Como se sabe, el cine y el psicoanálisis nacieron simultáneamente, fechándose esta contingencia en 1895, año de la publicación de los Estudios sobre la histeria, por Freud y Breuer, y de la primera proyección por los hermanos Lumière. A este curioso encuentro, habría que sumar hoy los hallazgos matemáticos finiseculares que florecieron, como el cine y el psicoanálisis, a lo largo del siglo XX. Uno de estos hallazgos, la teoría de los nudos, iniciada por Felix Klein en 1882 con su célebre “botella”, ha sido retomada en la última enseñanza de Jaques Lacan, dando lugar a una novedosa y estimulante línea de pensamiento. Si el analista es al menos dos, la experiencia clínica tendrá su correlato en la formalización que se haga luego de ella, es decir, en el despliegue conceptual de las razones de su eficacia.
La “clínica nodal”, para usar la feliz expresión de Fabián Schejtman, de cuya obra hemos extraído el banner de este número de la revista, ofrece esa cuota de pensamiento e invita a una serie de ejercicios ficcionales. Estos incluyen la literatura, la plástica, el teatro, y hasta la música… si se considera los registros de lo imaginario, lo simbólico y lo real, en correlación con la melodía, la armonía y el ritmo.
En este horizonte, la formalización del “cuarto nudo”, resulta especialmente sugerente: no se trata ya de la falla del síntoma, sino de las condiciones para que de esa disfuncionalidad emerja algo diferente. Que las cosas funcionen, aun con la falla.
Y una vez más, la última entrega de los premios Oscar de la Academia, síntoma por excelencia del discurso capitalista, produce su inesperado sinthome con la película “Coco”. Coco es una anciana que está en el umbral de la muerte. Ha vivido una larga vida y padece de Alzheimer. Confunde a su hija con sus nietos y por momentos desconoce a su propia madre Imelda, cuyo recuerdo se pierde en una fotografía mutilada por la neurosis de cuatro generaciones. Pero se acerca el día de los muertos, esa maravillosa ceremonia ancestral mexicana en la que por una noche reviven los antepasados que ya no están. A condición de que sus descendientes los evoquen con una estampa en el altar de los recuerdos. Pero Héctor, el mariachi aventurero, fue proscripto de la familia. Su retrato fue arrancado y no hay imagen que haga posible su memoria entre los vivos. Desterrado también de ese más allá fantástico de alebrijes y calaveras, su alma peregrinará por el calvario de los muertos-vivos. Hasta que por fin pueda ser saldado el enigma que lo llevó, sin desearlo, a ese purgatorio terminal. Pero ello requerirá no sólo de su empeño por sobrevivir a la segunda muerte, sino de un movimiento de Coco, su hija añorada, convocada ahora a evocarlo de una manera diferente. Y una vez más, será la música la que obre el milagro. Cuando las palabras, los nombres, los referentes se confunden en la noche del Alzheimer, el cuerpo se abre camino y vibra en esa cuerda misteriosa de los sonidos. Una cuarta hebra que viene a (re) anudar lo que se había disuelto en el lapso del tiempo.
Y Sinthome mediante, el film puede ser leído como la vía por la que nuestro Miguelito Rivera, tataranieto de Imelda, pueda pasar de los cordones de los zapatos a las cuerdas de una guitarra. O si se prefiere, hacer del lazo de su calzado un nudo posible de su existencia.
Este número de Aesthetika reúne varios artículos que dan cuenta de ese movimiento. Inicia con el trabajo de Mariana Gómez sobre redes sociales y vida virtual: en tiempos en que el discurso “progresista” demoniza las redes, el texto de Mariana Gómez introduce una lectura político-analítica que interroga las certezas sobre el tema. A partir de la novela “Consumidos”, del cineasta David Cronenberg, leída a la luz de la teoría lacaniana, propone una interesante hipótesis sobre la virtualidad: ¿no podríamos considerar que las redes sociales, más bien, posibilitan el lazo con otros? ¿Y considerar, además, que en el entorno virtual es necesario encontrar el modo de hablar con el otro, sosteniendo las controversias y saliendo de “las zonas de confort”? (pág. 7). Preguntas inquietantes, que posibilitan una lectura suplementaria: ¿Y si las redes fueran reveladoras de una verdad de lo “comunitario”, en tanto vuelven visible algo que comúnmente permanece oculto respecto de aquello en lo que se sostiene la “común-unidad”, a saber: rasgo unario y semblante? [1]
En esta misma vía de introducir preguntas allí donde reinan las respuestas, se inscribe el trabajo de Héctor García de Frutos, catedrático de la Universidad de Barcelona, dedicado a las formas de respuesta a la inexistencia del significante femenino, como así también el de Florencia González Pla, sobre la teoría de los nudos para leer un film consagrado: “The Danish Girl”. En este caso, el Sinthome se presenta reconstruido a posteriori de su desanudamiento, cuando Lili Elbe reniega del pintor que supo ser y desencadena en lo peor.
El escrito breve de Eduardo Laso “La responsabilidad por el deseo de hijo”, introduce entre nosotros la premiada serie brasileña TerraDois, a través de su inquietante episodio “Aquele que não quer ver”. En una variante ficcional de la reprogenética, se presenta a una pareja de ciegos que recurre a las tecnologías para digitar un rasgo de su futura hija. El escenario resulta ocasión para presentar la diferencia entre la transformación de lo simbólico y la afectación del núcleo real, con derivas sobre las concepciones sobre el inicio de la vida y el estatuto del embrión humano.
Finalmente, dos trabajos cuya entrada es histórico-social, pero su salida analítica. El primero de ellos, la investigación de Lucía Busquier sobre el Blues Clásico Femenino centrada en las coordenadas por las que un movimiento musical y cultural operó a la vez como una herramienta de participación política y social. Asoma allí el descubrimiento de la música como vía para el deseo y la exteriorización de lo que la autora llama con propiedad una experiencia de género, que al producir un colectivo hace posible la reinvención de las fórmulas de la sexuación.
El segundo trabajo, la investigación de Emiliano Bustos, escritor, poeta y artista plástico, que rememora la gestación de una obra de teatro pionera del compromiso estético-político en los albores de la democracia argentina. Una vez más, en la entrada situacional tenemos la organización social y solidaria que hizo posible este evento, pero en la salida, el texto y su puesta en escena revelan una posición del sujeto respecto de su responsabilidad por la historia, a la vez social y singular.
Last but not least, una reseña y un anticipo de libro. Mientras se prepara la temporada 5 de Black Mirror, cuyo estreno está previsto para 2019, Netflix ha lanzado Czarne lusterko, una versión intermedia que retoma los temas de episodios anteriores, a la vez que innova con algunas asignaturas pendientes. Magalí Legarralde nos introduce a las cuestiones de reprogenética y terapia cognitivo-conductual allí contenidas, invitándonos a su visionado y al desafío de pensarlas más allá de su horizonte distópico.
Como cierre, el anticipo del libro de Fabián Schejtman “Philip Dick con Jacques Lacan”, que se inscribe en el marco de una investigación sobre la variedad clínica de la psicosis desde la perspectiva de la última enseñanza de Jacques Lacan. En esta obra promisoria, Fabián Schejtman hace de Philip K. Dick un caso del psicoanálisis, es decir, lo deja caer en el campo que le es propio: el de la ciencia-ficción.