Volumen 7
Número 2 Abril 2012 - Agosto 2012 Publicación: 21 Marzo 2012 Ética y Música
Flawless Estados Unidos, 2009 Joel Schumacher
Robert De Niro Philip Seymour Hoffman Barry Miller
[pp. 76-77] Nadie es perfecto / Flawless
Un musicoterapeuta Sui Generis
Juan Jorge Michel Fariña
Silvina Luzzi
El sargento Koontz es un hombre apacible y rutinario. Retirado de la policía de Nueva York, alquila una habitación en un hotelucho y no tiene mayores pretensiones en la vida. Solitario empedernido, sus placeres se limitan al tango, la partida semanal de poker con los amigos y algo de sexo con una mujer que lo espera cada sábado como cliente de un local nocturno. Profundamente machista, rechaza a las prostitutas (sin permitirse advertir que, de hecho, paga por una) y odia a un vecino homosexual que ensaya su número musical para un espectáculo gay.
Imprevistamente, una noche ocurre algo terrible. Tiene un ataque, se desvanece y despierta en un hospital. Ha sufrido una embolia y quedará hemipléjico de por vida. Inválido en su departamento, llora desconsoladamente. Apenas puede arrastrarse en su pierna sana y habla con enormes dificultades. Se niega a hacer rehabilitación y se abandona a la desgracia y el desamparo. Hasta que un enfermero le recomienda tomar lecciones de canto para mejorar su dicción. Intenta visitar a un profesional, pero su invalidez es tal que no logra siquiera abordar el taxi para acudir a su primera cita.
Humillado y ante la desesperación, decide entonces sobreponerse a sus prejuicios y recurrir a su vecino gay. Golpea a su puerta y contrata sus servicios de músico. Pero el encuentro no podía ser más frustrante. El sargento Koontz paga por su clase, pero no puede permitirse permanecer en ella. La proximidad física desata su homofobia más virulenta y comienza a proferir insultos contra su maestro. Éste responde golpe por golpe, en un obvio desafío.
Para un ojo desprevenido, la sesión fue un completo fracaso; pero un terapeuta medianamente advertido no dejará de apreciar allí las marcas de la transferencia. Es interesante el detalle de que el cliente nunca reclama la devolución de su dinero.
De hecho retorna a la sesión siguiente y la música comienza a operar su eficacia clínica. En el anudamiento de las palabras balbuceantes y los acordes del piano, se comienza a establecer el vínculo terapéutico. A partir de allí, encuentro tras encuentro, en el pretexto de una rehabilitación foniátrica, se instala una musicoterapia.
El improvisado paciente podrá ir colocando su voz y organizar poco a poco su cuerpo. Y como el sujeto es su cuerpo, el sargento Koontz logrará recuperar mucho más que sus habilidades elementales. Podrá sustraerse a la soledad y la alienación de su existencia miserable. Podrá escuchar poco a poco los sonidos de la diversidad, (en el film alguien dice de los homosexuales: no son hombres, no son mujeres; no pueden hacer nada con eso, nacieron así: es algo en sus gargantas) y abrirse a un mundo diferente.
Podrá entonces alojar por primera vez en su vida la demanda de una mujer que lo ame.
Se va haciendo evidente que la verdadera discapacidad era aquélla en la que el sujeto estaba sumido antes del accidente. Musicoterapia mediante, el personaje gozoso del inicio adviene un sujeto capaz de desear.
En el cierre del film, nuestro personaje vuelve a la pista de baile y entonces el último tango en Nueva York adviene danza inaugural. Y cuando los créditos del film desfilan por la pantalla, el espectador asiste a una última improvisación músico-terapéutica. Una de las más conmovedoras que haya sido recreada a lo largo de toda la historia del cine.