En esta relación amorosa con un sistema operativo lo imaginario se ve incrementado ya que no se confronta con la castración de la realidad que conllevaría el encuentro con el semejante. Hay una ilusión de un yo completo, de plenitud, de otro que me va a comprender completamente. Este tipo de relaciones parece venir a suplir el vacío estructural de lo real a partir de la promesa de relaciones que cumplan con el mandato de goce puro de la sociedad actual.
Sin embargo, los seres humanos somos sujetos que tenemos límites, no todo se puede, el goce no puede ser absoluto.