Dejé Palestina y viajé a Irlanda del Norte. Las personas que estamos entrevistando ahora son de mediana edad pero hablan del ‘conflicto’ –ocurrido los años de su adolescencia– como propio de una época emotiva de sus vidas. Se escapaban sigilosamente de sus casas porque sus padres les prohibían salir durante los disturbios, pero a ellos les atraía ese fragor que se vivía en las calles. Padecían condiciones de hacinamiento, de pobreza institucionalizada, y los disturbios significaban una manera de dar cauce al enojo y a la frustración.
En Eslovenia conocí a tres Artistas del Bogside , hombres que crecieron durante los disturbios en Derry. Ellos se hicieron eco de las palabras de Khader Adnan –los habitantes del Bogside eran personas comunes a quienes la presencia de los soldados británicos impulsó a luchar.
Habiendo ejercido veinte años como psicoterapeuta, me he considerado siempre entendida en cuestiones relativas al comportamiento humano. Entonces, ¿qué se me escapó? En múltiples ocasiones he sufrido violencia y sin embargo eso no me llevó a la violencia –aunque por supuesto en ocasiones pensé en esa dirección. Pero la violencia perpetrada contra mi persona fue en privado y eso hizo que me sintiera sola y avergonzada durante mucho tiempo.
Tal vez la gente se subleva cuando es numéricamente importante, cuando el grupo les provee del coraje que necesitan para involucrarse en la lucha. Y al encontrar esa fuerza, se sustraen a la vergüenza que hubieran sentido al ser tratados como si fueran seres insignificantes. Tal vez comienzan a entender quiénes son en realidad cuando están en comunidad. No es muy distinto a lo que muchos de nosotros padecimos cuando fuimos violados en nuestros hogares y encontramos grupos de apoyo o terapia grupal que nos ayudó a reunir el coraje necesario para cambiar las ideas que tenemos de nosotros mismos, nuestro comportamiento, etc.
¿Cuánta indignidad y discriminación puede sufrir la gente antes de alzar su voz?
La gente que he conocido en estas zonas de conflicto y que participaron activamente en el conflicto, son personas comunes y corrientes. Sin embargo han hecho cosas que la mayoría de nosotros jamás ha debido enfrentar. Solo puedo suponer que hay una sensación de desesperación en la ira e indignación que provoca la opresión y discriminación que conlleva la decisión de entrar en violento enfrentamiento con los opresores.
Lo que me resulta más desconcertante es la manera en que los gobiernos o autoridades reaccionan cuando el pueblo se levanta en protesta contra la opresión. Utilizan la fuerza física pensando que con esta demostración armada pondrán poner freno a la gente y arán logimpedir que sigan protestando o dando batalla. Sin embargo, con la excepción de la India, bajo la conducción de Gandhi, y tal vez Estados Unidos, bajo la dirección de Martin Luther King, la mayoría de la gente no responde con la no -violencia. Responden de la misma manera que lo hicieron el gobierno o autoridades. Y así se perpetúa el ciclo de violencia.
Por ejemplo, el gobierno Británico bajo Margaret Thatcher creyó que disparar contra gente desarmada aquel Domingo Sangriento de 1972 aplastaría al IRA. En realidad lo que hizo fue hacer que más gente se uniera al IRA. Mucha más gente de la que probablemente lo hubiera hecho de no haber sucedió lo que sucedió.
Israel sigue negando a los palestinos el derecho de desplazarse libremente o de obtener agua suficiente. Han levantado puestos de control con jóvenes armados creyendo que esto los protege, sin advertir que lo que hace es perpetuar la violencia en la región.
Estados Unidos invade Iraq creyendo que va a crear una democracia en el Medio Oriente, no un movimiento insurgente de jóvenes militando en organizaciones radicales para combatir al imperio.
¿Acaso la historia a través de los siglos no ha demostrado que la violencia engendra más violencia?
Cuando yo era joven, protesté contra la guerra en Vietnam. Creía que cuando llegara el momento en el que nuestra generación condujera el país, lo haría de manera distinta a las generaciones anteriores. Dirigiríamos en actitud de paz. Pero no fue así. Los Estados Unidos se han embarcado en una guerra tras otra, y a la vez le hemos dado la espalda al genocidio en lugares como Ruanda. Hemos vivido de manera no muy distinta a la de nuestros padres. No aprendimos de nuestros errores.
Ahora soy mayor, como también lo son las personas que he estado entrevistando. Casi todas dicen que solo quieren vivir en paz, y creo que lo dicen sinceramente. La violencia no funciona. Destruye. He visto la destrucción en los rostros y en las voces de las personas que he entrevistado y que vivieron la violencia en carne propia. La violencia daña a todos y deja sus cicatrices para que la gente cargue con ellas por el resto de sus vidas.
¿Podrá un documental como el que estoy haciendo ayudar a que la gente entienda cabalmente el impacto que la violencia ejerce sobre todos nosotros? No estoy segura. Pero no puedo desprenderme de la vieja hippie que vive en mí. Quiero paz porque sé que es la solución que nos alcanza a todos.