo: «Bartleby no es un enfermo, sino el médico de una América enferma». Habitantes de esta etnia singular convocada por Deligny, interpelan las fibras más sensibles de la humana condición.
Por su fina escritura y lucidez, como por su prólogo y esmerada traducción, Etnia singular es una obra imprescindible, que nos ratifica que hay, todavía, primaveras posibles.