En realidad, hay dos especies de utopías: las utopías proletarias socialistas que gozan de la propiedad de no realizarse nunca, y las utopías capitalistas que, desgraciadamente, tienden a realizarse con mucha frecuencia.
Michel Foucault
El capítulo The Waldo Moment [1], de la serie Black Mirror, nos invita a pensar la política contemporánea, más precisamente la democracia representativa y sus fisuras. Su punto de partida es el impacto de la tecnología y los usos de las redes sociales. Transcurre alrededor de los vaivenes de un canal de televisión.
El capítulo se presenta con una triple escena:
- un partido político elige a su candidata convocando a una audición;
- la productora del personaje protagonista de la serie, lee sin sorpresa y con humor, las noticias que informan la renuncia de un Ministro por un escándalo en twitter, “correspondencia inapropiada con una menor de 15 años”;
- un hombre joven está encerrado en su habitación devastado por las circunstancias en las que se encuentra.
Estos sucesos lejos de representar el bienestar prometido a la sociedad a cambio de votos muestran en off la insatisfacción que queda velada detrás de los medios de comunicación.
Cuando se encienden las cámaras, Waldo hace su aparición en escena.
De las identidades colectivas a las individualidades consensuadas
Waldo es un dibujo animado manejado por un joven comediante que intenta descalificar a candidatos de dos partidos tradicionales de la política inglesa, el Partido Conservador y el Partido Laboralista. Dos partidos políticos con una clara y determinada tradición histórica e ideológica, pilares centrales de la democracia británica.
El personaje es construido por James Salter como una animación destinada al entretenimiento, se podría rastrear su génesis en algún rasgo del comediante. El actor que da vida a Waldo está sumido en una gran depresión aparentemente originada en una ruptura amorosa. La relación del autor con su obra es de cierta indiferencia hasta que la notoriedad del oso Waldo invisibiliza a James, pero aun así, el monto de frustración, puede ser calmado al recuperar algo de felicidad pasajera en un encuentro fortuito entre James y la candidata elegida por el partido Laborista mediante un casting.
Luego del breve encuentro, James vuelve a ser abandonado por la fugaz partenaire, ella le explica que no puede seguir mostrándose públicamente con quien encarna al personaje Waldo mientras dure la campaña política, ya que Waldo representa todo lo que los partidos políticos tradicionales creen que debería quedar fuera de cualquier maniobra política. Este abandono amoroso recrudece el estado depresivo de James y revela la opacidad en que sus sueños artísticos han quedado bajo el éxito de Waldo. Pero todavía ese oso y su voz funcionan como una guarida, aún lo protegen del desamparo. A nuestro depresivo protagonista enceguecido por la humillación, le exigen desde el canal presentarse a un debate con todos los candidatos para hacer lo que sabe, descalificar a los contrincantes mediante la agresión.
Es allí donde algo distinto ocurre, el candidato ganador, ignora a Waldo y convoca al actor que le da vida, le devuelve su historia, su trayectoria miserable y su frustración, esta acción sustrae a James de la comodidad de su madriguera. Él necesitaba a Waldo más que los votantes, aunque lo odiara.
Es en ese punto donde el candidato conservador lo derrota, cuando lo hace responsable de sus fracasos, en el acto de apelar a la subjetividad velada tras las masas representadas por Waldo.
W de venganza
Alan Moore presenta en V de Vendetta un futuro distópico para la sociedad donde un joven revolucionario que pretende derrocar al estado autoritario de cualquier manera, consigue una considerable cantidad de adeptos. La novela gráfica ambientada en Gran Bretaña se consolida como una fuerte crítica al Partido Conservador que gobernaba en el momento. V ofrece a sus seguidores la posibilidad de un mundo mejor y una estrategia para lograrlo.
Sin duda, una democracia representativa necesita de partidos políticos, militantes y candidatos. Sus representantes deben hacer propuestas, debatir y generar ideas para seducir a posibles votantes. No es el caso de Waldo. Waldo no hace propuestas solo descalifica e insulta fomentando el odio hacia los políticos. Aunque a partir de la exhortación del candidato conservador, lo hace de una manera distinta, observa a los candidatos en sus particularidades, deja de lado la propia diversión para realizar un reclamo que se articula al de la sociedad. Al candidato conservador lo llama “vieja actitud con peinado nuevo” y a la joven candidata laboralista “política de carrera”. Es allí donde James se apropia del personaje por un instante y les reclama la gobernabilidad que prometen, en esa instancia pone en común la soledad de los ciudadanos. Esa acción quedó en las puertas del acto político, pero otra vez James no puede apropiarse del esperpento que creo. Waldo hizo su ingreso triunfal al mercado esperando la oferta del mejor postor.
Mouffe discute con el “sentido común” que impera en la mayoría de las sociedades occidentales sostenido en paradigmas sociológicos que aseguran que hemos entrado en una “segunda modernidad” en la que individuos liberados de los vínculos colectivos pueden ahora dedicarse a cultivar una diversidad de estilos de vida, exentos de ataduras anticuadas constituyendo “un mundo libre” sin enemigos.
Es en esta dimensión de individuos liberados de vínculos colectivos donde Waldo puede imponer la obscenidad como consenso en detrimento de la política como vínculo colectivo. Entendiendo “la política” como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político. Mouffe distingue “lo político” de las prácticas concretas que circunscribe a “la política”, entendiéndolo como la dimensión de antagonismo constitutiva de las sociedades humanas.
En esta línea es necesario pensar desde las prácticas políticas en que vía se aloja esa conflictividad ontológica.
W nunca será V [2]. Waldo a diferencia de V no ofrece una vía emancipadora.
Lo político y la antipolítica
Waldo logra captar el descontento social sobre los políticos tradicionales. Probablemente motivos no falten, pobreza, desigualdad, corrupción suelen ser problemas que las democracias liberales no han podido resolver. Waldo representa la “antipolítica”. Su discurso expresa una de las manifestaciones de la consolidación del neoliberalismo. Como señala Jorge Alemán (2016), el neoliberalismo no es solo una ideología, sino que constituye un nuevo tipo de “racionalidad dominante”.
La “antipolítica” ubica la responsabilidad de los problemas sociales únicamente en los partidos y en los políticos. Invisibilizando la responsabilidad de otros actores sociales relevantes como los medios masivos de comunicación, las corporaciones empresariales y el poder judicial. Las redes sociales junto a los medios de comunicación suelen ser la plataforma de las homilías antipolíticas. La antipolítica, sobretodo, intenta destituir al sujeto.
Siguiendo la línea teórica de Mouffe, se posible desentenderse de la política; lo político, es irrenunciable. “El inconsciente es lo político” [3]
Dimensión de la política destituyente
Otro punto central del capítulo es la aparición de una agencia de inteligencia gubernamental donde a modo de un “Plan Cóndor Cibernético” proponen a Latinoamérica como sede de operaciones para poder desestabilizar o imponer gobiernos. Waldo no tiene pasado y su ideología puede ser maleable de acuerdo a las circunstancias. El discurso antipolítica de Waldo ha devenido objeto de consumo, y en tanto tal será funcional a quien pueda apropiarlo. El riesgo de la antipolítica es la subordinación. Una facción del gobierno ve claramente el suceso, no lucha contra el poder mediático de Waldo no se indigna; lo compra. Para resultar útil, el nihilismo que lo llevó a la cima, debe mutar al mensaje esperanzador que todos quieran creer, no hablan de propuestas políticas, sino de mensajes enviados por un “producto global de entretenimiento político”, lo convocan en tanto “asesino perfecto”. Nominación que pone de manifiesto que la intención política neoliberal sólo puede ser consolidada generando víctimas. ¿Quién o quiénes son las víctimas de estas políticas?
¿Todo o nada?
Las noticias informan que la afronta de Waldo se volvió viral en las redes virtuales. Que “aún a pesar de las acusaciones de tonterías tocó una herida” en la sociedad. Las palabras de Waldo resuenan en el espejo de James, ya no hay vuelta atrás. El producto está consolidado, la cuestión para James será acompañar a Waldo o abandonarlo. Él solo podrá alejarse pagando el costo de convertirse en paria.
El reto para la comunidad, será construir otros caminos que permitan salidas hacia dimensiones humanamente habitables.
Referencias
Alemán, Jorge (2016) Horizontes Neoliberales en la subjetividad, Buenos Aires, Grama Ediciones.
Mouffe, Chantal (2009) En torno a lo político, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Lacan, Jacques (1992) Seminario 14. La lógica del fantasma, Buenos Aires, Paidós.