“Me resisto a clasificar a la gente con una palabra. Yo misma no me siento una traductora ni mucho menos una profesional. La pura verdad es que esta profesión me eligió a mí, y que soy una improvisada. Y a mucha honra. Ése es mi método: improvisar.”
”Cuando estaba por terminar Clea [de Lawrence Durrel, su primera traducción literaria para Sudamericana] López LLausás [fundador y director de la editorial] me mandó un auto y me encerró en un cuarto con la máquina de escribir. Me secuestró. De haber sido por mí, hubiera entregado la traducción un año más tarde. Pero él quería presentarme al Premio del Fondo Nacional de las Artes que se cerraba al otro día y que finalmente gané. Yo llamé a casa y a la guardería de los chicos y trabajé un día, y una noche sin dormir. No sé si comí. Pero siempre me arreglé muy bien con café, criollitas y puchos.”
“Creo que tengo una comunicación muy especial con Angela. [Carter.] La leo y me hace vivir lo que cuenta.”
“Un libro de prosa no se termina nunca.”
“He llegado a la conclusión de que no soy una traductora. Soy una palabrista.”
“Si las palabras no responden a la imagen que tengo de las cosas, a la imagen que tuve en la experiencia de leer, pues no las pongo. Aunque se quejen los lectores españoles. Por ejemplo, en la denominación “judías verdes”. ¿Qué tienen de judías y que de verdes? Prefiero la palabra chaucha: en el sonido “chaucha” está la forma de la chaucha –y moviendo la mano en el aire como quien limpia un vidrio, pegando y alejando el índice y el pulgar, dibuja en el aire la forma de la vaina.
”A mí me gustan las palabras “hermano, hermana”. Pero detesto la palabra “sobrino”. ¿De dónde salió? ¿Qué es lo que sobra? Prefiero la palabra “nebot”, que viene del catalán, o “bonet”, que es bonete”. Y dice que el bonete es una buena imagen para la relación que tiene, por ejemplo, con sus sobrinos Juan Cristóbal Fariña o Pinti Lenci. Y lo dice con alegría y ternura y entusiasmo.
“Han encargado una nueva traducción de Proust. Dicen que la traducción de Pedro Salinas suena anticuada, y que hay que actualizar a Proust. Pero yo creo que Pedro Salinas, además de ser un poeta, eso: un poeta, pertenece al la época de Proust, a la época que dio a Proust… Así que no me convence nada la idea. Actualizar a Proust sería quitarlo de sus propios textos –a tal punto él es su época, el modo en que su época hablaba, las palabras de su época. ”
“Lo que he hecho, toda mi vida, básicamente, es escribir. Escribo cartas. Escribo cuando traduzco y escribo en la mente cuando no traduzco, y cuando no escribo cartas ni traduzco ni escribo en mi mente, escribo en el aire, en las historias que cuento a los demás.”
“La mejor traducción es la traducción a dúo. Uno incentiva al otro, lo atiza, lo corrije, lo inspira. “
“Discuto con un amigo para quien cada palabra en un idioma tiene una correspondencia exacta en otra palabra de otro idioma. Chair es silla, me dice, siempre, lo demás son devaneos de los traductores que se hacen los poetas. Para mí, cada palabra de un idioma abre un abanico de palabras en el otro, y uno debe escoger la que mejor le conviene, según el texto y el lugar del texto en que deba ubicarla.”
“La peste en español son los verbos. Tiendo a resumir en uno solo las larguísimas frases verbales en que puede traducirse una breve expresión inglesa: haber querido poder estar queriendo irse. ¿Puede haber algo más feo que eso? Y sin embargo hay quien lo escribe”
"¿Sabés lo que yo quisiera hacer, Leop?", me dice. "Profundizar. No, no investigar, porque sobre esto no puede investigarse en ningún lado. Pensar, profundizar. Meditar. Sobre la palabra, ¡Qué prodigio la palabra! No, ni sobre la etimología, la semántica, ni la sintaxis. Nada de eso. Profundizar la palabra, ir más atrás. Porque la palabra no es lo primero: es casi lo primero. Lo primero es el movimiento, o si querés la música, que se convirtió en palabra."