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Volumen 13
Número 1

Abril 2017 - Agosto 2017
Publicación: Mayo 2017
Posmemoria y Segregación


Resumen

En este escrito recuperamos los principales enunciados del feminismo negro y del Tercer Mundo presentes en la obra literaria Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos compilada y editada por Norma Alarcón, Cherríe Morgara y Ana Castillo. La obra reúne gran cantidad de testimonios y experiencias personales que adquirieron la forma de producciones literarias, convirtiéndose en enunciados políticos y permitiendo la consolidación de dicho movimiento a partir de un entrecruzamiento entre su praxis política y artística y la producción de una teoría propia.
En primer lugar, recopilamos las características del feminismo negro y del Tercer Mundo radicado en Estados Unidos, movimiento que comenzó a germinarse durante la esclavitud norteamericana y terminó de constituirse como un movimiento propiamente dicho en la década del sesenta. Dichos conceptos fueron construidos a partir de una larga trayectoria que reúne diversas formas de activismo, producciones artísticas y construcciones teóricas siendo Esta puente una de las que logró mayor trascendencia.
Luego, tomamos algunos escritos de Esta puente para dar cuenta de las diversas experiencias personales y políticas relatadas por las feministas negras fortaleciendo la idea de la existencia de un feminismo negro y del Tercer Mundo radicado en Estados Unidos donde confluyeron mujeres inmigrantes, latinoamericanas, asiáticas, nativoamericanas y afrodescendientes.

Palabras clave:
Feminismo, Tercer Mundo, Literatura, Interseccionalidad

Abstract English version

[pp 21-31]

"Esta puente, mi espalda": literatura y resistencia

Lucía Busquier

Universidad Nacional de Córdoba

Introducción

En 1981 fue publicado en Estados Unidos un libro titulado Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos (Morgara y Castillo, 1988) [1] marcando un momento fundamental en la historia del feminismo negro [2] y del Tercer Mundo [3] radicado en Estados Unidos. Dicha publicación, como su título lo enunciaba, se trataba de una compilación de ensayos, cartas, poemas y relatos escritos por mujeres del Tercer Mundo residentes en Estados Unidos. Las editoras de esta compilación publicada inicialmente en inglés son Cherríe Morgara y Gloria Anzaldúa y luego, en 1988, Ana Castillo y Norma Alarcón se encargaron de realizar una segunda versión en castellano.

A partir de la lectura de Esta Puente [4] nos proponemos recuperar los principales enunciados del feminismo negro y del Tercer Mundo presentes en dicho escrito. Allí, pueden encontrarse gran cantidad de testimonios y experiencias personales que adquirieron la forma de producciones literarias, convirtiéndose en enunciados políticos y permitiendo la consolidación de dicho movimiento a partir de un entrecruzamiento entre su praxis política y artística y la producción de una teoría propia.

En primer lugar, acercaremos al lector hacia los principales enunciados y definiciones del feminismo negro y del Tercer Mundo radicado en Estados Unidos, movimiento que comenzó a germinarse durante la esclavitud norteamericana y terminó de constituirse como un movimiento propiamente dicho en la década del sesenta a partir de su distanciamiento con el feminismo hegemónico o dominante [5] por un lado, y con el Black Power [6] por el otro.

Luego, presentaremos los principales enunciados políticos de dicho movimiento sintetizados por Patricia Hill Collins (2012), activista y académica perteneciente al feminismo negro. Dichos conceptos fueron construidos a partir de una larga trayectoria que reúne diversas formas de activismo, producciones artísticas y construcciones teóricas siendo Esta puente una de las que logró mayor trascendencia.

En un segundo momento, tomaremos algunos escritos de Esta puente que nos permitirán dar cuenta de las diversas experiencias personales y políticas relatadas por las feministas negras fortaleciendo la idea de la existencia de un feminismo negro y del Tercer Mundo radicado en Estados Unidos donde confluyeron mujeres inmigrantes, chicanas [7], latinoamericanas, asiáticas, nativoamericanas y afrodescendientes [8], entre muchas otras. En este sentido, nos parece importante remarcar que la publicación de Esta puente en 1981 fue fundamental para lograr diferenciarse del feminismo hegemónico proveniente de Europa y Estados Unidos.

Finalmente, esbozando algunas conclusiones preliminares podríamos afirmar que esta literatura feminista permitió una intervención política y social, resignificando ciertas asunciones ideológicas dominantes, en relación al rol que la sociedad estadounidense le designaba a las mujeres del Tercer Mundo, así como también a su sexualidad y su pertenencia étnico-racial, entre otras. Además, los escritos compilados en Esta puente funcionaron como forma de testimonio personal y colectivo, intentando eliminar las barreras que delimitaban lo privado y lo personal, de lo público y lo colectivo, construyendo un fuerte lazo entre estos sectores y la posibilidad de realizar acciones colectivas.

El feminismo negro: un movimiento político y cultural

El feminismo negro norteamericano fue un movimiento político y cultural que surgió en Estados Unidos a partir de la década del sesenta pero podemos ubicar sus antecedentes durante el período de la esclavitud norteamericana [9]. En la década del sesenta las mujeres negras comenzaron a manifestar sus diferencias en todos sus ámbitos de militancia y activismo, exigiendo que se incluyeran análisis sobre las consecuencias de las múltiples opresiones de sexo, raza, clase, etnicidad y orientación sexual que ellas sufrían (Roth, 2004: 11). Así, fueron construyendo lo que luego será conocida como la perspectiva interseccional [10] basada en sus experiencias de vida y su activismo (Roth, 2004: 13). Cabe aclarar que en otras regiones con poblaciones afrodescendientes como, por ejemplo, América Latina, el Caribe e Inglaterra, también se constituyó un feminismo negro pero aquí solo nos centraremos en el norteamericano.

Así, diferenciándose de, por un lado, el feminismo hegemónico o dominante que no contemplaba las particularidades de las mujeres negras ya que universalizaba a la categoría mujer como algo homogéneo pensando en un modelo de mujer blanca, clase media, universitaria y heterosexual y que excluía las diversas particularidades que atravesaban al conjunto de las mujeres en general. Por el otro lado, se demarcaron del movimiento por los derechos civiles y el Black Power que limitaba las posibilidades de que las mujeres pudieran ocupar cargos políticos dentro del movimiento relegándolas a tareas administrativas y al cuidado de los niños y niñas de la comunidad, entre otras cosas.

De esta manera, a partir de la ruptura política con los dos movimientos antes señalados y la gran cantidad de debates que este proceso conllevó, el feminismo negro norteamericano logró consolidarse como un movimiento propiamente dicho, independiente y con definiciones y enunciados políticos propios. Como ya mencionamos, fue a partir de la década del sesenta que comenzaron a conformarse gran cantidad de organizaciones de mujeres negras, latinas, inmigrantes, asiáticas, chicanas, y nativoamericanas, entre otras.

En este marco, es importante remarcar que Esta Puente sirvió para cristalizar dichas diferencias y discusiones ya que, como señalamos, la publicación de este escrito fue la culminación de un largo proceso de producciones artísticas, teóricas y políticas que terminaron en la conformación de un movimiento político que, si bien podemos ubicar sus orígenes en el periodo de la esclavitud norteamericana, logró consolidarse en las décadas del setenta y ochenta cuando finalmente se convirtió en una teoría política y ocupó un lugar propio en las universidades de Estados Unidos.

Otra de las particularidades de este movimiento político fue que a lo largo de su trayectoria diversas expresiones artísticas acompañaron y fueron parte de sus enunciados políticos. Por ejemplo, en las décadas del veinte y treinta se desarrolló en Estados Unidos el Blues Clásico Femenino, movimiento musical, cultural y político cantado y compuesto por mujeres afrodescendientes como Bessie Smith, Gertrude “Ma” Rainey, Sippie Wallace, Alberta Hunter e Ida Cox. Este movimiento se desarrolló como una variación dentro del movimiento del blues norteamericano que, junto con el góspel y otros géneros musicales religiosos, permitieron construir una conciencia negra que se venía gestando durante el sistema esclavista. El blues y el Blues Clásico Femenino en particular fueron los movimientos seculares más importantes de principios del siglo XX en Estados Unidos [11].

Otro ejemplo de estas producciones artísticas fue la publicación de Esta Puente, donde, como ya fue señalado, las autoras, a partir de la compilación de diversas producciones literarias, pudieron condensar los rasgos fundamentales del feminismo negro y del Tercer Mundo, produciendo un diálogo y un entrecruzamiento entre una praxis y una teoría política. De esta manera, en el siguiente apartado recuperaremos lo que para Patricia Hill Collins (2012) corresponden a los rasgos distintivos del pensamiento feminista negro.

Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro

En Rasgos Distintivos del Pensamiento Feminista Negro Hill Collins propone seis elementos que componen a dicho pensamiento pero que no son exclusivos y pueden ser compartidos con otros sistemas de pensamientos (Hill Collins, 2012: 101). El primer rasgo corresponde al lugar que ocupan las mujeres negras como grupo oprimido en la sociedad, es por ello que su principal objetivo es resistir a las múltiples opresiones de raza, género, clase y sexualidad que las atraviesan en sus experiencias cotidianas de manera práctica e ideológica. Para eso, se busca empoderar a las mujeres afroamericanas, evidenciando que las experiencias individuales pueden convertirse en colectivas, generando conciencia de la existencia de un grupo (Hill Collins, 2012: 101-104).

El segundo rasgo que menciona la autora tiene que ver con la vinculación que existe dentro del feminismo negro entre las experiencias y las ideas (Hill Collins, 2012: 106). Es decir, el hecho de que todas las mujeres negras formen parte de un colectivo común ante la necesidad de luchar contra las opresiones interseccionales, no quiere decir que en su individualidad todas tengan las mismas experiencias ni que las interpreten de la misma manera (Hill Collins, 2012: 109). Además, al evitar que prime una de esas visiones por sobre el colectivo, se busca crear un punto de vista grupal que reconozca e incorpore esa heterogeneidad grupo (Hill Collins en Jabardo, 2012: 112).

Una tercera característica del pensamiento feminista negro se relaciona con la posibilidad de transformar esa exteriorización de las experiencias en un activismo político, permitiendo el empoderamiento grupal de las mujeres negras. En este sentido, la autora habla de una relación dialógica, donde la praxis y la teoría se complementan (Hill Collins, 2012: 114).

El cuarto rasgo hace referencia a las contribuciones de las intelectuales negras. Para Hill Collins existen dos niveles interrelacionados de pensamiento: el conocimiento común, que es compartido por las afroamericanas y proviene de sus propias acciones y pensamientos; y el conocimiento “especializado”, que es el que proviene de las intelectuales negras (Hill Collins, 2012: 118-120). Las intelectuales negras son fundamentales ya que desde su lugar de mujeres negras aportan una perspectiva singular sobre la feminidad negra, participan activamente de las luchas de las poblaciones negras e insisten fuertemente en la autodeterminación como grupo, algo esencial para general el empoderamiento (Hill Collins, 2012: 121-122).

El quinto elemento que caracteriza al pensamiento feminista negro es su dinamismo la posibilidad de mantenerse constantemente cambiante. Debido a que las condiciones sociales cambian, el conocimiento y las prácticas creadas para resistir, también deben modificarse (Hill Collins, 2012: 128). Estas condiciones sociales cambiantes también sirven para mantener de manera activa los nuevos análisis de las feministas negras sin anclarse en una única explicación perdurable en el tiempo (Hill Collins, 2012: 129).

Finalmente, el último rasgo hace referencia a las articulaciones del feminismo negro con otras luchas y proyectos de justicia social. En este punto, Hill Collins toma lo propuesto por Alice Walker y el concepto de womanism, aduciendo a una idea de “solidaridad humana”, de compromiso con la supervivencia y la integridad de todas las personas (Hill Collins, 2012: 132).

Feminismo negro y del Tercer Mundo: la consolidación del movimiento a partir de la publicación de la obra Esta puente, mi espalda

En el siguiente apartado, como mencionamos anteriormente, a partir de la lectura de Esta puente, destacaremos los principales enunciados del feminismo negro y del Tercer Mundo que emergieron de las diversas producciones literarias compiladas en dicho libro. Así, podremos recuperar las diversas experiencias personales y políticas relatadas por sus propias protagonistas fortaleciendo la idea de la existencia de un feminismo negro y del Tercer Mundo radicado en Estados Unidos donde confluyeron mujeres inmigrantes, chicanas, asiáticas, africanas, latinoamericanas, lesbianas, activistas y nativoamericanas, entre otras.

Como ya señalamos, Esta puente, mi espalda fue publicado por primera vez en inglés en 1981 a cargo de las editoras Cherríe Morgara y Gloria Anzaldúa. Luego, en 1988, Ana Castillo y Norma Alarcón tomaron la tarea de traducir y editar dicho libro para su publicación en castellano, explicando las dificultades que conllevó realizar una traducción del inglés al castellano y las consecuencias de la manipulación lingüística que se presentaron en la traducción. Según las traductoras se intentó realizar una traducción respetando el estilo idiosincrático e individual de las escritoras (Castillo y Alarcón, 1988: 18i-19i).

En este punto, nos parece importante destacar la particularidad que adquirió la traducción del título del inglés al castellano. Como ya mencionamos, su nombre original en inglés es: This bridge called my back pero las editoras, ateniéndose a las dificultades antes señaladas que implican las traducciones, decidieron traducir This bridge como “esta puente”, en vez de “este puente”, es decir, convertir la palabra puente que para el castellano sería “el” puente, en una palabra femenina: “la” puente. Según lo expresan ellas: “al sumarnos al espíritu radical feminista de las escritoras de Puente, recuperamos la acepción femenina de puente –Esta puente, mi espalda” (Castillo y Alarcón, 1988: 19i).

Para Cherríe Morgara, la relevancia de este libro tenía que ver con hacer una puente sobre las diferencias que históricamente separaron a las mujeres de color, es decir, superar tanto las divisiones políticas como las geográficas reconociendo que existían opresiones múltiples que las atravesaban más allá de esas distancias. Así lo explicaban las editoras en uno de sus escritos:

Somos mujeres cuya infancia transcurrió en todo tipo de calles: los campos de Puerto Rico, las calles centrales del pueblo chino, el barrio, las calles llenas del Bronx, banquetas calladas del suburbio, los llanos, y la reservación. Somos mujeres de todo tinte de color y grado de clase (Morgara y Castillo, 1988: 9).

En consonancia con esto, Aurora Levins Morales en su escrito “…Y ¡ni Fidel puede cambiar eso!”, explicaba lo importante que fue para ella poder formar parte de Esta puente:

(…) Para muchas de las mujeres en este libro, y seguramente para mí, la lucha fue poder decir algo de lo prohibido, esos secretos familiares; empezar a decir, aunque fuera un pedacito de la verdad, acerca del impacto del racismo y el sexismo en nuestras vidas.
La publicación del libro impulsó una nueva etapa de debate, diálogo, organización y crecimiento para cada una de nosotras y para el movimiento feminista en este país. Como resultado, en muy poco tiempo, habíamos ido más allá del comienzo que representa Esta puente. Casi lo habíamos dejado atrás. (Marca de un éxito real) (Levins Morales en Morgara y Castillo, 1988: 65).

Además, la publicación de esta obra significó la confluencia de diversos sectores de mujeres que hasta el momento, como ya explicamos, no habían tenido lugar dentro del movimiento feminista hegemónico, pero que a partir de fines de los setenta y más precisamente en los ochenta, lograron converger en un movimiento propio reconociendo la existencia de opresiones múltiples como la de raza, sexo y clase.

De esta manera, podemos ver varios escritos de Esta puente que apuntaban centralmente a la imposibilidad de separar dichas categorías ni de priorizar una por sobre la otra. Naomi Littlebear en Amante de la tierra, sobreviviente, música enunciaba:

Soy una triste chicana lésbica, soy amante de la tierra, identificada con las mujeres, sobreviviente, música –la música y la belleza son mis instrumentos contra mis penas y dolores- y lucho por traer la paz a un pasado tumultuoso. (…) no puedo quitarme ni el lesbianismo ni lo chicana del alma –siempre he sido las dos cosas (Littlebear en Morgara y Castillo, 1988: 121).

En ese mismo sentido, en un ensayo titulado La prieta, que sirvió de inspiración para el título del libro, Gloria Anzaldúa escribía:

Soy una puente columpiada por el viento, un crucero habitado por torbellinos, Gloria, la facilitadora, Gloria, la mediadora, montada a horcajadas en el abismo. (…) ¿Qué soy? Una lesbiana feminista tercermundista inclinada al marxismo y al misticismo. Me fragmentarán y a cada pequeño pedazo le pondrán una etiqueta (Anzaldúa en Morgara y Castillo, 1988: 165).

Nellie Wong en Cuando crecía agregaba:

cuando crecía, hambreaba / la comida americana, estilos americanos, / clave: estilo blanco y hasta para mí, una niña / nacida de padres chinos, ser china / era sentirme extranjera, era limitante, / era no-norteamericana (Wong en Morgara y Castillo, 1988: 14).

Como pudimos ver, a partir de la lectura de los fragmentos anteriores, emergen las diferentes formas en que las autoras enunciaban sus múltiples posiciones, ya sea a partir de sus propias autopercepciones como inmigrantes, lesbianas o activistas, o a parir de una reapropiación y resignificación de las categorías que les eran impuestas por la sociedad norteamericana de la época como el de extranjeras, no-norteamericanas, pobres, etcétera.

Un segundo grupo de fragmentos corresponden a los que nos muestran cómo estas producciones literarias también funcionaron como una forma de testimonio personal y colectivo, intentando eliminar las barreras que delimitaban lo privado y lo personal, de lo público y lo colectivo, actuando como un fuerte lazo entre estas mujeres de color y la posibilidad de realizar acciones colectivas. Podemos ver como se expresó en varios de los ensayos donde, por ejemplo, hacían alusión a sus deseos e intereses sexuales, algo que normalmente era propio del ámbito privado. Cherríe Morgara, en su escrito La Güera, exponía:

Cuando finalmente levanté la tapa que cubría mi lesbianismo, revivió en mi una profunda liga con mi madre. No fue sino hasta que reconocí y confronté mi propio lesbianismo a flor de piel, que sentí una estrecha identificación con mi madre, con su opresión por ser pobre, sin educación y chicana. Mi lesbianismo es la avenida que me ha permitido comprender mejor el silencio y la opresión, y sigue siendo el más claro recordatorio de que no somos seres humanos libres (…).
En este país [Estados Unidos] el lesbianismo es una pobreza, como ser oscura, como ser mujer, como ser simplemente pobre. El peligro radica en alinear estas opresiones. El peligro radica en no ser capaz de reconocer la especificidad de la opresión. El peligro radica en tratar de enfrentar esta opresión en términos meramente teóricos (…) (Morgara en Morgara y Castillo, 1988: 21).

Por último, Bárbara Cameron en Para los que no son bastardos de los peregrinos comparte su testimonio de vida y lo difícil que fue para ella ser una mujer de color en un país como Estados Unidos: “debido a mi experiencia con la violencia racial, a veces me lleno de pánico cuando soy la única que no es blanca en un cuarto lleno de blancos; aunque sean mis amigos me pregunto si saldré del cuarto viva” (Cameron en Morgara y Castillo, 1988: 37).

Entonces, es posible afirmar que los escritos comprendidos en Esta puente funcionaron como un lenguaje de resistencia, un canal de expresión de las ideas de las mujeres del Tercer Mundo, convirtiéndose en un espacio de exteriorización colectiva de sus experiencias e intereses individuales y privados. También, como dice Jabardo, fue un espacio que les otorgó la auto-identificación como grupo social, es decir, les permitió un empoderamiento ante las reiteradas formas de invisibilización, en la mayoría de los casos, impulsadas por el feminismo hegemónico y el movimiento por los derechos civiles (Jabardo, 2012: 37).

Finalmente, destacamos la importancia de éste análisis en torno al discurso, considerado como un medio esencial de expresión y, por lo tanto, como un canal que permite la construcción de una nueva conciencia, convirtiéndose en una herramienta potencialmente capaz de movilizar a un colectivo social en pos de una lucha y un cambio radical.

Reflexiones finales

En primer lugar, Esta puente marcó un quiebre dentro de los movimientos feministas hegemónicos y de mujeres ya que permitió diferenciarse de dicho feminismo proveniente de Europa y los países del Primer Mundo, recuperando historias de vida y testimonios de las minorías femeninas, que hasta el momento habían sido invisibilizadas por los relatos dominantes. Además, fue a partir de ese momento, en la década del ochenta, cuando apareció en escena el concepto de Movimientos de Mujeres de Color, intentando recuperar y remarcar la existencia de opresiones múltiples incluyendo las categorías de clase, raza, género, etnia, sexualidad, entre otras.

En segundo lugar, estas producciones literarias se convirtieron en una herramienta política y social, tanto en la praxis como en la teoría, constituyendo un canal de repudio y resignificación de las asunciones ideológicas dominantes, en relación al rol que la sociedad norteamericana le designaba a las mujeres del Tercer Mundo, así como también a su sexualidad heteronormativa, el amor, su pertenencia étnico-racial, etcétera.

Un tercer elemento a destacar tiene que ver con que, como señalamos, estos escritos también funcionaron como una forma de testimonio personal y colectivo, intentando eliminar las barreras que delimitaban lo privado de lo público, viabilizando, de esta manera, un fuerte lazo entre estas mujeres de color y la posibilidad de realizar acciones colectivas. A través de Esta puente, las escritoras pudieron expresar sus vivencias e historias de vida, rompiendo las barreras de lo privado y convirtiéndolas en algo colectivo. Además, pusieron en palabras la existencia de opresiones múltiples y compartidas de manera colectiva. Esto les permitió erigirse como una voz legitimada dentro de los movimientos y organizaciones que habían silenciado sus enunciados priorizando la lucha antiimperialista y antirracista y relegando la lucha contra el sexismo y las diferencias de género como algo secundario.

En último lugar, es importante destacar que la importancia de la consolidación de un feminismo negro y del Tercer Mundo radicó en la formulación de una teoría contra-hegemónica y en una praxis política capaz de librar una lucha holística contra todas las opresiones interseccionales. Esta puente es un claro ejemplo de las diversas formas de intervención artísticas, políticas y teóricas que caracterizan a dicho movimiento.

Referencias

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[1This bridge called my back: Writings by Radical Womens of Color es el título de su versión original en inglés. Dicha publicación cuenta con una cantidad mayor de escritos que su versión en castellano, pero para este trabajo hemos elegido realizar nuestro análisis con la edición en español. Más adelante explicaremos por qué las editoras han elegido traducir This bridge como “Esta puente” en femenino y no en masculino como sería lo gramaticalmente correcto.

[2Sus características serán desarrolladas en el siguiente apartado.

[3El término Tercer Mundo se comenzó a utilizar en la década del cincuenta para referirse al grupo de países que no pertenecían a ninguno de los dos bloques que se enfrentaban en la Guerra Fría. Pero en este escrito, cuando nos referimos a la noción de mujeres del tercer mundo, no corresponde a una categoría que se defina geográficamente, sino a espacios analíticos y políticos, como así también a principios metodológicos. Es por ello que podemos hablar de mujeres del tercer mundo en este trabajo, aunque geográficamente nos situemos en Estados Unidos. Para ampliar véase Mohanty, 2008.

[4Para mayor comodidad nos referiremos al libro Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, de una manera abreviada como “Esta puente”, del mismo modo al que se refieren muchas de sus escritoras.

[5Cuando hablamos de feminismo hegemónico o dominante nos referimos a aquel que entendía al sujeto mujer como algo homogéneo e universal atravesado por las problemáticas propias de una mujer blanca, universitaria, clase media y heterosexual construyendo así un ideal del sujeto mujer y excluyendo otros grupos con distintas problemáticas, como aquellas de las mujeres negras, indígenas, inmigrantes latinoamericanas y asiáticas, lesbianas, travestis, transexuales, entre otras. Rocío Medina Martín (2014) sostiene que el feminismo hegemónico tuvo, y tiene, cierta capacidad de enunciación política y un reconocimiento científico, considerando que existe una subordinación común que atraviesa a todas las mujeres por igual, por el simple hecho de ser mujer, generando, ante este problema, respuestas comunes para todas las mujeres (Medina Martín, 2014: 76). El feminismo hegemónico, además, se ubica en un contexto epistemológico occidental moderno que descarta e identifica como pre-moderno a otras alternativas de pensamiento que no responden a los límites eurocéntricos, es decir, por ejemplo, el feminismo negro, chicano, indígena e islámico (Medina Martín, 2014: 77-78). Chela Sandoval, una de las exponentes del feminismo del Tercer Mundo, sostiene que el feminismo hegemónico del siglo XX desarrolló formas de resistencia efectivas pero que representaban solo a una parte del movimiento de liberación de esa época. Por el contrario, la autora propone una teoría que se oponga a una teoría feminista hegemónica (Sandoval, 1991: 3).

[6El Black Power (Poder Negro en castellano) se constituyó como un movimiento que durante los sesenta organizó a millones de personas negras en Estados Unidos buscando dar una respuesta a los ataques violentos que recibían debido a su lucha por la obtención de los derechos civiles y la ausencia de protección por parte del gobierno. Estaba compuesto por mujeres y varones, algunos organizados en grupos políticos o artísticos y otros de manera independiente dentro del movimiento (Breines, 2006: 52). No solo se constituyó como un movimiento político, sino también como un espacio identitario fomentando el orgullo y la herencia cultural negra, adoptando elementos propios de la historia y el modo de vida africanos (Adams, 1999: 383).

[7Comúnmente se denomina chicanas y chicanos a los hijos de inmigrantes mexicanos que nacieron y residen en Estados Unidos. En sus orígenes el término se utilizó para denominar a los hispanos provenientes de los territorios de Estados Unidos que anteriormente pertenecieron a México como Texas, Nuevo México y California, pero durante el siglo XX este término se convirtió en el nombre de una comunidad, de un movimiento y de un estrato social (Arriaga, 2013: 6). También se sugiere la lectura de Anzaldúa, 1987 quien, a partir de sus experiencias personales, explica cuáles son las particularidades de la comunidad chicana.

[8En el siguiente escrito se utilizan como sinónimos los términos mujeres afrodescendientes, mujeres negras y mujeres de color. Entendemos que actualmente la definición de cada término es un debate latente pero nos parece importante respetar la voluntad de las feministas negras que a partir de la década del sesenta comenzaron a reapropiarse de dichos términos como una forma de deconstruir el discurso racista. Ante esto, Lugones nos dice: “(…) el término mujeres de color, originado en Estados Unidos por mujeres víctimas de la dominación racial, como un término coalicional en contra de las opresiones múltiples. No se trata simplemente de un marcador racial, o de una reacción a la dominación racial, sino de un movimiento solidario horizontal (…). ‘Mujeres de color’ no apunta a una identidad que separa, sino a una coalición orgánica entre mujeres indígenas, mestizas, mulatas, negras (…) (Lugones, 2009: 75).

[9Partiendo de los escritos de Jabardo (2012), podemos situar los orígenes del feminismo negro en 1852 cuando en la Convención de los Derechos de la Mujer celebrado en Akron, Ohio, Sojourner Truth realizó un discurso problematizando su condición de mujer, negra y esclava y como estas tres categorías se entrelazaban. Así lo enunciaba: “mirad mi brazo. He trabajado la tierra, he sembrado, y he recogido la siembra en el granero, y ningún hombre me podía ganar ¿Y no soy mujer? Trabajaba y comía tanto como un hombre -cuando podía conseguir comida- y soportaba el azote también. ¿Y no soy mujer?” (Zinn, 2005: 93). Para profundizar sobre la biografía de Truth recomendamos la lectura de su autobiografía publicada por primera vez en 1850: Truth, 2015.

[10En términos generales, la interseccionalidad hace referencia a las múltiples identidades y experiencias de exclusión, subordinación y opresión que atraviesan los sujetos. Si bien las mujeres afrodescendientes fueron las actrices protagónicas de la interseccionalidad en sus inicios, con el tiempo se reconoció su potencialidad para explicar las diferencias y desigualdades no solo entre las mujeres sino también entre los propios varones. De algún modo, la interseccionalidad vino a dar cuenta de las posiciones múltiples de los sujetos a la hora de pensar en las formas de dominación y subordinación que enfrentan. Asimismo, apunta a complejizar la concepción de género al concebirla una dimensión entre otras dentro del complejo tejido de las relaciones sociales y políticas (Stolcke, 2004: 96). Kimberlé Crenshaw (1989, 1991) fue una de las primeras que consideró la interseccionalidad como un elemento fundamental a la hora de analizar la violencia contra las mujeres negras. A fines del ochenta y comienzos del noventa, la autora sostenía que el feminismo contemporáneo y los discursos antirracistas no consideraban las intersecciones que se producían entre el racismo y el patriarcado. Es decir, las mujeres negras se encontraban atravesadas por estas múltiples dimensiones y a la hora de analizar sus experiencias no era posible estudiarlas por separado del género y la raza (Crenshaw, 1991: 88-89).

[11Para profundizar sobre el Blues Clásico Femenino recomendamos las lecturas de Carby, 1998; Cobo Piñero, 2013; y Davis, 1998 y 2012.


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