La partida puede ser una tragedia, más aún cuando las palabras de afecto no han podido ser pronunciadas; como si la navaja gris, nos hubiera cortado la voz, y fuese un cuchillo al fin. ¿Qué nos queda por hacer cuando no ha sido posible revelar con palabras lo que hemos podido decir con besos y la lengua?
Bruno –le petit soldat– en su tediosa labor de agente secreto busca encontrar las palabras negadas casi como un interrogatorio. Verónica padece una suerte de a-dicción, no logra o no puede articular con el lenguaje lo que está diciendo de otras maneras. “¿Qué es más importante, el interior o el exterior?” Ella le responde con un beso en la mejilla. La despedida es inminente: “mañana me voy a Zúrich, voy a coger el avión para Brasil”. Las líneas telefónicas son el modo en que se muestra una distancia ya insalvable; la noticia deja un espacio propicio para que se despliegue el silencio… “Verónica, ¿por qué no dices algo?”, y la a-dicción como una tesis: “no sé qué decir”. Momento de eufheben; Bruno y su proposición: “dime mentiras”; entonces, Verónica responde “no estoy triste de que te vayas…no estoy enamorada de ti…no me iré contigo a Brasil… no te besaré tiernamente”. Se recompone el universo de posibilidades: “no estoy triste de que te vayas” es sobre todo una mentira que revela algo que en palabras no había sido posible: estoy triste que te vayas, estoy enamorada de ti, me encontraré contigo en Brasil, te besaré tiernamente. Así pues, la totalidad del “te quiero” negado se ve superado gracias a un movimiento dialéctico que hace posible algo nuevo: estoy enamorada de ti.
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