[gris]Recibido: 6/12/2016 – Aprobado: 1/2/2017[/gris]
Podríamos definir el quehacer ligado a la Filosofía Antigua, sin duda, como un estudiar, un investigar, un reconstruir o un historiar. Pero, a través de este accionar, no simplemente leemos aquella filosofía escrita con caracteres lejanos, sino que también, cual copistas, traductores e intérpretes, la seguimos aún escribiendo y reescribiendo. Asimismo, al hacer de este modo historia de la filosofía, no obramos sino desde un presente histórico, un presente que indaga desde la problematicidad de su contexto (Fornet Betancourt, 2008), desde una hermenéutica que posa su mirada en el pasado desde las preocupaciones éticas y teóricas de un hoy (Cornelli, 2009). Su investigación y su estudio son afines a la concepción dialógica tan cara al período en cuestión, por lo cual historiar en Filosofía Antigua es dialogar con el pasado: leer la antigüedad desde los problemas que nos aquejan en la filosofía contemporánea, y releer la contemporaneidad desde la perspectiva que nos ofrecen los griegos (Soares, 2000). Filosofía antigua: un pasado que resulta presente al ser historiado, que opera o puede operar en nuestras concepciones o acciones presentes. Deseamos preguntarnos aquí en qué consiste ese carácter textual que propicia el quehacer filosófico en contextos sociales como el aula, en su sentido etimológico de aulé, lugar de permanencia y construcción común (Castello & Mársico, 2005). [1]
Será en el aula, y particularmente con el estudio de las fuentes antiguas, donde hilvanemos una trama dialógica que se actualiza siempre según las vidas de quienes oficien allí de agentes pedagógicos (Cornelli, 2010). En la línea de dicha caracterización nos referimos al diálogo platónico, en tanto se lo considera como un recurso privilegiado a utilizar en las aulas de filosofía por la dinámica que promueve el género elegido por Platón y la intencional ausencia del autor en sus escritos. [2]
Reflexionaremos, en principio, en torno a la posibilidad de que el aula de filosofía, en la cual se usa el escrito platónico como recurso, pueda devenir un dispositivo conjunto de entrenamiento filosófico en virtud de ciertas decisiones plasmadas en la escritura de la obra de Platón, una obra que incentiva al lector a que asuma, en su lectura, una aventura. Intentaremos, asimismo, proponer una concepción de cierta práctica de escritura de impronta platónica mediante una interpretación de alusiones a ésta que hallamos en Fedro 276d y Banquete 208a-b.
Si existe un lugar en donde la voz y las voces escritas por Platón se actualizan, ésta es el aula, en tanto grupo de personas con encuentros asiduos bajo constantes de espacio y tiempo en los que el escrito platónico es usado como recurso para el aprendizaje filosófico. [3]
Por un lado, creemos, junto a Szlezák (1999), que las elipsis deliberadas que el lector encuentra en el escrito platónico poseen el carácter de exhortación. Dichas elipsis, cual semillas, promesas, misterios, o seducciones, se encuentran diseminadas en distintos lugares de la obra platónica en su integridad, como anuncios visibles, como aberturas pronunciadas no colmadas, o como pequeños guiños al lector. Por otro lado, la dimensión autor-audiencia, como propone Rowe (2007), podría ser considerada como una erótica de la mostración, el ocultamiento, la demora, la carencia, el deseo y la avidez; una erótica hacia un conocimiento postulado, y no comunicado directamente. ¿Será accesible en vida, mediante la lectura de la obra platónica completa, tras las paredes de una Academia para iniciados? ¿O solo será accesible post-mortem, como desideratum y mérito de una vida de entrenamiento filosófico (Fedón 64a: epitédeusis)?
Nos gustaría, por nuestra parte, oficiar también de sembradores del deseo filosófico, e invitar a pensar la práctica de escritura platónica como un juego de amor, en el que el lector es afectado por un giro erótico producido por una lectura que no lo colma y no es colmada por completo. Y tal lector deviene escritor, con el afán de intentar responder, en parte, a ese ardor filosófico. Basta escarbar en suelo platónico y vislumbrar qué tan fértil podrá ser nuestra hipótesis de lectura. En el Fedro, Sócrates discurre sobre el proceso de escritura. Es posible que, si el conocedor de cosas justas, bellas y buenas decidiera escribir, lo hiciera como una siembra:
(…) sembrará y escribirá jardines en las letras, según parece, atesorándolos como recordatorios “para la olvidadiza vejez cuando esta llegue”, para sí mismo y para todo el que [le] siga la huella. Y se complacerá al ver crecer sus retoños. Y cuando otros recurran a otros juegos (paidiaîs), regándose a sí mismos con simposios y cuanto es allegado a eso, para entonces él pasará el tiempo, según parece, en lugar de con esas cosas, jugando (paízon) con esto que refiero. (Fedro, 276d)
La figura de la siembra refiere a una posible práctica de escritura como juego (paidiá) no condenado por la voz socrática autorizada por Platón en el diálogo. Habrá quienes preferirán regarse a sí mismos en simposios no filosóficos, pero también habrá quienes seguirán la huella del labrador y verán crecer sus retoños. La siembra filosófica florecerá y será regada, no con las aguas con las que uno mismo se embriaga en placeres vacuos [4], sino con el riego que permite que el labrador pueda trascender por su obra. Platón, con sus escritos, nos ha labrado un terreno de fecunda filosofía.
Quizás Diotima, voz autorizada del simposio filosófico por antonomasia, pueda introducirnos en estos misterios de la siembra:
En efecto, lo que llamamos ejercicio (meletân) existe porque el conocimiento tiende a desaparecer. El olvido es la desaparición del conocimiento. Y como el ejercicio produce un conocimiento nuevo para reemplazar al recuerdo que se aleja, conserva el conocimiento; y, así, el conocimiento parece no alterarse. De esta manera, pues, todo lo mortal se conserva. No por conservar siempre su identidad, como lo divino, sino porque el ser que se aleja y envejece deja en su lugar otro ser, joven (tal como él lo fue antes). Mediante idéntica argucia, Sócrates, lo mortal participa de la inmortalidad, en lo que hace a su cuerpo y en todo otro sentido (tálla pánta). (Banquete, 208a-b)
Lo mortal tiende a perecer, pero participa de la inmortalidad en lo que hace a su cuerpo, la reproducción. El conocimiento mortal también tiende a desaparecer, pero participa de lo inmortal “en otro sentido”. ¿Cuál será este “otro sentido” que Platón, tras la máscara de Diotima, nos presenta como elipsis deliberada, seductora, y no parafraseada? Siguiendo sus huellas, y las nuestras, quizás podamos arriesgar una respuesta: este “otro sentido” mediante el cual el conocimiento mortal participa de la inmortalidad puede ser la escritura, pero en tanto juego de amor de exhortación y proyección a futuro, de escritura para la reescritura. En vez de resultar un phármakon del recuerdo individual, la escritura platónica cumplirá, en cambio, una función social para que la posteridad pueda ser exhortada a vivir en fecunda philosophía. [5] Así, los conocimientos nuevos, cual retoños, ocuparán el lugar que las semillas atesoradas del conocimiento antiguo hayan dejado, y la permanencia del conocimiento sembrado será garantizada mediante un ejercicio constante (meletân) de fecundación en terrenos de belleza. El nuevo labrador seguirá la huella del antiguo, tomará la posta, y aprenderá su arte filosófica para seguir emprendiendo y sembrando el frondoso camino de tránsito conjunto.
Preciosa obra legada y fijada como corpus por la tradición, el escrito platónico. De carácter aún vivo, abierto, nos exhorta con su escritura, como un juego de amor, a un novedoso re-ejercicio de la philosophía en donde se la ponga en acto, como, por ejemplo, en el aula. Aulé, precisamente, habría referido en griego antiguo al patio o recinto al aire libre de los palacios en el que animales o humanos permanecían juntos para dormir o pasar la noche (Castello & Mársico, 2005).
Soñemos, entonces, conjuntamente el aula platónica como un terreno de philosophía, de siembra. El aula platónica como un jardín. Cultivemos, en lo posible, codo a codo, paso a paso, letra a letra. Pues sus escritos habrán quedado para semilla, cual sueño inmortalizado, aún operante, y actual. En estas grafías que encontrarás a continuación, intentamos enraizar este horizonte onírico. Podrás ingresar al jardín filosófico por donde lo desees, detenerte, distenderte, sentir su vitalidad. ¿Para salir? Quizás no sea más complejo que levantar la mirada. Ya Leopoldo Marechal lo habrá sugerido: “En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba si el alto Amor lo quiere”. Mas no temas, lector aventurero. Espinas no arrastrarás, aunque, quizás, te lleves contigo azarosamente alguna que otra semilla escondida entre las papilas de tus manos y de tus recuerdos.
Referencias
Burnet, J. (1963). Platonis Opera, 6. vol. Oxford: Clarendon Press.
Castello, L. & Mársico, C. (2005). Oculto en las palabras. Glosario etimológico de términos usuales en la praxis docente. Buenos Aires: GEA.
Chantraine, P. (1968). Dictionnaire étymologique de la langue Grecque. Histoire des mots, I-IV. Paris: Klincksieck.
Cornelli, G. (2009). “Calcular a saúde: a saúde como equilíbrio de forças na tradição pitagórica”, en Diniz Peixoto, C. (2009) A saúde dos antigos. Reflexões gregas e romanas. São Paulo: Edicões Loyola.
— (2010). “História da Filosofia Antiga: começar pelo diálogo”. En: Cornelli, G., Carvalho, M. & Danelon, M. (2010). Filosofia: Ensino médio. Brasília: Ministério da Educação, Secretaria de Educação Básica.
Fornet Betancourt, R. (2008). Modelos de teoría liberadora en la historia de la filosofía europea. Hondarribia: Argitaletxe Hiru, S.L.
Liddell, H. G., Scott, R. & Jones, H. S. (1996). Greek-English Lexicon. Oxford University Press. 9th ed.
Marechal, L. (1936). Laberinto de amor. Buenos Aires: Sur.
Platón. (19711, 1983rempr.). Fedón. Trad., introd. y notas de C. Eggers Lan. Buenos Aires: Eudeba.
— (2009). Fedón. Trad., introd. y notas de A. Vigo. Buenos Aires: Colihue.
— (2015). Banquete. Trad., introd. y notas de E. Ludueña. Buenos Aires: Colihue.
— (en prensa). Fedro. Trad., introd. y notas de M. A. Fierro. Buenos Aires: Colihue.
— (2013), Gorgias. Trad., introd. y notas de M. I. Santa Cruz. Buenos Aires: Losada
Radice, R. (2003). Lexicon: Plato. Milán: ed. Electónica.
Rowe, Ch. (2007). Plato and the Art of Philosophical Writing. Cambridge: Cambridge University Press.
Soares, L. (2000). "Apuntes sobre la actualidad de la filosofía antigua". En Espacios de crítica y producción, nº 26, octubre-noviembre, pp. 114-117.
Szlezák, Th. (1999). Reading Plato. London & New York: Routledge.
Valenzuela Issac, C. E. (2016, julio). “Ningún cisne canta en soledad: el filosofar como labor cooperativa en el Fedón”. Ponencia leída en las I Jornadas Nacionales de Filosofía del Departamento de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 27-29 de julio.
Vázquez, J. (en prensa) "Vivir en filosofía, morir en calma". Rio Cuarto: UniRio editora. Manuscrito disponible en: https://goo.gl/uqf3wS. Último acceso: 10/10/2016.