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Volumen 20 | Número 1
Abril 2024 | Abril 2024 - Agosto 2024
Publicado: Abril 2024
Editora invitada: Dora Serué
Alejandro Ariel: In memoriam
Diez conferencias sobre Ética y Cine


Resumen

12
Título original: 12
Año: 2007
País: Rusia
Dirección: Nikita Mikhalkov

El film “12” fue realizado en 2007 por el director ruso Nikita Mijalkov al cumplirse los 50 años del estreno de “Twelve Angry Men”, de Sidney Lumet. Se trata de la deliberación de un jurado de doce hombres que debe decidir sobre la culpabilidad o no de un joven acusado de parricidio. La escena original ambientada en la New York de los años 50 se traslada a la Rusia del nuevo milenio. Así como la mirada de Mijalkov suplementa la obra de Lumet, la lectura de Ariel despliega y potencia tres dimensiones de la decisión: la opción inicial, la deliberación reflexiva, el atravesamiento del fantasma y el acto de decidir. [1]

Abstract English version

De la ética deliberativa a la decisión en acto

12

Alejandro Ariel

Asumimos que las personas presentes han visto la película… Quienes no la vieron se van a perder las tres cuartas partes de la charla. Además, espero con la presentación de hoy poder pagar alguna deuda que tengo en relación a ciertos temas de lo social. Creo que, entre las cosas que me he preguntado, más las que espero responder hoy a través de un recorrido por esta película, pago satisfactoriamente esa deuda. Y eso para mí no es poco.

Decíamos hace un mes, que lo intratable para el psicoanálisis es la comunidad, el Yo en común que no existe más que como ideal del yo y yo ideal. Decíamos que el yo en común era el superyó, la conciencia moral como fenómeno, de lo común, de la opinión pública, de la conversación pública, de la queja pública, de la ideología científica pública; el yo en común es lo publicado del superyó en cada época.

De eso, de lo publicado del superyó en cada época, se hacía escritura y tradición. Hoy, con la velocidad, cada vez menos se hace tradición. El psicoanálisis en cambio se ocupa de la unidad que como Uno divide al sujeto entre ese Uno y el superyó, entre ese Uno y el Ello, es decir, decíamos que el psicoanálisis sería, a lo sumo, una política del Uno, del inconsciente, del que debe advenir, del que ha de llegar, con lo cual yo me permitía situarles la idea del Mesías. Cristo es el que debe advenir, el que ha de llegar es el Uno, sólo que a veces la comunidad se vuelve intratable para la política de la ciudad y hoy les diré que la comunidad se vuelve intratable, cuando no hay de ese Uno, de ese que va a llegar. Cuando cae el amor, la comunidad se hace intratable para la política y lo social se torna no educable. Esto va a ser una arista muy interesante de la película.

Por lo tanto, la violencia del vivir deja de tener una estética posible, una moral posible, y así se enfrenta a sus dilemas éticos: sin fortaleza ni espíritu, es decir sin convicción, eso es una comunidad intratable. Comprenden entonces, que el concepto de incurable es un concepto pertinente al campo analítico y el concepto de intratable es un concepto pertinente al campo de la política, pero los niños siguen naciendo. ¿Dónde habrán de habitar? ¿Dónde habrán de alojarse? ¿En qué relación están con la guerra? ¿Qué amor no los mira, qué amor se niega a su mirada?

Nos preguntamos acerca de lo temible de que el dolor sea inútil. Porque el problema no es tanto el dolor, sino cuando el dolor es inútil, cuando su espectáculo es un espectáculo que puede obviarse, que se consume sin consumirnos, y luego a otra cosa. Por lo tanto, lo que me parecía más interesante de lo que les dije hace un mes, es que la venganza en lo social produce una comunidad intratable y la venganza en lo social toma entonces un nombre nuevo: la indiferencia. La indiferencia es el nombre de la venganza en lo social, frente a la violencia actual.

Voy a pasar ahora a la película y luego, un par de conclusiones. El marco, es entonces el de las preguntas que yo me hacía hace un mes. La película comienza con una frase que dice: “Busquen la verdad en la esencia de la vida, no en los detalles mundanos”. Vamos a entender la verdad en la esencia de la vida, como la pregunta por el Uno, por lo que de Uno, de único, de unario tiene el sujeto y vamos a entender los detalles mundanos como aquello que depende del narcisismo, como aquello que depende del lazo social, como aquello que depende de la posibilidad de vivir entre otros.

Hay un primer detalle de la película que es para mí crucial. Lo advertí en la segunda vez que la vi, y es que la deliberación del jurado se hace en una escuela, y se hace en una escuela porque la Justicia está en reparaciones. Que la justicia esté en reparaciones no me parece una estupidez, y que la deliberación tenga lugar en la escuela, cuando los chicos salen, me resultó también sugerente. Mientras la justicia está en reparaciones, se improvisa un juzgado de película, lo que me lleva a formular, rápidamente, una pregunta ¿será educable el sujeto? Un niño es educable ¿Será educable el sujeto? ¿En qué relación están la educación y la verdad? Porque no nos puede ya satisfacer decir que la educación es imposible. Vean si no otra película que se llama "Entre Muros" y otra más que se llama "La Ola". Tendríamos así una interesante trilogía sobre la educación y la verdad.

Tenemos acá, en el auditorio a Illya Michel Fariña, un amigo, que me ha invitado muchas veces a su cátedra, y que ha tenido la gracia de venir hoy a la Fundación, lo cual le agradezco ya que es alguien que enseña con películas, lo cual resulta apasionante. Sigo entonces su impronta.

En la película se nos dice que en apenas veinte minutos estará listo el veredicto. ¿Por qué? Porque hay una opinión pública ya formada. El muchacho acusado es checheno, la víctima es un oficial ruso, están en la Rusia actual, es el año 2007. O sea, estaba todo concluido de antemano. En veinte minutos, estará listo el veredicto. Y ahí vemos aparecer algo, que uno no aprecia de entrada, pero que termina de ver al final, y que refiere a uno de los doce jurados –Alejandro Sicorsky sugería ayer a la anoche que podría tratarse de los Doce Apóstoles ¿por qué no?

Uno de los doce, entonces, guarda una Virgen con el Niño y ahí ocurre un episodio muy interesante: están encerrados el acusado y el jurado. Se cierra la puerta, cierran con llave, cierran los teléfonos celulares. Se ven los dos encierros. El jurado está encerrado. El acusado está encerrado. Pero no sólo el acusado y el jurado están encerrados, hay otro detalle, el piano del colegio está entre rejas, el piano también está encerrado. No hay música más que aquella que se toca a través de las rejas.

Aparecen, en un breve lapso, el juego, el sexo en un corpiño, las drogas en una inyección y uno, en una acertada frase de la película "Doce hombres en pugna", establece un instante de detenimiento cuando dice: No guilty. No culpable. Ya no son doce, ya la opinión pública no es unánime. Y con todo el miedo del mundo, este hombre levanta la manito y él dice que lo que quiere es hablar. Una ética de la deliberación es una ética de la palabra: había uno que quería hablar. Él estaba en contra de condenarlo demasiado rápido. Eso es lo que hace la opinión pública, condena siempre demasiado rápido.

Él dice, estamos hablando de un ser humano, el hablar aparece como la humanización frente a la opinión pública. Entonces le preguntan qué es lo que quiere, y él dice: hablar, al menos hablar.

Hablará él de que la cadena perpetua es un nunca más y frente al nunca más, él dice que "el hombre no es una sandía que puedas tirar". Pero hay un detalle fundamental, él dice: "Pero no quiero entretenerlos; si soy el único que piensa así, votemos de nuevo, y si soy el único que piensa así, cambio mi voto". Ese "no quiero entretenerlos" quiere decir que él no va a ocupar el lugar del héroe, no va a pelear contra todos por ese deseo de hablar, no tiene vocación de inmolarse.

"Si soy el único, cambiaré mi voto" indica que no es el héroe, ni es sacrificial, y recuerda entonces a Jesucristo cuando le dicen:

— Pero si tú eres el hijo de Dios y estás acá entre nosotros, y todos tus enemigos te acechan, con un simple gesto, los desplazas, los anulas.

— No he venido para eso, he venido para otra cosa.

Y este hombre, no ha venido a pelear con los otros hombres del jurado, ha venido para otra cosa, ha venido para instituir, al menos, una palabra.

Ahí aparece una frase maravillosa, él dice que no desea diferenciarse del grupo, y por eso pide que la votación sea secreta. Entonces, mientras se realiza la votación él vuelve a mirar la virgen –en realidad uno no verá la virgen, porque está apoyada detrás de un trofeo y uno ve siempre el trofeo que está en la vitrina y no la virgen que recién se verá sobre el final de la película.

Resulta que en esta segunda votación hay uno más que piensa que no es culpable y entonces aparece, luego de esa ética de la deliberación que comenzó a ordenar el campo de la palabra, una ética de la reflexión. Es un judío, que dice que hay que hacerse responsable sobre la decisión, y que empieza a considerar que el chico es indigente, que el abogado no lo podía defender, etc. Y entonces hace su entrada el hombre común, en la voz del taxista, y con él, aparece el antisemitismo, cuando dice "tú y tus trucos judíos, ensucian todo". Entonces otro dice: "yo soy medio judío". Y el taxista le responde "no hay medio judío, se es judío o no se es judío".

Frente a esa ética, que ha pasado de la deliberación a la reflexión, aparece el antisemitismo y es el antisemitismo el que comienza a ordenar las acciones. El sujeto del comienzo, el que dijo que sólo quería hablar, va a tomar sobre sí la historia, y esto es fundamental, porque como veremos no hay responsabilidad sobre una decisión si no se toma sobre sí la responsabilidad de la propia historia. Esto es lo que va a suceder durante tres horas de película y esto es lo que tiene que ver con el psicoanálisis. El psicoanálisis permite que alguien tome sobre sí la responsabilidad por su propia historia.

Entonces, el sujeto toma responsabilidad sobre su propia historia y habla de la relación con su esposa. Él era un investigador que llega a inventar algo para ser usado en los teléfonos, por lo cual recibe felicitaciones y obtiene treinta rublos. Y le ofrecen comprarle la patente, pero él, desde su espíritu nacionalista, no la quiere vender. Entonces la esposa lo abandona, él se desmorona anímicamente y comienza a emborracharse, a estar todo el tiempo ebrio, y dice que se hubiera sentido feliz de morir, que buscaba la muerte, que quería que lo cortaran, que lo golpearan. Cuenta que, en un tren, donde él apestaba y molestaba a todo el mundo, terminó diciendo algo que va a ser interesante para nosotros, porque es algo que se escucha todo el tiempo en los consultorios; dijo "mi vileza me satisfacía".

El sujeto llega al límite de la degradación. "Mi vileza me satisfacía". No todos son neuróticos pulcros y cuidaditos en los consultorios ¡y menos hoy! Él lleva su degradación, intenta llevarla absolutamente al límite, como si ahí encontrara el goce de su propia existencia al no ser reconocido por los otros en ese lugar de investigador, de inventor exitoso. Que lo tiraran. Ellos, todos ellos, para quienes ha tenido al menos una tarde de otoño fría. Se está mojando, está solo, se siente mal y piensa en la miseria que le ha tocado, ve a los otros como a aquellos que miraban desde lo lejos y en silencio.

Entonces se produce el milagro. Se encuentra en el tren con una señora con una nenita de cinco años que se asusta, obviamente, y la nena lo señala y dice "está loco, estoy asustada", y la madre le contesta "no está loco, sólo está muy triste". Esa madre y su hija, serán la Virgen y el Niño, que él tiene en su estampita y que lo acompaña durante todo el periplo. Se decide y vende el invento a la compañía extranjera y se casa con esa madre Y entonces se pregunta algo que será fundamental para la conclusión. Se pregunta: ¿cuál es el destino de una persona? ¿El destino de la vileza, el goce en envilecerse? ¿El destino de ser uno más en la opinión pública? ¿Cuál es el destino para una persona? Y finalmente concluye: "me miró más de cerca que cualquier otra".

Por supuesto, el taxista le contesta, "claramente es una historia de salvación, es tu historia. Nada más". Sí, por supuesto, pero porque él pasa por su propia historia para tomar la responsabilidad por su decisión. No hay otra forma. Quien crea tomar la responsabilidad por la historia de otro sin pasar por la propia se engaña, y es absolutamente débil y maleable, aunque todavía no lo advierta.

A veces, el taxista –una maravillosa actuación de Sergey Garmash, que compone a un ser verdaderamente indeseable– dice que se siente extranjero en su propia ciudad ¿Cómo van a comparar a un muchacho ruso con un muchacho checheno? Del antisemitismo, pasa a cuestionar la democracia: cómo autorizar la violencia, porque son los bastardos, los chechenos, los que roban.

En ese momento, la película nos va entregando partes de la historia, en una imagen que sólo se aclara al final. El niño, juega con los guerrilleros chechenos, baila. El padre de este niño era un colaborador ruso, por eso cuando lo ve bailar con los guerrilleros chechenos lo llama al orden, y el guerrillero checheno le dice "en la escuela no aprenderá a luchar". Y el padre lo llama y lo lleva a su casa para reprenderlo. La madre de ese chico tiene un amante ruso, que es el susodicho oficial, que será el segundo padre de este chico.

En un determinado momento, los guerrilleros chechenos van a asesinar a sus padres por colaboradores, el padre y la madre aparecen muertos, en una misma escena que insiste, sin que uno entienda… hasta que entiende. Por eso, el oficial ruso en un determinado momento, cuando matan a los guerrilleros chechenos lo encuentra y dice "te encontré". Ese "te encontré" es porque era hijo de esa mujer que él había querido.

Hay una frase en ese momento que es maravillosa; la saco de contexto y la recomiendo fervientemente. Dice así: "aquel que esconde la cabeza en la falda de su esposa, nunca la encontrará". Esa frase es maravillosa.

Piden el arma del crimen, que es especial… viene toda una historia con eso y nos relatan que el padre y la madre de este chico, han sido muertos por los chechenos. Volvemos nuevamente a la sala y aquí aparece una primera intervención del judío, que es muy interesante porque nos aclara algo. Cuenta la historia del padre, que estuvo en la morgue con la esposa del oficial alemán, que después el oficial los pone presos por colaboradores y después cuando los dejaron, se reencontraron y vivieron felices, pero él dice que justificaba al padre porque ¡era tan linda esa mujer! La belleza de esa mujer justificaba al padre que los abandonó a todos… y además dice algo que le permite a uno entender un detalle de la madre del acusado: "mi madre no era un ángel, cualquier cosa puede suceder"

Entonces, ahí empieza a existir la vida. Era tan linda, que se fue y nos dejó a todos. Mi madre no era un ángel, cualquier cosa puede suceder. Eso es la vida. Transcurre el tema de la infidelidad, la cuestión de la vida y de cómo suceden las cosas, cuando suceden… y él dice: si me lo hubieran contado no lo hubiera creído, pero era mi padre. La estética de los padres atraviesa toda la película.

Inmediatamente, aparece otro de los protagonistas que dice que el tío era un jugador, que era un buen hombre, pero que se perdió en uno de esos casinos que pusieron los nuevos rusos y perdió plata, y después recurrió a un prestamista y perdió más dinero todavía… y después, ese jugador se transformó en un terrorista. No es cualquier palabra, que diga que se transformó en terrorista ese que era un jugador, cuando están hablando de los chechenos.

Es decir, empiezan a desarrollarse los relatos, uno a uno, y empiezan a organizarse los tiempos. Y entonces, aparece en la película un decir que es maravilloso: la ley es muerte. Los rusos no viven de acuerdo a la ley, porque si los rusos vivieran de acuerdo a la ley, la ley sería una cáscara vacía. Con lo cual, las relaciones humanas son la complicación de esa cáscara vacía. Y acá la película produce un giro y aparece la palabra misericordia: la ley es muerte, es una cáscara vacía si no hay misericordia.

Empiezan a cambiarse los votos: "esto es un circo"; "me uno a ellos"… y nos aparece otra ofensa que alguien toma sobre sí. El taxista dice que los chechenos son animales salvajes, pero el cirujano que era del Cáucaso, le pregunta si está hablando de él. Entonces el taxista lo acusa de haber comprado el título y el cirujano se enoja muchísimo y dice "¡Nunca compré nada! ¡Nunca le pagué a nadie! ¡Trabajé limpiando baños y me gradué con honores!"

Efectivamente, ese lugar donde él cuenta su historia, después la va a ampliar, ese punto en que se siente ofendido, lo lleva a pasar por la verdad de su propio esfuerzo, y cambia el voto. Ya estamos en un cinco a siete y entra el pajarito en escena. Ingresa un pajarito que nos acompañará hasta el final, mirando, en silencio. Ese pájaro es un aire que vuela.

Cuando yo era chico y veía que volaba una hoja, me preguntaba si se movía la hoja o se movía el aire. Nunca podría expresarlo claramente, hasta que un día me di cuenta de que lo tenía que decir poéticamente y lo dije así: la hoja es el índice de que hay aire que se mueve.

Entonces, el pajarito es un aire que vuela. Veremos por qué digo esto. Entra el pajarito, y la escena se transforma inmediatamente en una escena de guerra en la que se quema un piano. Y entonces advertimos que estamos frente a una obra, no una película. Yo digo que hay pinturas que son cuadros y pinturas que son una obra. Hay películas que son películas y hay películas que son obras. Esta película es una obra.

Se quema el piano… y entonces deciden recrear la escena del crimen. Deciden ver cómo la recuerdan. Deciden que el viejo mintió, que las cosas no pudieron haber sucedido así, y hay algo interesante: en el momento de recrear la escena, son niños jugando, por lo tanto, pasar por la verdad de un sujeto, que un sujeto se haga responsable de su propia historia en términos de la verdad, no es sin jugar. De eso hablamos con Alejandro Sicorsky, cuando decimos que el psicoanálisis no es de la infancia, sino desde la infancia. Se trata de jugar. De eso lúdico, que hace que esas personas despojadas de sí hagan lo necesario para recrear esa escena, que era la de un crimen.

La votación cambia, el actor se enoja con el taxista, porque cuando le toca contar su historia el otro se burla. Y entonces le dice: "estoy harto de tu risa, te ríes de todo y de todos. Ser serio es temible". Y entonces dice algo que supone para él el pasaje por su propio estatuto de verdad, por la relación entre la risa y la muerte. Dice: "sólo me he ganado una sonrisa cuando mi abuela estaba enferma y yo tenía cinco o seis años. Ella se estaba muriendo y yo estaba aterrorizado; frente a ese terror lo que hice fue imitar a una vecina, y mi abuela no dejó de sufrir, porque el dolor era mucho, pero tenía una sonrisa en la cara.

Si hay algo que podemos entender de lo que dice Freud en relación al humor, es que es una posición frente al sufrimiento, no termina con el sufrimiento… es la famosa frase ¡qué linda manera de empezar la semana! Con esa sonrisa no iba a curar a su abuela, pero le permitía morirse dignamente, y ese era el sentido de su risa; por eso no podía tolerar la risa del taxista, que al reírse de todos y de todo, se tornaba insoportable.

En suma, cada uno pasa por el límite de su fantasma para encontrar la dimensión de verdad, para encontrar el alcance de una decisión. No lo olviden. Él dice: puedo sentir en mis huesos su terror y su soledad. Lo dice con respecto al acusado, porque lo sabe en relación a su abuela frente a la cual él improvisó aquella imitación para producir una sonrisa.

El pájaro vuela y allí el taxista decide a su vez tomar más vuelo en el asunto y se pone imaginativo. Se dirige a otro personaje, un hijo de mamá, un personaje maravilloso que es presidente de una compañía de la cual su mamá es dueña, y lo aterra. Aterra al hijo de mamá, con una amenaza sobre la criminalidad sin sentido de los chechenos, lo hace imaginar, y nos hace imaginar a todos nosotros, ese supuesto horror. Hay una escena en la que parece que le corta la cabeza, llevándonos al límite del fantasma, donde todos somos nenes de mamá y nos imaginamos que nos van a matar a la mujer, a los hijos, que nos van a cortar en pedacitos… y entonces volvemos a la opinión pública: hay que matar a los chechenos.

Entonces, él agrega lo que hay que agregar cuando alguien se propone llevar al otro a la dimensión de su fantasma. Una palabrita más: "¿tú no entiendes por qué lo hizo? Yo, sí: porque somos trofeos para él". Y entonces este hombre, llevado al límite de su fantasma, de su histeria, vomita. Va al baño, temen por él, incluso piensan ir a buscarlo. Pero no hay que temer por la histeria, la histeria se recompone, y el tipo sale todo atildado, cambiado. Es la histeria. Es este mismo personaje el que va a decir después "¿Qué voto era? ¡ah! Sí… es el otro, son mis principios".

Por lo tanto, asistimos al terror de imaginar, ya no la arenga, sino la construcción de la opinión pública: “yo digo, que hoy por hoy, todavía la gripe de los puercos es una infección psíquica, no una infección real…” Ahí, nuevamente, volvemos a la historia. El terror de imaginar, nos convoca a ser todos hijos e hijas de mamá, histéricas: nadie se salva de eso.

Hay una frase del Apóstol Santiago, que me recomendó Alejandro Sicorsky, que dice así: "Si uno resiste al diablo, el diablo a uno no lo obliga, el diablo se va". Lo que te llama, es la tentación, el diablo no te obliga, si logras resistirlo, se va. Pero ¿desde dónde pararse para resistirlo?

Vuelven las imágenes del pasado. El tío Volodia se encuentra con el muchacho, lo reconoce, le dice que van a ir a Moscú. En ese momento se corta la luz, y vemos al chico bailar para entrar en calor, ese baile maravilloso que va a tener una función al final. El baile, tiene una función al principio, tiene una función en ese momento, cuando todo el mundo deja de ver, y va a tener una función al final.

Empieza entonces a aparecer la explicación, el motivo. Se arma la cuestión de la escena del edificio, de los capitalistas que estudiaron todo, que armaron la escena, que mataron, y aparece una frase que retuve, una frase sencilla que define al capitalismo, pero sin ninguna pretensión intelectual, lo define con una sencillez maravillosa: cuando millones de dólares están en juego, la diferencia entre persuasión y ejecución, desaparece.

Entonces hace su entrada otro testigo y se presenta esta controversia con el cirujano para ver si lo puede clavar de arriba, si lo puede clavar de abajo y cuando el cirujano le muestra lo que le muestra, aparece un pequeño detalle. En un determinado momento una vez que le ha demostrado que no puede haberlo matado del modo que se pretende, el taxista se toca la cara; uno no sabe si es sangre o qué… y resulta ser la cagada del pajarito. El pajarito, lo ha cagado en ese último gesto.

Cambia la decisión el cirujano, la cambia también el "hijo de mamá" y ahí aparece una frase que se revela cierta: “Señor, estoy ciego”. Estamos en el estado de situación tres votos Culpable, nueve Inocente. Y le toca el turno al arquitecto del cementerio, el que hace la tumba húmeda, que produce otro pecado, que es la coima. Le dicen que con la muerte no se juega y él responde: "pero todos están en eso, todos… yo hago beneficencia con ese dinero". Y agrega: "yo ayudo a la gente a la que no les importa de dónde salió el dinero. Uso el dinero de los muertos para ayudar a los vivos”.

Ese sujeto, es el que va a ir catorce veces por día al gimnasio, y se va a coger a su amante de veintiún años cada media hora, para que no lo engañe. Inmediatamente va a aparecer una referencia a la mujer, que hasta ahora no había aparecido demasiado y va a ser introductoria, al modo de resolución de lo del taxista.

Aparece una testigo celosa, de la cual se dice que padece de “celos femeninos”, esos inútiles celos femeninos que lo llevaron a divorciarse, ese enloquecimiento de la voz de una mujer en la cabeza de un hombre, por eso “un hombre que apoya su cabeza en la falda de una mujer no la encuentra más”, porque la cabeza le queda afectada para siempre. Y se dice: "Ella no mintió, ella quería creer que era el chico". Efectivamente, en ese decir de las mujeres, uno no puede considerar que está mintiendo: ella sólo quería creer que era eso, y el discurso está construido sobre su anhelo.

Esto impacta en el taxista. Le acierta. Hay algo que todavía no termino de dilucidar y es la importancia que tuvo en la trama el despliegue de un espacio y en un tiempo acotado para cada uno de los jurados. La verdad, la responsabilidad por la historia de cada uno, para que, con el tiempo suficiente, el transcurso suficiente y la ocasión suficiente, los relatos hagan finalmente eco en el taxista. Hagan resonancia, porque si todo terminaba diez minutos antes no existiría ese efecto de resonancia. O sea, hay algo ahí que se me escapa acerca de qué quiere decir “unanimidad”, porque la unanimidad es sobre las dudas, no sobre la certeza.

Entonces, el taxista cuenta su historia. Una historia en la que su mujer lo dejó, la abuela se ocupaba del hijo, y cuando consiguió estar con otra mujer, esta hacía lo mismo que la primera: le llenaba la cabeza sobre el hijo, tanto que un día terminó pegándole brutalmente a su hijo. Y de esa sonrisa parpadeante, atontada y loca, el hijo no salió más, hasta que terminó abandonándolo también la segunda mujer. Y ese hijo, que dejó de llorar, que parpadeó, sonrió y no lloró más, una noche se despertó: se había orinado en la cama. Y entonces, este hombre se encuentra con la posibilidad de nombrarse: verdugo de su propio hijo. Cuando él intenta acercarse al hijo, tomarlo en un primer gesto de amor, ya es tarde, y el hijo dice: "papá, no, papá no, no, no papá" una y otra vez. Y entonces el taxista cambia el voto.

Once votos Inocente. Pero el Presidente del jurado vota Culpable. Y acá tenemos un giro que no está presente en "Doce Hombres en Pugna". Un giro que a mi gusto ofrece un armado mucho más glorioso y que nos va a conducir al final de la película. Hacia algo que va a ocurrir sobre el final y que, para mí, como psicoanalista, es crucial en relación a la deuda que tengo que pagar para poder decir algo en relación a lo social.

El Presidente vota que es culpable porque dice que sólo le hacemos daño a los que amamos, que si lo dejamos salir en libertad los asesinos lo van a matar. Es muy probable. Entonces le dicen ¿por qué? "Es porque hemos establecido la verdad y en la calle lo van a matar. No lo liberemos". En un momento dado uno le dice: "usted es un artista, tenemos que desconfiar de los artistas". Entonces él dice: "No, artista no, oficial". Y el otro le replica: "Ex oficial", y entonces él responde: "no se puede ser ex oficial", y cuando lo dice se le quiebra la voz, porque se da cuenta que no es posible sostener la dimensión de la verdad en el orden de un grupo. Que esa verdad es para sí solo, para él en su intimidad.

Deja de querer convencerlos de hacer grupo para salvar al muchacho y dice: "votemos nuevamente; si todos consideran que es inocente, yo cambio mi voto y afirmo que es inocente". Y votan que es inocente, y se acaba. ¿Por qué? Porque cuando dice, si lo escondemos en prisión y hacemos grupo de los sujetos, todos los sujetos que hemos establecido esta relación a la verdad a lo largo de estas tres horas, ese grupo resultará un grupo de marxistas del poder, un grupo de fascistas, un grupo de élite, un grupo de esclarecidos. Pero entonces, si lo liberamos "¿quién pagará?", le preguntan.

En realidad, estoy introduciendo una pregunta que yo mismo me hice en función de mi propia práctica, y no únicamente como psicoanalista. "¿Quién pagará?" "Nosotros" dice el oficial "¿Quién más se va a ocupar de él, que nosotros? ¿No has visto acaso cómo nos va con esta opinión pública? ¿Quién más se va a ocupar? Si nosotros tenemos esa relación a la verdad, nos tendremos que ocupar"

Pero, en rigor, la verdad como acto subjetivo, es una decisión, pero no una decisión que se pueda sostener en la vida. Y el oficial se da cuenta de eso. De que hay decisiones que no se pueden sostener colectivamente: él entiende que esa dimensión de la verdad a la que han accedido no la puede sostener la dimensión del grupo.

La dimensión de la deliberación, la dimensión de la reflexión, la dimensión de la búsqueda de la verdad en relación al veredicto, esa sí puede ser sostenida por el grupo. Pero hay una dimensión de esa verdad que aconteció en acto, y esa dimensión escapa al amor, al trabajo, al sexo. Escapa a esos atributos porque, en suma, el psicoanálisis no puede proponer la sublimación o la muerte como ideal.

Los integrantes del jurado se excusan "hemos liberado a un inocente, el resto corresponde a las autoridades, y si las autoridades no están a la altura, no están a la altura, pero no nos corresponde a nosotros ir más allá". Él se ríe, pero no precisamente aliviado. "Y así va todo"

El oficial se calla y toma una decisión, que es doble. Por un lado, él va a tener al chico, por otro lado, él como oficial ruso, quiere encontrar a esos rusos que mataron a ese hombre. Llora y vota inocente, pero él va a sostener su decisión, a solas, no para ni frente a todos. Lo hará a la manera de Antígona, cuando la hermana le dice: "ya te entendí, estamos de acuerdo, vamos entonces las dos", y Antígona le responde: "no, yo no te quiero de socia, yo tomé mi decisión y voy a sostenerla a solas”. No por egoísmo, sino porque hay algo de la soledad en esto de enterrar a un muerto.

La sala se va quedando vacía. Y entra el primero de estos hombres, el que sostuvo la ética de la deliberación. Entra nuevamente para buscar la virgen, y es allí cuando uno se entera que la virgen estaba oculta… y ahora está el pajarito al lado de la foto. Él abre la ventana, deja entrar la nieve, mira al pajarito, guarda la virgen, besa la estampita de la Virgen y al Niño, aquella que lo sostuvo para hacer lo que hizo, y dice: "Las cosas son así". Y mientras entra la nieve y el frío, se llega a ver la imagen de los asesinos, uno de los cuales entra en un auto comunicándose urgido a través de un teléfono celular. Entonces se completa la frase: "Las cosas son así. Si quieres volar, vuela. Eres libre, decide si te vas o te quedas. Nadie lo decidirá por ti. Ha sido un honor".

Ese es el modo, como yo me imagino terminar un análisis: "Las cosas son así, si quieres volar, vuela, si no quieres y prefieres quedarte, te quedas; eres libre de decidir si te vas o no. Nadie lo decidirá por ti. Ha sido un honor".

Y aparece en pantalla una leyenda, para que yo pueda sacar mi conclusión y terminar. La leyenda dice: "La ley, está por encima de todo. Pero ¿qué sucede cuando la misericordia está por encima de la ley?" Mi conclusión va a ser interpretar eso. Lo primero que voy a decir, hoy ya afirmándolo ante ustedes es: no hay grupo de sujetos. O en términos de Hegel, no hay sociedad de Amos.

Puede haber grupo, que transite esta ética de la deliberación, esta ética de la reflexión, incluso esta ética de pasar por la historia de cada quien. Pero no es eso lo que define al grupo ¿Cómo soportar que haya grupo, cuando hay la dimensión del sujeto, sin necesitar de hacer de ello una política para el grupo?

Es en estos términos, en los términos de la charla que han compartido hoy, que pretendemos con quienes me acompañan, que la Fundación Estilos no sea una comunidad deshabitada, que sea una comunidad donde haya chance a una ética de la deliberación, a una ética de la reflexión, a una ética del sujeto en relación a la libertad. Pero a la libertad de decir cualquier cosa, no la libertad de matonear, sino esa íntima libertad de poder quedarse o de poder irse.

Aprender a morir, dice Freud. El lenguaje nos anuncia la muerte, y nos hace difícil vivir, porque nos anuncia la muerte. Somos mortales. Y ello nos hace difícil vivir, porque nos anuncia la muerte, pero a la vez no nos otorga el secreto que se limita a anunciar.

Y entonces, voy a terminar con las palabras de hace un mes, cuando anuncié esta charla: a Dios gracias, lo imposible es inocente. A Dios gracias, prepararse para la muerte, es no vivir de los anuncios del fantasma. Muchas gracias.


[1Clase dictada por Alejandro Ariel en la Fundación Estilos el 4 de mayo de 2009 en el marco del Seminario Bianual II sobre los Límites actuales en la Transferencia. Por gentileza de su autor y de la Fundación, reproducimos el texto, manteniendo el estilo coloquial de la transcripción original, con ligeras modificaciones y un título provisorio a cargo de Juan Jorge Michel Fariña, para el Programa de Ciencia y Técnica de la UBA.



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