PS!, la serie psicoanalítica de HBO, está ambientada en la imponente ciudad de Sao Paulo y su presentación saca provecho de ese paisaje inclasificable. El personaje protagónico, Carlo Antonini, psiquiatra, psicólogo y psicoanalista, camina por las calles y a su alrededor los edificios, puentes, subterráneos y avenidas aparecen vistos desde ángulos imposibles que nos recuerdan la estética de Inception, el film de Chrisopher Nolan, o las prodigiosas creaciones de M.C. Escher. [1]
Mientras los créditos de la serie se van desplegando como marquesinas que acompañan la arquitectura, Carlo es asediado por sus fantasmas. Una gigantografía de su hija aparece en el marco de una ventana, una colega que filtrea en una esquina se saca la máscara ante él, la novia de su hijo lo mira exhibida entre cuchillos en el escaparate de una tienda cara, mientras otros pacientes en riesgo hacen equilibrio en las alturas, sobre su cabeza como imprevista red.
Estamos ante un espectáculo creado y dirigido por Contado Calligaris, el filósofo y psicoanalista italiano formado con Roland Barthes y en los seminarios de Jacques Lacan luego de haber publicado su tesis de doctorado sobre la seducción totalitaria y la pasión del sujeto por la instrumentalización. [2]
Calligaris está radicado desde hace veinticinco años en Brasil, y en PS! se refleja el crisol de experiencias que rodearon su vida, ahora proyectadas en la ficción del psicoanalista Carlo Antonini. Una carta escrita y leída en italiano, referencias a Albert Camus y Jacques Lacan, un maravilloso homenaje al Hitchcock de “La ventana indiscreta”, todo ello armonizado con el rico folklore brasileño, que tiñe los tratamientos del culto a la vida y la muerte en la intensidad paulista.
La serie tiene, ante todo, las marcas del pensamiento: una dirección con ribetes cinematográficos, rodada en episodios de una hora, que nos acercan más al cine que al formato televisivo. Pero sobre todo una fotografía exquisita y una cámara que entra y sale del consultorio, sugiriendo una extimidad en la que alojar la narrativa de los pacientes. La propia ventana, a través de la cual el psicoanalista avizora una mejor biblioteca que la suya, oficia de metáfora para este interior-exterior que organiza su escucha.
Así, las interpretaciones, cuando llegan son siempre en acto. Una niña diagnosticada como autista que encuentra su demanda de análisis en un imprevisto malabarismo de su madre. O una adolescente automutilada que puede hacer, transferencia mediante, un corte diferente con la figura de su padre. O el ejemplo sublime, el anciano que no puede hacer el duelo por su esposa muerta y en cambio reclama a su terapeuta que oficie de médium para seguir en contacto con ella. ¿Qué debería hacer el analista frente a esta demanda aparentemente bizarra?
Sin necesitar explicitarlo, será por la vía de “Lo perecedero”, de Sigmund Freud, que Carlo Antonini arribe a una respuesta, cuando le deslice a su amigo sepulturero la frase que titula este artículo: “la vida eterna resultaría insoportable”. El otro, acostumbrado a lidiar con la muerte, dirá simplemente: entonces estoy de acuerdo con Lacan.
Anexo: la serie y la tragedia, una puesta en abismo [3]
Veamos un ejemplo de la sutileza y profundidad que Calligaris el imprimió a su creación estético-analítica. En el episodio "Quiero ser quien soy", Carlo, el psicoanalista, va con su pareja al teatro. La obra anunciada es Edipo Rey. Antes del inicio de la función, en el vestuario Carlo se entera del nombre del actor, Renato, y advierte la coincidencia con el relato que una paciente suya le hizo en sesión. Esta "puesta en abismo", este desdoblamiento de la escena, es una primera señal de que la tragedia que va a representarse en el teatro alcanza a la escena analítica.
Esto aparece luego confirmado con los fragmentos de la obra que llegamos a presenciar. Se trata de los últimos parlamentos de Edipo Rey, el diálogo con Tiresias antes del desenlace:
Edipo: “¿Sería yo el causante de mi propia desgracia?”
Tiresias: “he aquí lo que tengo que decirte: tú, que tienes los ojos abiertos a la luz, no ves la desgracia que se cierne contra ti ni ves en qué lugar habitas ni con quiénes convives. ¿Sabes de quién desciendes?”
Tiresias: “Así, pues, te lo repito: el hombre a quien andas buscando desde hace tiempo con tus amenazas y tus proclamas, el matador de Layo, ese hombre está aquí, en Tebas.”
Tiresias: “Y ahora, ve, entra a tu palacio y reflexiona sobre lo que acabas de oír.”
Como sabemos, la trama se completa con la revelación final: Edipo, en tanto mandatario de Tebas, investiga el crimen de Layo, pero todas las pistas conducen a su propia involucración en los hechos.
Análogamente, Tahís, la fiscal paciente de Carlo, en su condición de procuradora del Estado, debe dirigir la indagación para decidir en el caso de cambio de identidad de género. Como Edipo, cree que su investigación es neutral y objetiva, pero la sesión con su analista le revela hasta qué punto está ella misma concernida, a partir de su historia, en la situación que trata en los tribunales.
De este modo, la intervención del psicoanalista con la fiscal le permite a ella descubrirse en la trama oculta de la situación. Para los espectadores se resignifican los pasajes del Edipo Rey "están abiertos tus ojos, pero no logras ver quién eres" y "vete Edipo, piensa en todo eso". Las advertencias de Tiresias alcanzan ahora a la fiscal, que advierte que la decisión de no respaldar el pedido de Renato no se debe en realidad a los argumentos que ella esgrimió ante el juez, sino que se relacionan con su propia historia.
Su enojo para con Renato, el demandante ante los tribunales, es en verdad un enojo hacia su propio padre. Enojo que, como Edipo, está dirigido a un objeto equivocado, cuando tratando de escapar de su profecía, terminó cumpliéndola. Se emparentan así la trama del episodio con la tragedia que se representa en escena: el intento de evitar la verdad buscando al asesino de Layo, termina ubicándolo a él como responsable del crimen.
A la manera de la play scene en Hamlet, la representación teatral al interior del drama tiene la función de develar la trama oculta del episodio, precipitando los acontecimientos. Calligaris nos ofrece así, en la filigrana de su texto, una perla estética y analítica.