En octubre de 2015, Monique David-Ménard visitó Buenos Aires, invitada para dictar un seminario de Doctorado sobre el tema Necesidad y contingencia en psicoanálisis y en filosofía, acompañado de una intervención sobre La sexuación en su relación con la universalidad de los derechos humanos. Durante su estadía, encuadrada en el intercambio entre la Université de Paris VII Diderot y la Universidad de Buenos Aires, mantuvo además un coloquio con profesores e investigadores de la Facultad de Psicología UBA, dio una charla sobre Cine y Sexuación –a propósito del film Strella– y dialogó con los estudiantes de grado. Su presencia fue inspiradora de distintas iniciativas que incluyen un vínculo entre la UBA y el Centre d’études du vivant, organismo que dirigió y cuyo Consejo Académico integra actualmente.
Este número de la revista Aesthethika está destinado a recuperar algunos puntos salientes de su pensamiento, a la vez que presentar los ecos que su presencia generó entre nosotros. Testimonio de lo primero, una nueva traducción de pasajes cruciales de su obra Les constructions de l´universel. Testimonio de lo segundo, la evocación plástica de la sexuación en la obra de la pintora suiza Isabelle Pilloud y la reseña del libro de la ensayista cubana Olga García Yero, sobre género y escritura.
Respecto de esto último, adelantamos apenas una perla. En un pasaje de sumo interés analítico, la ensayista cubana García Yero hace referencia a “La” mujer. Nos recuerda que existe una tradición panhispánica según la cual se nombra a mujeres célebres por su apellido precedido de la partícula “la”. Ofrece los ejemplos de “la Ocampo”, “la Avellaneda” –mientras que efectivamente no decimos “el Borges” o “el Cortázar”. Por cierto, las feministas exigen suprimir esa tradición por considerarla discriminatoria. García Yero en cambio propone interrogar ese enigmático “La” que precede al nombre de mujer. Se sustrae así a la discusión ideológica –como dijo Ignacio Lewkowicz, cuando una discusión es a favor o en contra, no hay margen para el pensamiento ético. Al ingresar la cuestión en la peculiaridad que impone a la lengua su escritura poética, abre cauces al pensamiento.
Para interrogar el alcance de esta intervención, recordemos el ataque con el cual Otto Weininger embistió con furor misógino contra las feministas: «Las mujeres no tienen ningún secreto; detrás de la máscara del Enigma, simplemente no hay nada». El psicoanalista esloveno Slavoj Zizek observa que lo que Weininger no consigue operar es un gesto que permita reinterpretar, reinscribir el supuesto fracaso como éxito. Algo así como «Mirad, esta nada que hay detrás de la máscara es la mismísima negatividad absoluta que hace que la mujer sea el sujeto par excellence» [1].
Zizek hace referencia evidentemente a las fórmulas de la sexuación, de las que Monique David-Ménard nos habló profusamente durante su seminario:
¿Qué es ese La tachado del lado derecho de la fórmula, sino la observación de que las posiciones sexuadas no lo son sino en relación con un significante primordial? En el esquema ese significante se escribe con la letra griega Φ situado a la izquierda, del lado inferior de la fórmula. Hacia allí nos direcciona ese La tachado, indicándonos que el enigma permanece. Cuando García Yero insiste en sostener ese “La” –tachándolo de toda consistencia ideológica–, imprevistamente nos sitúa en este Otro escenario, escenario que trasciende su propio texto, colocándolo a la altura de una Obra.
En sintonía con este giro, el número de Aesthethika se engalana con un nuevo trabajo de Begonya Saez Tajafuerce y Ana Cecilia González, continuación del sostenido trabajo de investigación sobre ser-para-el-sexo en la Universidad Autónoma de Barcelona, y con tres reseñas originales. La ya mencionada de la obra de García Yero, la edición de la Antígona en comic book, de Hopkins y Kurzansky, y el musical Edipo y Yocasta, que entre abril y junio de 2016 sube a escena en Buenos Aires.
Una vez más son las bellas artes –literatura, comic, música, pintura– las que llevan la delantera al analista en su empresa de bordear la sexuación. Así pareció confirmarlo nuestra invitada Monique David-Ménard, cuando durante su seminario hizo referencia a su obra Kant lector de Swedenborg, evocando a nuestro Jorge Luis Borges en una de las Siete Noches: “Tenemos la obra de Swedenborg. Esa muy vasta obra, escrita en un estilo muy calmo. Una obra en la que expone con tranquila autoridad, anticipándose a la frase de Emerson, cuando dice los argumentos no convencen a nadie.”
Si efectivamente los argumentos no convencen a nadie, será en transferencia como se sostenga una enseñanza. La presencia de David-Ménard en Buenos Aires es un claro testimonio de ello.