El carácter [Gesinnung], de alguna manera, se encuentra siempre basado en un juicio moral. La ciencia, que no acepta juicios de valor como base de su funcionamiento, difiere del carácter. Por supuesto que la ciencia puede proveer material para la formación del carácter, y esto es, sin lugar a dudas, bienvenido. Pero cuando lo hace, también puede ocurrir que no se saquen conclusiones o –en caso de que sí se saquen- éstas varíen de una persona a otra. (Los alemanes y los franceses se consideran enemigos tradicionales. Algunos aceptan esto sin hacer críticas; otros investigan de manera más profunda; sin embargo, llegan a diferentes conclusiones: algunos quieren resolver el tema por medio de la guerra mientras que otros, por medio del acuerdo y el entendimiento). Por otro lado, la gente trata –a veces con éxito- de omitir hechos científicamente comprobados de la realidad, pero comienzan a partir de una opinión preconcebida para influir sobre la cultura y la ciencia. Esto a veces ocurre aún sin un claro entendimiento de tal proceso. La transición mencionada desde la convicción a la ciencia (en caso de que dicha transición fuese posible) sólo ocurre eliminando el razonamiento objetivo de manera general o al menos en un tema específico. Además, esa etapa se torna un decorum recubierto con una máscara científica inmerecida [1].
En lugar de hacer reflexiones, quisiera revisar la práctica de la educación del carácter: cómo fue, cómo es hoy en día, y cómo debería ser. Observemos primero las disciplinas tradicionales de la educación del carácter: la religión, la literatura alemana y la historia.
Los cursos tradicionales de religión tienen desde el comienzo una firme comprensión de que la religión -ya sea el Cristianismo u otra denominación que se le atribuya-, debe formar el carácter, primero en el aula, y más tarde en la vida.
Sin embargo, se olvida en gran medida que la fe, de manera particular cómo la comprende el Cristianismo, no puede ser obvia; también, las deficiencias de la propia convicción donde no se admiten los méritos de otras denominaciones. La Biblia y otros libros de religión se usan de manera preferencial para seleccionar los pasajes que a uno le gustan, las contradicciones no se mencionan ni se tratan, según la regla de Mefistófeles en el Fausto de Goethe: “Siempre sé categórico en la hermenéutica. Si no comprendes, no tendrás claridad (de pensamiento)”. Por supuesto, encontramos faltas similares cometidas por aquellos que tienen opiniones diferentes: es una transgresión generar caracteres arbitrarios de esta manera, lo cual hace que la libertad de pensamiento sea objetivamente imposible (cf. Artículo 135 de la Constitución alemana, la cual de manera clara garantiza a todos los ciudadanos del “Reich” completa libertad de fe y de consciencia). Las clases de literatura e historia – especialmente desde el Romanticismo – tienen la intención de inculcar el amor a la tierra natal y a sus compatriotas, y a partir de allí al Estado y a la dinastía. Aquí hay unos pocos bien conocidos ejemplos a partir de una gran cantidad de material: “Right or wrong my country” (Para bien o para mal, es mi país) dice el británico, mientras que el alemán piensa que su país tiene que sanar el mundo y el francés llama a su país: “La Grande Nation” (La gran nación). Aquí no se juzgará si estos rasgos de carácter son los deseables o no. Pensemos por un momento que esos rasgos de carácter son los deseables. Pero entonces, ¿qué hay acerca de los métodos para formar el carácter o educar el carácter? Uno parte de una convicción anterior, oculta el carácter subjetivo de esa convicción bajo una cobertura científica (de objetivo científico), uno rechaza estrictamente la falta de un análisis lógico sobre un carácter moral cuestionable. Vean cómo Goethe le permite decir a su Fausto: “Tienes razón. No encuentras ni un rastro de carácter, todo se encuentra tergiversado por el entrenamiento. [Dressur]”. Entonces no hay libertad de pensamiento sino adiestramiento, imposición de la opinión -dictadura de la convicción- (dicho sea de paso, que quede claro, que [la imposición de la opinión o dictadura] puede provenir de la política y la pedagogía de derecha, centro e izquierda). Hay grupos que aceptan estos métodos por su efectividad sin tener en cuenta la subjetividad o una concepción psicológica mal interpretada (mal entendida). Por lo tanto, es muy dudoso que uno pueda estar contento si a uno le quitan la libertad de pensamiento y la reemplazan por el dictado del carácter [Gesinnungsdiktatur].
¿Pero cómo debería ser? La respuesta es evidente por lo que precede: no forzar a través del entrenamiento, sino formar el carácter a través de la libertad y la ‘democracia’ con respeto. La enseñanza en clase sería de la siguiente manera:
1.- No enseñe desde una posición subjetiva predeterminada [Gesinnung].
2.- Evite de manera estricta encubrir una opinión predeterminada con lo que comúnmente se conoce como objetividad y con lo que se llama enseñanza interactiva [Arbeitsunterricht].
3.- Metodológicamente, no es aceptable presentar sólo lo que es apropiado y suprimir hechos no apropiados, ni negarlos o manipularlos siguiendo un capricho.
4.- Siempre considere diferentes actitudes de carácter [Gesinnungsein-stellungen].
5.- Debe discutir las ventajas y las desventajas de diferentes opiniones.
6.- Cuando usted presente su opinión personal, lo debe hacer de manera imparcial. Además, debe dejar de discutir problemas asociados con su posición personal.
7.- En lugar de presentar una formación del carácter sesgada [Gesinnungsmacherei], se les debe dar a los estudiantes la oportunidad de formar su propia opinión, se les debe dar información objetiva respectivamente para que ellos formen su propio carácter en el futuro.
8.- El razonamiento y la ciencia, autoridades supremas de las personas, nunca deberían faltar en la formación o en la revisión de un carácter ya existente. Es errónea la norma establecida por un periódico de Munich: “Primero la actitud, de ahí en más la razón”. Por cierto, sería satisfactorio, si a la razón se le permitiese una revisión objetiva de la actitud del carácter.
9.- No se puede asegurar que la juventud este sólo preparada para métodos autoritarios, ni para métodos liberales, -posición que sería cuestionada por algunos. ¡Pero dejemos que así sea! La siembra siempre antecede a la cosecha. La “Guía para la Currícula en las Escuelas Secundarias de Prusia” sacó estas conclusiones por medio de recomendaciones para varias clases, indicando de manera expresa, que la enseñanza religiosa en clase tiene que contentarse con presentar sólo material, para ser seguido luego por la autodeterminación del estudiante.
10.- Y si un nuevo carácter que era esperado, no se desarrolla, no debemos olvidar que eso ocurría de manera mucho más frecuente bajo el viejo método. Además: un carácter adquirido y formado por el yo es mejor que aquel que simplemente se acepta, mejor que una actitud infantil e inmadura en relación a la pregunta sobre el carácter.
Es importante reconocer que todas las disciplinas en las enseñanzas escolares respaldarán la formación del carácter. Las matemáticas, la física y la química enseñan con precisión y verificación estricta evitando cualquier intento de moralizar. La biología mejorará mucho el subdesarrollado entendimiento de la naturaleza, se deshará de viejos preconceptos, alentará un amor hacia la naturaleza, y la mejorará respectivamente. La música, la pintura, las artesanías y el tejido desarrollan el gusto de manera favorable incluyendo el sentido estético en la formación del carácter. La gimnasia y los deportes satisfacen los impulsos humanos para luchar en la vida. Además, educan el sentido de camaradería, teniendo en cuenta al otro grupo. Ambos establecen una renuencia a la pelea, al hambre de guerra y al odio entre las naciones. En tal contexto, enseñar idiomas extranjeros con aspectos culturales e históricos [Sachunterricht] es de suma importancia en la formación del carácter en los jóvenes, es decir, para la siguiente generación de adultos.