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Volumen 20 | Número 1
Abril 2024 | Abril 2024 - Agosto 2024
Publicado: Abril 2024
Editora invitada: Dora Serué
Alejandro Ariel: In memoriam
Diez conferencias sobre Ética y Cine


Este texto es una versión ligeramente modificada del apartado del mismo nombre que integra el capítulo "Una poética del estilo", en el libro "El estilo y el acto", publicado por Editorial Manantial en 1993.

Anexo I

Moral y Ética

Alejandro Ariel

Estética del saber. Estética de la muerte

Vamos a empezar por situar lo que voy a llamar falsos pares de oposiciones. Estos pares de oposiciones son clásicos, desde hace muchos años que uno comercia con ellos, los piensa. Intentaré desorganizar un poco estos pares de oposición. El primero de ellos es bastante clásico, es la oposición entre Ética y Moral; otro es la oposición entre Estilo y Estética, entre Pasión y Deber, entre Sujeto y Estado. Entonces, Ética y Moral, Pasión y Deber, Sujeto y Estado, Estilo y Estética.

Luego de la Revolución Francesa, con el surgimiento del Estado, pero también con el surgimiento del individuo, aparece de otro modo situada la problemática de la existencia.

Es el Arte el que –sobre todo en el teatro y en la literatura– a fines del siglo pasado retoma la pregunta por la existencia. Allí en el comienzo mismo de este siglo vamos a poder situar a Artaud y a Strindberg. Esta pregunta por la existencia que el arte tomó en este siglo, luego la retomará la ciencia, la que lo hará a su modo. Por este advenimiento de la ciencia, lo primero que ocurre es que comienza a borrarse esa pregunta por la existencia, la pregunta por el Sujeto. Se podría decir: el científico no retrocede, el científico produce ese, su descubrimiento, y sólo retrocede –y esto es interesante por¬que aquí es donde efectivamente adviene la dimensión del Sujeto–, el científico sólo retrocede ante las consecuencias de su acto; cuando hace fórmulas no retrocede, cuando todo estalla él se angustia.

Vamos a empezar a situar de algún modo estos pares de oposiciones. Necesito situarlos para tener un ordenamiento común por donde pueda explicarles, afirmarles lo que pienso acerca del estilo, acerca del acto creador.

Por moral vamos a situar lo que es pertinente a la conducta social de un Sujeto entre otros, vamos a definir, para nuestro uso, a la moral de ese modo: lo pertinente a la conducta social de un Sujeto entre otros. Sería lo que llamaríamos los deberes del Sujeto frente al Estado, frente a la ley. La moral es temática, siempre se sitúa algún tema; la moral es temporal, es decir, es la moral de una época. No hay una moral intemporal más allá de las épocas, es siempre referenciada a una época. Además, la moral es subsistencial, permite algún ordenamiento de la existencia de ese Sujeto en lo social.

La moral es el sentimiento del deber, este sentimiento del deber es un nivel necesario de existencia sin el cual no podría ser posible plantear alguna existencia del Sujeto en lo social. En ese sentido la moral es siempre culpa¬ble, siempre se es culpable frente al Estado. Es el legislador, el legislador que cada uno de nosotros cultiva en sí mismo en su relación con los demás. La moral es una deuda sin alternativa.

La moral es la pereza de la existencia, en un dormir en los signos del Otro.

Vamos ahora a tomar el par de oposición, que es la Ética. La Ética es la posición de un Sujeto frente a su soledad; no la posición en lo social por su relación a los otros, sino la posición de un Sujeto frente a su soledad. Frente a lo que está dispuesto a afirmar, a afirmar y firmar. La Ética propone otro plano de existencia y, en ese sentido la ética es atemporal, es atemática y es existencial. Revela el orden de la existencia más allá de la temporalidad en la que el Sujeto está condenado a vivir.

Es un falso par de oposición, pues la ética no se contrapone a la moral. La ética, la existencia del Sujeto desorganiza la moral, no pretende suplantarla. No genera conflictos, salvo en determinados momentos muy singulares. Diremos en el sentido nietzscheano: “hay que separarse lo más posible de situaciones en las cuales habría que decir que no una y otra vez”. Cuando uno comercia con situaciones en las cuales hay que decir que no, una y otra vez, adquiere un hábito que empobrece generando una estúpida ficción de libertad.

Otro elemento necesario para nosotros es la estética y aquí nos acercamos a una dimensión de fundamento para el Arte. Situaré a la estética de este modo: son las condiciones de posibilidad de la experiencia de la belleza en el orden social. Sin estética, sin condiciones de posibilidad no habría experiencia de la belleza. Hay aquí varias determinaciones en relación con la estética, una de ellas es la determinación kantiana. La experiencia de la belleza se da en un cierto espacio y en un cierto tiempo, es decir, espacio y tiempo son condiciones de posibilidad de esa experiencia de la belleza.

Para Nietzsche, en cambio, la experiencia de la belleza se sitúa en relación con la forma; él la sitúa en lo que llama: lo apolíneo. Lo apolíneo es el registro de la apariencia misma, el registro del significante diremos nosotros.

Entonces, la estética se sostendrá en relación con el lenguaje. Plantearé el lenguaje de dos modos: el lenguaje como barrera o el lenguaje como muro (luego lo aclararemos).

La estética es, al igual que la moral –como ven estoy estableciendo un paralelo entre estética y moral–, temporal, es decir, histórica. Hay una determinada estética de una época y una determinada estética de otra época. Es temática, y podemos decir que la estética, en lo social siempre es un crimen contra el Sujeto. Es un crimen contra el uno, pues propone el para todos. Pero al mismo tiempo es la condición de posibilidad donde puede situarse la existencia de cada uno; sin la estética, el caos es una pura desorganización informe.

Hasta aquí, entonces, lo que vamos a decir con relación a la estética.

Con respecto al estilo, que aparece como un par contrapuesto, diremos que es la posición del Sujeto frente a su soledad –como verán estoy usando el mismo registro con relación a la ética, la posición del Sujeto frente a su soledad–, pero aquí no frente a lo que está dispuesto a afirmar sino frente a lo que está dispuesto a crear, frente a lo que está dispuesto a crear más allá de la belleza. La belleza implica, en el orden de la estética, una protección que el mundo brinda, un modo de estar entre otros, entre otros seguro con todos. El estilo indicará, entonces, esa posición del Sujeto en el acto creador que va más allá de la belleza. Y es por ello atemporal, resiste las épocas. Es atemática, no histórica y no personal. No tiene que ver con la persona del creador, con la vida del creador. Trasciende su propia vida, crea. Produce en el nivel de la existencia, más allá de él mismo. La creación es siempre inocente y, al mismo tiempo, culpable frente a la belleza, frente a la estética de una época. Cuando se va más allá de una época se es culpable y por eso gran parte de las obras son póstumas, el reconocimiento se suele tener en la experiencia artística desde la lápida.

Situados estos conceptos, estos modos con los cuales vamos a tratar de trabajar, les propongo usarlos un poco. Mi idea es dividir el trabajo en dos partes: en la primera trabajaremos estos falsos pares de opuestos y en la segunda parte retomaremos una pregunta muy interesante con relación al ac¬tor como nada.

Orden social (para todos) Orden suplementario
MORAL ETICA
Bueno/Malo Existencia que se afirma
Verdadero/falso Sí/No Sí (del acto)
Oposiciones necesarias, Este orden suplementario no es
“humanas", culturales. opuesto ni complementario
Determina el buen o mal gusto, al orden social. Lo EXCEDE
pero jamás el gusto mismo. Lo DESORGANIZA cada vez.
ESTETICA ESTILO
Fundamento del Arte es un Sí creador
producción de la belleza “COMUNICA" la existencia
ESTETICAS: “ESCRIBE" de “UN" Sujeto
1) DEL SABER No yerra en los signos, ni el
(permanencia/clasicismo) ritmo de los Actos que produce.
2) DE LA MUERTE
(transformación/vanguardia)

En el orden social vamos a colocar la Moral, esta pertinencia de la conducta de Sujetos entre otros. Vamos a situar allí un par de oposición nuevo, nuevo quiere decir que no vamos a oponer moral y ética, sino que vamos a oponer términos en la moral misma.

Bueno y malo; verdadero y falso. Y sí y no, el par más simple. Estas oposiciones en el orden de lo social, son oposiciones que son necesarias, “humanas" y culturales, con las que el Sujeto se encuentra en el comienzo mismo. Es aquello que determinará el buen y mal gusto, pero jamás el gusto mismo, ya que éste es aquello que implica “no decir sí, allí donde debemos decir no".

Del otro lado vamos a colocar una palabra que tomamos de Alfred Jarry, la palabra es suplementario. Él lo llamaba a fines de 1800, el universo suplementario. Si decimos que es suplementario, diremos que no es opuesto, ni complementario del orden social. No es complementario del orden social, no es opuesto al orden social y no puede completar a ese orden. Es siempre un en más al orden social. Por más políticas culturales que intentemos.

Este nivel suplementario del Sujeto excede y desorganiza el orden social cada vez que crea. Es la desorganización necesaria de un orden, para que haya acto creador. Pues de no haber la desorganización de un orden, el acto creador será un dormir en las condiciones de la estética de la época.

La ética es una existencia que se afirma.

Dejemos un poco aquí el problema de la moral y de la ética y vayamos al estilo y la estética.

Nosotros dormimos en las formas cotidianas; el teatro va a amenazar las formas cotidianas aunque la escena sea la misma que hay en casa. Va a amenazar las formas cotidianas para revelar algo del orden de lo dormido en esas formas: la pasión, la pasión como negación de la forma, en términos de belleza. Voy a darles un ejemplo clásico, ¿cómo representar un grito? ¿cómo representarlo en el teatro? ¿cómo representarlo en la escultura? ¿cómo representarlo en la pintura? Un grito, una boca deformada. En la estética que llamaré de la muerte, la representación del grito intentaría ir más allá del ideal de belleza, de cómo debe ser ese grito figurado en determinada época histórica. En esta estética, el grito revela la presencia de un Sujeto del grito, de un grito. Propone la creación en el nivel del uno.

Y justamente no es un grito paradigmático. Será la estética del saber la que va a intentar ser un grito que represente a todos.

En esta estética de la muerte, que intenta capturar el pasaje de un estado a otro, estética del agujero, del intervalo, se revelará, entonces, la existencia de un sujeto.

La muerte es lo único inalienable en el Otro, ya que es lo único que el Otro no me puede decir cómo representar. Me puede decir cómo representar tantas cosas, pero no mi muerte. Sí, la muerte, pero no mi muerte. Mi muerte queda como ese espacio y ese tiempo fuera del espacio y del tiempo, “irrepresentable" por las representaciones.

El arte intenta captar ese momento sin necesidad de morir.

Esta estética es la que determina, a través de las épocas, a las vanguardias, lo que se nombra en el orden de lo social como “Vanguardia”. Espacio que no podrá ser llenado por lo mismo, demasiado tiempo.

La vanguardia es una necesidad del orden social mismo. No lo rompe, no suele permitir otra estética, sino que es generalmente absorbida por ese orden, que a veces la convierte en cotidiano y otras veces la muestra en los sótanos.

La vanguardia también es una necesidad de lo social. No garantiza ningún acto creador, éste no es en absoluto necesario.

Dormimos en las formas de la cotidianeidad y un peine es para peinarse a diferencia de ese objeto que hace M. Duchamp. Él pone un peine en un cuadro y uno se encuentra con un objeto inexplicable, inutilizado. Habrá un despertar de eso dormido en la forma. Se duerme y cuando se duerme, se sabe.

En este sentido la relación del saber sobre la muerte me hace recordar una escena de una película, Calígula, cuando el sabio de su corte se suicida cortándose las venas en la bañera, él se le acerca y viéndolo ya morir le pregunta: “¿Qué se siente? ¿Qué se siente?" Y el otro contesta: “es un sueño, un sueño"; no hay saber sobre la muerte, sino sólo sobre nuestros sueños.

La otra determinación de la estética es la estética del saber. El arte aquí aparece situado de otro modo, está concebido como el intento de llevar la belleza a un ideal supremo y, en tanto tal, verdadero. No habrá ya “un" Sujeto, no dirá “una” existencia.

En esta estética de la apariencia, advenida por la experiencia artística, la verdad en la forma será una idea intemporal; en un estado que fuera al fin, el fin de la dialéctica. Sin Sujeto, la belleza para todos es una estética paradigmática de la reconciliación del Sujeto y el deber moral.

Así como la estética de la muerte pretendía atrapar el punto de transformación, la estética del saber pretende atrapar el punto de permanencia, de eternidad de la belleza. De una belleza que no sea afectada por una existencia; que llegue a una idea que capture en ella a la existencia toda.

En la estética del saber, lo apolíneo del lenguaje no es esa barrera singular que al ser negada hacia lúcido y escrito el más allá en la forma.

En la estética del saber, el lenguaje devendría un muro, una forma que no podría ya negarse, una forma que revele un saber eterno sobre la belleza. Que sojuzgue por siempre el más allá, el horror, lo grotesco.

La existencia, retomada al hogar, luego de su larga jornada en la dialéctica, podría ya descansar en una forma perfecta, en un despertar posible.

A veces, el arte deja caer aquello que anuda el saber de una época histórica en su estética, en sus escuelas. La escuela desarrolla el saber y lo enseña. Deviene un clásico.

La estética de la muerte producirá un despertar, más allá de lo instituido por medio de una deformación nueva. ¿Marca de qué? Marca de la presencia de la verdad de un Sujeto. Conmueve lo instituido desde la presencia de un Sujeto y, por lo tanto, no hace escuela. No hay escuela de pintura ni escuela de teatro, no hay escuela a partir de esta estética. Es una muesca, una marca solitaria en el desierto.

En cambio, la estética del saber también produce un despertar más allá de lo instituido, pero de otro modo. Produce una transformación del ideal estético que inmediatamente da lugar a un nuevo ideal estético. En este sentido, la estética del saber hace escuela, admite discípulos. Puede haber enseñanza.

En la experiencia del estilo, en la experiencia de la creación, hay que tomar posición, se afirma un sí –vamos a reproducir este sí que situábamos en la ética– que es creador. El estilo no implica siempre un efecto de la vanguardia, así como no siempre falta el estilo en la producción clásica, puede ser absolutamente a la inversa.

Esta determinación, de lo suplementario permite ir más allá de ser jóvenes en la vanguardia y luego envejecer y transformamos con lo mismo. O bien ser clásicos desde el principio y viejos de entrada.

El acto creador implica lo inhumano de la existencia de cada uno.

El estilo en la creación no anhela piedad, no se queja a la espera de alguna compasión, no se detiene por elegir. La creación toma. La posición creadora deja rayas silenciosas en el real silencio del mundo, estas rayas serán leídas muchas veces. El acto creador no persuade a nadie, ni es el orden de las personas. No precisa ni oferta identificaciones, ya que no requiere rebaños, ni seguidores.

No propone, ni tampoco ahorra el escándalo. La inspiración no elige, la inspiración toma. La profesión suele ser. para los artistas y para los psicoanalistas y para muchos otros, una inmensa miopía con una gran joroba. Suele servir para adormecer ese sentimiento de vacío y esa convicción de la falta que es condición del acto creador. Cuando este sentimiento de vacío se adormece no hay creación, sólo hay sobrevivencia. Esta condición del acto creador no se enseña, se posee, se toma. Cuando se está excluido de ella lo único que podemos decir es que ciertamente se lo está. Cuando se la soporta, simplemente se la ejerce. Que haya Uno que no ceda.




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