-“Tu eres Hiroshima”
-“Y tu Nevers”
Dos protagonistas que adoptan lúdicamente el nombre respectivo de sus ciudades de origen. Dos culturas; dos espacios distintos para un tiempo del desencuentro.
Es el comienzo de un diálogo precioso que sigue al surfilado temático del juego: La paz y la guerra; la libertad y la opresión; el amor y el deseo; memoria y olvido.
Sin embargo el film podría ser definido simplemente como la historia de un amor imposible. En el fondo, la Hiroshima post-atómica es justamente eso, el fondo sobre el que esta historia se desarrollará.
El fin de la guerra ha marcado en la protagonista (”Nevers”) el final (?) de una historia de amor y el comienzo de un imposible elevado a la eternidad. Si Hiroshima es el final -a la manera de tremenda síntesis -de toda una guerra, se convertirá aquí, en mas de lo mismo, de un ideal puesto en el juego de lo imposible. Primero arbitrariamente y luego en la “promesa” de eternizar esa locura de amor. Hiroshima mon-amour es así la apuesta por el “placer” de un amor imposible: “Hace catorce años que no tengo el placer de un amor imposible” -dirá Nevers.
El hombre que amó, murió el mismo día que la ciudad de Nevers fue liberada de los nazis. y al revés -no hay distancia ahí- nuestra Nevers fue esclavizada por el amor, el día que murió su hombre.
No es el prototipo de la historieta de amor que culmina cuando adviene la felicidad y que se asocia a una satisfacción , según se dice: fueron felices y comieron perdices. Eso es el ideal del amor posible. Por el contrario hay hambre en Nevers: de adulterio, de infidelidad; en definitivas de algo que vaya contra la permanencia del partenaire, que resulta en su matrimonio actual opacador de la pasión.
Mientras tanto, Hiroshima quiere formar parte de la historia de Nevers. Esto es ignorado por Nevers que escucha sorprendida la demanda:
-“No conoces nada de Hiroshima”-. Del mismo modo que Hiroshima no conoce-a- Nevers y es lo que causa su apetito, otro apetito:
-” ¡Quédate en Hiroshima!”
-“¿Para qué?”- Pregunta Nevers.
-“Para saber”. Es su respuesta. Ella esta en Hiroshima pero es él quien quiere conocer (a) Nevers. con este movimiento funda la reciprocidad del amor aunque con ello la inefable inequivalencia que lo convierte en verdadero por imposibilidad.
Nevers jamás había contado su historia (que mantuvo oculta inclusa a su marido) para confinarla a los límites de su cuerpo en un extenso episodio de locura . Solo queda para ella como indicadora del escarnio -marca misma del amor- frente al cuidado de sus pares. De ellos solo recordaba el ruido a tijeras cortando sus cabellos diariamente -que podía sentir crecer-. La marca indeleble de lo que debe ser recortado por esos cortes del amor. ¿Acaso no es el amor cortés -occidental por definición- la promesa de escribir una historia imposible?.
En cuanto a Hiroshima ciudad, aparece doblemente occidentalizada, primero por el sentido que porta y que el protagonista resalta:
-“Hiroshima ha sido para todo el mundo algo feliz”-. Y luego él, Hiroshima, que habla francés perfectamente y quiere saber -sin embargo- si Nevers significa algo. Para decirlo de otro modo: ¿ Si tiene algún sentido en Francés?. Es una pregunta obligada pues todo ha sucedido allí cuando la protagonista tenía veinte años. ¿ Cuando fue eso ?: Cuando Hiroshima fue el final, y al “liberar definitivamente al mundo” la ciudad fue asociada al horror. Sin embargo Nevers responde que no hay sentido alguno en la palabra Nevers. No hay sentido en Nevers, no ha sentido en Ne-vers, es un episodio indigerible, no hay metáfora sino una pura metonimia.
La de Hiroshima es una pregunta con cierta pregnancia y tal vez apunta a lo que haría metáfora de Ne-vers. Quizá una posibilidad para la protagonista y la respuesta para Hiroshima. Quiero decir, la partícula negativa “Ne” que comanda el episodio de locura en Nevers, puede prestar un sentido occidental a Hiroshima y algunos ”Versos” de amor, escritura, para Nevers. Nada ,menos que la posibilidad de simbolizar algo singular, a pesar que la avaricia del sentido y su pretendida justificación occidental sea insignificante y mezquina para la Hiroshima del horror, aunque al pasar (le) diga “Mon amour”.
Texto publicado originalmente en Michel Fariña, J.J. y Gutiérrez, C. (1999) Ética y Cine. Buenos Aires: Eudeba. pp. 104-105