Cómo succionado por la inercia, inherente a la naturaleza de lo instaurado por la civilización, tu alma fue despegada de lugares y rostros que le significaron el hábitat de lo cotidiano. Bocanadas de aire gélido congelaron tus pensamientos, imperando entre ellos, obedecer la voz emergida detrás de un escritorio. Tu nueva ley comenzó a gestarse.
Cómo estruendo repentino y fugaz destello del cielo, tu mundo interno fue moldeado por el caos de aquello que nos anima a vencer la gravedad de nuestra vida. Las agujas del reloj rasgaron el lienzo de tu confort, dejando desecho un paisaje que jamás podrá ser recuperado. Tu confianza comenzó a desplegarse.
Cómo estudiante ávido, te convertiste en extranjero para desconocidos rincones del alma. Aquellas herramientas usadas para iluminar los territorios del psiquismo, no fueron suficientes para las exigencias del nuevo camino. Arribó el momento de empuñar al trueno, y apostar tu destino al más alto número creado por tus antepasados.
Como lo esperable es la noche al día y el día a la noche, también es esperable que él guía se transforme en quien sea guiado. La naturaleza ofreció una posibilidad para contemplar las sabiduría en aquella alma, que habías prometido orientar. Un alma amiga quien, conduciendo por caminos riesgosos, animaba el despertar de tu fortaleza y convicción.
Todavía hay tiempo para SER. Mientras tanto, es tiempo de valientes.