¿Qué más descartable y perecedero que una hoja de diario? [1] Justamente, se dirá, reflexionando sobre la exagerada importancia atribuida a esta especie de ataúd que es la página impresa de un periódico, prostitución de la lengua lanzada a la manipulación y distorsión de los hechos, pieza destinada a la basura ya al día siguiente o, en el mejor de los casos, al reciclaje bajo la forma de envoltorio. Convertirla en “soporte” de expresión artística no es ninguna novedad, desde los collage cubistas hasta la transvanguardia.
Sin embargo, el uso que hace de ella Marcello Gentili tiene algo de inédito y original en la medida que instituye un diálogo, a veces una tensión, entre la representación y la “superficie sucia” sobre la cual descansa, lo cual le permite dilucidar frases, slogans, títulos, usándolos en una función dialéctica, a menudo plena de una ironía atroz, que confiere un sentido (o múltiples sentidos) al dibujo, por lo general otra superficie que fascina y encanta a Gentili: el rostro humano.
Justamente en los retratos, que constituyen la parte más notable de la obra de Gentili, es donde mejor se expresa su inquietud figurativa, la cual le permite capturar “entre la indiferencia de la separación y la torpeza de la adhesión” (citando a Fellini) ese instante de verdad que escapa a los medios mecánicos de reproducción de lo que se suele llamar “realidad”.
Es una especie de fotografía de lo intangible, de una humanidad abatida y reprimida, que el artista lleva precisamente a esa página en la que no aparecerá jamás, con un contraste prohibido. Sus “cuadros” representan un maniquí utópico, aniquilan las falsas adulaciones publicitarias o propagandísticas, que es lo mismo, llenando las páginas de un silencio meditativo, y ya no del clamor de la noticia. Se trata, en síntesis, de una “lucha contra el olvido y la indiferencia –en palabras de Marcello Gentili– de la noticia que se grita y desaparece rápidamente”.
Al cuarto de hora de fama se le antepone, entonces, la eternidad del anonimato, en vez del aparecer a toda costa se privilegia el descuidado estar ahí, se busca transformar en reaparecido al desaparecido. No es casual el uso del término, ya que Gentili es un célebre penalista que, desde la familia Pinelli a la familia Sofri, desde los familiares de los desaparecidos a los de las víctimas de masacres, siempre estuvo del lado de los más débiles, de los indefensos frente al poder. No sorprende, entonces, que las mujeres y las niñas africanas o indias, los judíos del ghetto de Varsovia, los “reducidos al silencio” de todos los tiempos y lugares, junto a los místicos de no importa qué religión y a los teólogos sin Dios, sean sus protagonistas, los últimos de los justos que rescatan la vil materia sobre la cual son retratados.
Volviendo a los valores puramente artísticos, impacta la frescura gráfica de las soluciones de lo nuestro; lo cual se apropia de una refinada sintaxis que apunta a una cultura visual sin límites.
El uso paradojal del fondo-primer plano, integración-desintegración del texto del trasfondo de la página, conduce a resultados siempre nuevos y diversos: no se automatiza el estilo, sino que se lo pone al servicio de un módulo expresivo absolutamente original, casi un lenguaje diferente. Se podría pensar en una especie de Bucchi en el campo de la gráfica satírica, por la genial, polisémica y siempre inquietante fricción entre palabra e imagen: véase, por ejemplo, el conmovedor retrato de Cristina Campo sobre el cual se destaca el slogan Armatevi, ma di parole [Ármense, pero de palabras], o bien la cabeza de Akenaton que perfora una tropa de modelos etiquetadas como roccobarocco. Se basa, sin embargo en la belleza fluida y clásica del signo y la naturaleza de su incrustación, el decreto de la fascinación: su equilibrio.
En virtud de una seguridad efectiva, que el sentido de la medida exime de toda retórica, en la que los temas tratados corren el riesgo de caer, logra evitar con ejemplar sequedad corolarios intelectualistas, refiriéndose exclusivamente a la vida tout court: aquella que sólo se puede leer en la profundidad de la superficie. Un verdadero sobre falso, superposición del color y de la imagen sobre la plúmbea marea de palabras.
Traducción del italiano: Natalia Perrotti