Este número de Aesthethika quiere rendir homenaje al trabajo de un psicoanalista. Está dedicado a Oscar D’Amore, fallecido a los 58 años el 22 de mayo de 2013.
Sus escritos han insistido en un tema que interesa fuertemente al campo de nuestra revista. Siempre originales en sus enfoques, vitales en su estilo y lejos de los tics que suelen ser contraseña en cierta comunidad profesional, han tenido un sesgo temático al que solía volver con frecuencia: la noción de paternidad, los soportes del lazo filiatorio y sus accidentes trágicos. El terreno de esta indagación no se redujo a las marcas clínicas que sus trabajos tienen; las ficciones fueron casi siempre el territorio que le brindaron las señales que supo leer con tanta agudeza. El cine, la literatura, las leyendas urbanas, las citas eruditas y las voces populares convivían en sus textos y clases universitarias conformando la filigrana heterogénea de su palabra.
Siempre hay una voz que se añora. Borges no dejó de recordar la de Macedonio Fernández para decirnos que aquella voz fue mucho más que la registrada en papel impreso. Algunos no olvidaremos la voz ronca y áspera de un intelectual que incluyó siempre su voz en su trabajo: en la conversación analítica, en sus clases, en las polémicas teóricas y en el diálogo de una amistad trabajada a lo largo de tantos años.
El banner que ilustra este homenaje es un fotograma de la primera película que Oscar D’Amore comentó para la cátedra de Ética y Derechos humanos, en 1999. Se trata de una escena del film Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959): la desolación de una despedida, con la voz en off que persiste: te conozco, te recuerdo.