Dos mundos distópicos de Ishiguro
Klara y el Sol es la última novela de Kazuo Ishiguro. Es la obra que escribe luego de haber sido galardonado con el Nobel de Literatura en 2017.
Al igual que en Nunca me abandones, novela publicada en 2005, Ishiguro nos presenta un mundo transido por un evento que marca un hito, atravesado por un punto de inflexión que genera un antes y un después dentro de estas distopías que construye. En ambas, las condiciones que dieron lugar a tal transformación se mantienen veladas para el lector. Los escenarios se nos presentan ya funcionando a partir de reglas, normas y legalidades que se distancian de aquellas que configuran el universo moral del mundo actual. Tanto en Klara y el Sol, como en Nunca me abandones, Ishiguro no se detiene a explicar aquello que origina las nuevas coordenadas en las que se dirime la humanidad. ¿Podemos leer allí cierta intención por mantener abierta la pregunta por el origen, por recuperar aquello que de irreductible e insalvable hay en la misma? [1]
Tal como se decía, este mundo no es descrito minuciosamente. Lo que hay es más bien un halo, una atmósfera que nos señala que algo ha cambiado, que el orden, tal cual lo conocemos nosotros, ha sido perturbado, que el mundo en el que acontece esta novela no es el mismo mundo en el que está el lector. Algo cambió, pero no se sabe bien qué. Aun así, esa transformación pesa sobre cada uno de los personajes.
Ishiguro, en esta novela, realiza una apuesta fuerte. A partir de una voz sumamente novedosa, ya que quien narra es Klara, una inteligencia artificial capaz de transgredir, pensar, sentir y realizar equivalencias, la novela no pierde verosimilitud y permite introducir algunos interrogantes en torno a las limitaciones del registro de la imagen, al afán totalizador de la ciencia, y a las condiciones de elaboración de un duelo.
En el escaparate
Klara es una AA, es decir, una Amiga Artificial. Programada a partir de una inteligencia artificial que le da el propósito de acompañar niños y niñas en su tránsito hacia la adultez, Klara, al igual que las de su tipo, está a la espera de que algún niño venga a buscarla. Durante la primera parte del libro, aguarda en el escaparate de la tienda a ser elegida. Pasa los días entre observaciones muy agudas que hace respecto de lo que acontece en el mundo de afuera, ciertas inseguridades porque piensa que quizá no sea escogida por nadie, y conversaciones con Rosa, otra AA, las cuales delatan lo especial que es Klara.
Hasta que finalmente, Josie, la niña que se la llevará a su casa, arriba a la tienda. Se da entre ellas una suerte de mutuo encantamiento: Josie sabe que Klara es la AA apropiada, y Klara, por su parte, sabe que es con Josie con quiere cumplir la finalidad para la que fue programada.
Quien se muestra dubitativa, es la madre de Josie. No está segura de que sea Klara la indicada para acompañar a su hija. El proceso de selección, de esta forma, se ve momentáneamente truncado. Klara se queda nuevamente en la tienda sin saber qué le deparará el futuro ya que Josie no regresa a la misma por mucho tiempo.
En este momento de la trama, la novela se sostiene en el desencuentro entre Klara y Josie: no se sabe si esta volverá o no, y de hacerlo, si se la llevará a Klara. La expectativa y la ansiedad del lector crece junto a la de esta Amiga Artificial tan especial.
Pero, sobre el final de la primera parte, la madre y Josie vuelven a la tienda, y, tras someter a Klara a unas cuantas pruebas, la madre se da cabal cuenta de que nadie mejor que esa AA para acompañar a su hija. Punto por punto, Klara imita y responde a la perfección todo aquello que hace al registro imaginario de Josie: su tono de voz, su color de ojos, su forma de caminar y andar por el mundo. Prueba aprobada: certificación de que Klara ha aprendido mucho de Josie al verla unas pocas veces en la tienda, y de que, aún, puede aprender de ella más, mucho más.
En la casa
La segunda parte de la novela comienza con Klara relatando las incomodidades a las que se tuvo que sobreponer por el hecho de haber pasado de vivir en una tienda donde todo se mantenía ubicado en un mismo lugar, a un espacio sumamente cambiante, donde los objetos eran movidos sin un orden preestablecido. Una vez que Klara da cuenta de que pudo sortear esos obstáculos, comienza a relatar cuestiones referidas a la precaria salud de Josie. Algo –no se nos dirá exactamente qué–, se cierne sobre esta niña provocándole periódicos momentos de profunda debilidad y descompensación.
Nos enteramos que la tensión en torno a lo que respecta a la salud de Josie se debe, en parte, a que Sal, su hermana mayor, murió debido a una enfermedad de la que nada se sabrá.
Existe una tónica de incertidumbre que pesa sobre Klara ya que no se termina de entender para qué fue convocada. Más aún si se tiene en cuenta la presencia de Melania Sirvienta, personaje que tiene una doble función dentro de esa casa. Por un lado, atiende tareas domésticas, y, por el otro, se encarga de varias cuestiones referidas al cuidado de Josie. Pero llegará un domingo en el cual la niebla de lo incierto comenzará a disiparse.
En dicha ocasión, la madre de Josie, Josie, Klara y Melania Sirvienta se disponían a salir a pasar el día a un sitio emblemático para esa familia, sitio al que solían ir cuando Sal aún estaba con vida.
Pero existía una condición ineludible para que el día de paseo se llevara adelante: Josie debía encontrarse lo suficientemente bien de salud. Los días previos al viaje dan a entender que, cuando de la salud de esta niña se trata, nada está asegurado.
En la mañana del domingo, todas llegan a subirse al auto listas para ir a disfrutar el día a la Cascada Morgan. Pero, antes de poner en marcha el auto, la madre cree detectar en Josie signos de que, en realidad, su hija, no se encuentra todo lo bien que se tendría que encontrar para realizar la excursión. Ella jura y perjura que su estado de salud no se encuentra comprometido, pero la madre no le cree:
–¿Crees que a mí me gusta esta situación? ¿Todo este lío? Estás enferma. No es culpa tuya. Pero no contárselo a nadie, ocultarlo como has hecho para que subamos al coche, con todo el día por delante… Josie, eso no está bien. (Ishiguro, 2021, p. 111)
Todo indicaría que la excursión se va a suspender, pero no. Josie y Melania Sirvienta son obligadas a bajar del auto, pero la madre y Klara emprenderán el viaje.
En la cascada se replica una situación similar a la que se dio en la tienda en la que adquirieron a Klara. Esta vez, la madre va un paso más allá y le pide que sea Josie. “Muy bien. Lo has hecho muy bien. Pero ahora quiero que te muevas. Haz algo. No dejes de ser Josie” (Ishiguro, 2021, p. 121). Reaparece toda la pompa de lo imaginario reproducido a la perfección. Klara es infalible: imita sus modos de hablar y la manera que esta tiene de andar por el mundo. Ahora que ha pasado más tiempo junto a la niña, puede “hacer una imitación más sofisticada” (Ishiguro, 2021, p. 120).
Conversan sobre la salud de Josie, y mientras que Klara calca su voz de forma inmejorable, la madre se ve desbordada por lo que esta dice. “No pasa nada, mamá, no te preocupes. Pronto me pondré bien. Yo también sé cómo sucederá. [...] En serio, mamá. Me voy a poner bien”. (Ishiguro, 2021, p. 122). La madre, al escuchar esto, queda interpelada, angustiada, enojada, y le dice a Klara que ya es suficiente.
Desandemos el camino, ya que la irrupción de esta interpelación permite dar cuenta de que estamos ante alguien que ha llevado adelante una acción con determinado fin, entendiendo que tal acción se agotaba en el fin para el cual fue concebida, pero se ha visto interpelada cuando aparece un más allá o un más acá respecto de lo calculado (Lacan, 1964).
Cuando estaban prontas a salir de viaje, la madre le reprocha a Josie haber ocultado su verdadero estado de salud, y, por lo tanto, aprovecha la indisposición de su hija para excluirla del paseo y viajar a solas con Klara. Nos enteraremos luego de que su objetivo es poner a esta AA a prueba respecto de su capacidad para imitar a Josie, para constituirse en su doble potencial en caso de que se agrave la enfermedad de su hija.
La ausencia de Josie en el paseo le da la excusa perfecta para dicha constatación. La madre comprueba hasta dónde se extienden los dotes de Klara en lo que hace a la duplicación de lo imaginario de Josie hasta que se angustia ante la insistencia de Klara diciendo, mientras imita la voz de Josie, que se va a poner bien. ¿Culpa por estar materializando ese plan pergeñado para reemplazar a su hija? ¿O es que este potencial doble ya le juega una mala pasada en tanto la confronta con algo que no quiere escuchar? [2]
La esperanza que esgrimen los dichos de Klara son la contracara de la derrota que esta madre pareciera asumir, madre que no solo prepara un doble para su hija, sino que se prepara ella misma para claudicar su función. La ilusión de que una mejoría es posible, es, justamente, un recordatorio de que hay vías alternativas, las cuales implican soportar la incertidumbre respecto de no saber qué va a pasar con esa hija enferma.
Tecnología B2 y carne sintética: una interlocución obligada
El primer capítulo de la segunda temporada de Black Mirror, “Be right back”, se encargó de poner esta temática en la pantalla. En este caso, la pareja de Ash y Martha se ve interrumpida por el fatal accidente del primero.
Durante el velorio, una mujer de la familia de Martha, le comenta a esta sobre una aplicación que replica las maneras de hablar del objeto de amor que ya no está. Le dice que ella la usó y que le resultó muy útil. Pero, en este punto, Martha nada quiere saber al respecto. De todas formas, atrevimiento mediante, la familiar de Martha la inscribe en dicho sistema. Nuevamente, la deuda dirá que todo eso le parece un espanto.
Los días transcurren hasta que Martha se topa con un real que crece dentro suyo: ha quedado embarazada producto de la última vez que tuvo relaciones sexuales con Ash. Ahora sí, luego de un momento de zozobra, recurrirá a la voz de Ash en busca de asilo para su angustia.
Por lo tanto, y siguiendo la lectura que hace Suque Stecklein (2018), lo que mueve a Martha a reencontrarse con la duplicación especular de Ash, es eso inesperado que armará una nueva escena en la que Martha deberá de erigirse como ser que ya no solo ha sido creada por otro, sino como alguien que puede, también, ser creadora de vida (Ariel, 2001). Esa pregunta, insondable y singular, que podemos imaginar que se hizo Martha –¿estoy lista para dejar de ser solo creada?–, parecería que no pudo ser respondida en soledad. La ausencia deberá dejar de ser tal y, como opción, recurre a la voz farsante de Ash. Pero el asunto no termina allí.
La situación escala con rapidez y la voz ya no alcanza, ya no recubre satisfactoriamente el agujero producido en lo real. Es así que Martha comprará un objeto hecho de carne sintética que podrá copiar perfectamente lo imaginario de aquel que fue el portador de las marcas de su amor.
Si, al igual que Suque Stecklein (2018), pensamos a Ash como objeto irrepetible para Martha, tendremos que decir que Josie también es del orden de lo irrepetible para su madre, y, que ambas, buscan que lo imaginario les permita ilusionarse con la presencia de lo que se perdió, en el caso de Martha, o de lo que puede llegar a perderse, en el caso de lo que narra Klara y el Sol.
Entonces, introducidas las similitudes, ahora los interrogantes deben reorientarse hacia la madre de Josie. ¿Qué la lleva a querer resolver el tema del trabajo de duelo por la vía de la duplicación especular? ¿La posible muerte de su segunda hija? Pero de ser así, ¿qué sucede con esa madre cuyas hijas, atravesadas por la enfermedad, parecen amenazarla con destruirla de dicha función? Y es más, si su plan se llevara adelante, ¿habría una hija donde lo que hay es reiteración de enunciados que se agotan en el registro del signo?
Recordemos a Sal, la hermana mayor de Josie. Nada sabemos respecto de lo sucedido, pero sí nos enteramos de que la madre ya había intentado un tratamiento similar como el que prepara ahora para Josie, pero con una tecnología sumamente inferior a la que poseen los B2, los prototipos a los que pertenece Klara. Pero, ¿es siquiera posible prepararse para lo que se va a perder cuando se pierde el objeto de amor (González Pla, 2015)? ¿Se pueden realizar preparativos para mitigar una ausencia? Es decir, ¿se pueden, a priori, generar condiciones que permitan hacer más liviano el trabajo del duelo? Y, por otro lado, ¿por qué esta madre insiste en taponar la falta a través de estos objetos destinados a sustituir a sus hijas? ¿Podemos leer allí un intento por velar la castración?
Continuar a Josie
Duplicar la imagen identificando al ser con lo puro y simple de lo imaginario (Lacan, 1955), ¿es una vía válida para hacer algo con el agujero producido por la pérdida? ¿O es, más bien, una operación que va a acarrear graves consecuencias para la subjetividad de esa madre en tanto derivará en un aplastamiento de eso simbólico que hace al carácter estructural de la especie (Kletnicki, 1999)?
Esta suerte de clonación a partir de una inteligencia artificial nos pone frente a un doble, no ante un sujeto que es en tanto dividido (Gutiérrez, Michel Fariña, 2001). Aun cuando Klara es capaz de transgredir, es decir, de fisurar a ese Otro programador que le instaló el software a partir del cual operar, hay algo que nunca se le podrá transmitir. Eso que habita al sujeto y que tiene que ver con un saber no sabido por este, y que hace a la estructura del sujeto, jamás puede ser apresado por un sistema computacional para luego ser instalado en ese que hará las veces de copia del original. El sujeto desconoce su deuda con el Otro tanto como el Otro desconoce la manera singular en que se inscribió en el sujeto (Gutiérrez, Michel Fariña, 2001).
Filiar implica transmitir sobre ese cachorro humano algo que esa familia porta y que es del orden de lo inasible. Este objeto no puede ser capturado por ningún sistema de signos, no puede ser tomado por ninguna representación. No se cristaliza en un saber, sino que encarna en un cuerpo que desconoce el impacto de dicha marca, que permanece inaprensible tanto para el sujeto como para esos otros privilegiados, los padres, excedidos en tanto su función es la de ser transmisores de aquello que no se puede apresar. Las marcas provenientes del Otro son las que producen un efecto de pérdida, de resto inasimilable en el sujeto. Operación que hará que desaparezca el ser, que quede eclipsado por la propia función del significante (Lacan, 1964).
Nombrar a ese otro como hijo, como hija, no quiere decir que se sepa de qué está hecho ese lugar al que se le demanda a ir. En tanto lugar sostenido por articulaciones significantes, lo claro y lo distinto queda ensombrecido, opacado, atravesado por eso que de inasible hay en la transmisión de un deseo no anónimo, singular y desconocido (Kletnicki, 1999).
El señor Capaldi: el Otro de la ciencia
Si el trabajo de duelo comporta movilizar el significante en pos de bordear el agujero que se produjo en lo real (Gutiérrez, 2002), convocar a un objeto que insista en mostrar lo imaginario presente en el objeto que se perdió, implica saturar el campo para aquietar a aquello que hace a las coordenadas simbólicas de la especie. Este es el derrotero que la madre tomó al perder a su otra hija, Sal. Dicha operación impide que el agujero en lo real tenga una inscripción en lo simbólico. Y ahora que sobre Josie también se cierne una grave enfermedad, ella está en vía de preparar algo que le genera la ilusión de que esta vez la cosa sí va a funcionar. Y quien se encarga de fomentar esta ilusión, es el señor Capaldi, quien, a su vez, ya había estado involucrado en lo que se intentó hacer cuando Sal falleció.
–Lo que hicimos con Sal no tiene ni punto de comparación. [...] Con sal construimos una muñeca. Una muñeca para el duelo, nada más. Desde entonces hemos avanzado muchísimo. Tienes que entender esto: la nueva Josie no será una imitación. Será de verdad Josie. Una continuidad de Josie (Ishiguro, 2021, p. 230).
Tal como lo señala Kletnicki (1999), existe en el discurso científico una vocación totalizadora, una búsqueda implacable por dar con un saber absoluto capaz de una plena formalización que propicie el aplastamiento de la potencia significante de la palabra, transformándola, de esta forma, en un mero signo. Ishiguro, con mucha lucidez, construye a este personaje que hace de portavoz de esta empresa absolutista propia de la ciencia:
–Podré darte la prueba científica de que es así. [...] Nuestra generación todavía arrastra los viejos sentimientos. Una parte de nosotros se niega a abandonarlos. La parte que quiere seguir creyendo que hay algo inasible en el interior de cada uno de nosotros. Algo único, que no puede ser transferido. Pero ahora sabemos que no hay nada de eso. [...] No hay nada ahí. […] No hace falta tener fe. Solo ser racional (Ishiguro, 2021, p. 233).
Por lo tanto, por medio de esta tecnología se fomenta la idea de que es posible darle continuidad a Josie. Todo con el fin de abrir un hueco en la tierra para enterrar al cuerpo e impedir que se produzca el hueco en lo real que llevaría, necesariamente, a motorizar la inscripción de esa pérdida en lo simbólico. Pero, Gutiérrez (2002), ya nos alerta respecto de las consecuencias que trae dejar vacante el despliegue ritual de los elementos simbólicos, ya que cuando ese dispositivo simbólico falla, la figura espectral del muerto retorna desde lo real.
Por fortuna, la novela se encargará de ponerle un límite a ese intento por transparentar aquello que de enigma tiene la existencia humana, de ponerle coto a eso que de irrestricto suele tener la ciencia.
Porque la imagen hace algo más que quebrarse
De todas formas, aun cuando lo imaginario sea un registro sumamente lábil, no por eso diremos que es prescindible, ya que el yo se configura a partir del otro, el otro del espejo, el otro de la imagen externa que se asumirá como propia (Michel Fariña, 2013). Pero, si el yo se ve compelido a ir hacia esa imagen que porta las virtudes de “la unidad y de la buena forma” (Carbajal et al., 1985, p. 94), esta operación se completará en la medida en que el Otro esté allí para sostenerla. Para que la identificación imaginaria se produzca es preciso un tercer lugar, que es el lugar del Otro, el lugar de la instancia simbólica encarnada en la madre o equivalente (Michel Fariña, 2013).
Si el carácter simbólico hace a lo estructural de la especie humana (Kletnicki, 1999), y quien más recelosa se muestra por cuidar ese registro es una inteligencia artificial, ¿qué nos quiere decir el autor con esto? ¿Hay que leer allí una crítica a la desmedida fascinación de nuestra época por las imágenes? Se introduce, así, que el problema no es la imagen en sí, sino la sobredosis de imágenes, el culto al registro de lo imaginario, a la ilusión que nos puede llevar a creer que con lo imaginario basta, cosa que haría que el sentido mismo pueda llegar a estallar (Michel Fariña, 2002).
Lo que Klara siempre vio con claridad
Siguiendo a Lacan, Carbajal et al (1985), expresan que lo que hay que destacar del registro imaginario es aquello que tiene que ver con el poder cautivante de la imagen y las consecuencias que esto tiene para la identificación narcisista y lo que se ha dicho del yo. Dirán, también, que la belleza de las imágenes esconde que son huecas. “La imagen tiene una doble función consistente en obturar y al mismo tiempo denunciar ese hueco; pero esta segunda función solo se descubre desde otro registro ya que el hueco queda desconocido precisamente porque hay imagen” (Carbajal et al, 1985, p. 79).
Por lo tanto, lo que evidencia el hueco de la imagen es el registro simbólico. Es por eso que en otro momento [3] nos tentaba pensar a Klara como la guardiana de aquello que hace al patrimonio de lo humano, es decir, a eso que de estructural hay en lo simbólico, ya que es ella quien revela que este tratamiento que se dirimiría por la vía de lo imaginario iba a resultar insuficiente.
Klara sabía que nunca habría llegado a colmar lo que los seres queridos sentían en sus corazones por Josie. Esta AA parecía apostar a dejar abierto ese hueco para que se intentara algún alivio, algún cerco a tanto dolor a partir de la movilización del significante. Pero, Ishiguro nos releva de una angustiosa despedida y de la difícil tarea de escribir en la fantasía la muerte de Josie, y nos habilita para que podamos imaginar cómo será su vida adulta.
Referencias
Ariel, A (2001). La responsabilidad ante el aborto. En (Bio)ética y cine. Tragedia griega y acontecimiento del cuerpo. Letra Viva, 2012.
Carbajal, E., D’Angelo, R., Marchilli, A. (1985). Una introducción a Lacan. Lugar Editorial.
Michel Fariña, J. J. (2013). Epílogo: Homenaje. Vol. 8. Nº3. Aesthethika, pp. 82-94 https://aesthethika.org/Epilogo-Homenaje
Michel Fariña, J. J. (2013). Milgram con Freud y Lacan. Vol. 9. Nº1. Aesthethika, pp. 93-99. https://www.aesthethika.org/Milgram-con-Freud-y-Lacan
Michel Fariña, J. J., Gutiérrez, C. (2001). El doble de la clonación y la división del sujeto. En La encrucijada de la filiación. Buenos Aires: Lumen.
González Pla, F. (2021). Singularizar una muerte digna. Vol. 17. Nº1. Aesthethika.
https://www.aesthethika.org/Singularizar-una-muerte-digna
Gutiérrez, C. (2002). Antígona y el rito funerario. En Ética. Un horizonte en quiebra. Eudeba, 2019.
Kletnicki, A. (2001). Un deseo que no sea anónimo. Tecnologías reproductivas: transformación de lo simbólico y afectación del núcleo real. En La encrucijada de la filiación. Buenos Aires: Lumen.
Lacan, J. (1954-1955). El Seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud. Paidós.
Lacan, J. (1964). El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós, 2021.
Suque Stecklein, V. (2018). Vuelvo enseguida: ¿Qué es lo que no vuelve? Número Especial. Aesthethika. https://www.aesthethika.org/Be-right-back-Vuelvo-enseguida-599