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Volumen 20 | Número 2
Septiembre 2024 - Marzo 2025
Publicación: 9 Septiembre 2024
Pensar Deligny
Ética y clínica de la exclusión


Resumen

Durante más de 50 años, Deligny trabajó con niños y jóvenes marginados de la sociedad, con lo que desde principios de los años 40 se conocía como infancia inadaptada. Cada vez se trataba de lo que él llamaba «intentos». Este artículo examina los intentos de Deligny de acoger a niños autistas privados de lenguaje en Francia a partir de finales de los años sesenta, y en particular el uso de herramientas artísticas en esta experimentación.

Palabras clave: Deligny | cartografía | cine | autismo | inadaptación

Résumé français

Abstract English version

Líneas, mapas y cámaras:

Fernand Deligny y la tentativa de ocuparse de niños autistas en Cévennes
Marlon Miguel

Marlon Miguel es investigador responsable del programa "Madness, Media, Milieux. Reconfiguring the humanities in postwar Europe" de la Universidad-Bauhaus de Weimar.

Introducción

A lo largo de más de 50 años, Deligny trabajó con niños y jóvenes marginados de la sociedad, lo que a principios de los años 40 se conocía como infancia inadaptada. (1) Primero en el seno de instituciones públicas que se enfocaban en la infancia inadaptada (1938-1946: la escuela, el asilo, el centro social), (2) luego en la red parainstitucional de acogida de jóvenes inadaptados, La Grande Cordée (1948-1962); (3) y finalmente, en la red de atención de niños autistas en Cévennes (1967-1986/1996 [1]). Deligny lo llamaba "tentativas" – un concepto que opone al de “proyecto” o de “institución” y que le sirve para destacar la dimensión experimental, inacabada, precaria y no institucional de su forma de acción. En Mapa tomado, mapa trazado [Carte prise, carte tracée], Deligny propone esta definición

la tentativa se asemeja más a una obra de arte que a otra cosa. Para aquel que busca crear, es necesario que deje de lado el “hacer como” (Deligny 1979/2008, p. 135).

Me gustaría entonces considerar su práctica como tentativas y su pensamiento como arte y antropología. Algunos elementos parecen ser comunes a las tres etapas de su recorrido, por lo cual merecen ser mencionados:

  • el rechazo de los peritajes y de la tecnocracia;
  • un enfoque estético de los problemas;
  • descentralizar las funciones en pos de una acción y organización colectiva o en red;
  • cuestionar, suspender, desplazar e incluso relativizar los conceptos de "norma", "normal" y "normalidad".
  • La importancia de las nociones de "medio", "circunstancias" y "dispositivo de existencia", con las que Deligny piensa una práctica centrada en el papel educativo de la exterioridad del espacio más que en la acción de un sujeto sobre la interioridad de otro sujeto (Miguel 2019).

Es porque Deligny pasó por las principales instituciones públicas que se permite invocar una posición fuera de la Institución, o más bien al margen de ella. Con la noción de “tentativa", se pretende subrayar aún más la dimensión por-fuera. Sin embargo, no se trata de tomar posición contra la Institución o ser anti institucional. Se trata de otra figura que puede entrar en contacto con el interior de la institución y ser capaz de cambiarla.

1. El autismo o la otra gravedad

En 1967, Deligny, un pequeño grupo de personas (Any y Gisèle Durand, Guy y Marie-Rose Aubert, Jacques Lin) y un chico autista (Jean-Marie J., luego llamado “Janmari” por Deligny) se instalaron en Cévennes, en el sur de Francia, para crear una red de hogares para niños con autismo y mutismo severos. Esta Red, que abarcaba un extenso territorio, estaba constituida por distintos lugares (“zonas de estadía”) en donde uno o dos adultos –que él llamaba “presencias cercanas”– vivían con dos y hasta seis niños. Las zonas de estadía funcionaban de distintas maneras, pudiendo ser un simple acampe, una casa con huerta, una granja con cabras, un horno para producción de pan, etc. Las zonas estaban interconectadas pero al mismo eran independientes, para que cada uno pueda hacer la experiencia de esa vida en el territorio. Deligny se encargaba de la interconexión desde la zona de estadía donde vivía (Graniers). Los adultos de los distintos espacios visitaban a Deligny para conversar sobre la práctica, nunca al revés. Se encontraban periódicamente en su oficina para hablar de acciones, prácticas y de los distintos dispositivos implementados en las zonas de estadía, así como de las dificultades encontradas. Deligny y Graniers constituían entonces el punto nodal de la Red.

La Red tuvo su época de mayor actividad entre 1974 y 1978, con siete lugares diferentes. Se sumaban, además de los niños alojados de modo permanente, alrededor de treinta chicos (a veces cuarenta) durante las vacaciones de verano, enviados por distintos establecimientos y familias en Francia. También residían allí una decena de adultos que eran asistidos por pasantes.

El comienzo de esta tentativa tuvo lugar en 1967, cuando Deligny se mudó a Gourgas, a una propiedad de Félix Guattari. Luego se mudó no muy lejos de ahí, a una casa del caserío de Graniers, en 1968. La Red propiamente dicha comenzó a conformarse luego de esa mudanza, con la creación en 1969 de otra zona de estadía, la Isla de abajo, en un lugar apenas más abajo del caserío. En 1970, Jacques Lin creó el Séré. Esta zona de acampe, donde originariamente se criaban cabras, fue sin duda central y se constituyó como el “laboratorio” de la Red, donde la experimentación espacial fue llevada hasta las últimas consecuencias. Esto duró hasta 1986, cuando la red aún contaba con una docena de niños, de los cuales tres eran permanentes: Janmari, Gilles T. y Christophe B. La Red subsistía de forma muy simple con lo que era producido y vendido en los alrededores, con el dinero brindado por los padres y con las ayudas locales de vecinos – y en particular, las donaciones de las cosechas de campesinos de la región.

La tentativa se definía con este principio muy sencillo: “vivir en presencia cercana” de niños autistas. “Presencia cercana” y por lo tanto, ni educadores, ni cuidadores, ni terapeutas. La primera tarea de las presencias cercanas era darle existencia a esos lugares de vida donde convivirían con niños profundamente autistas. A partir de esta cotidianidad se desarrollaban luego tres actividades centrales de investigación: la escritura de Deligny; el trazado de mapas realizado por las presencias cercanas; y el registro de documentos fílmicos – el “camerear”, como lo llamará Deligny, cuyos escritos sobre el tema fueron reunidos en una obra homónima que se publicará pronto (Deligny 2021) –, realizados también por los adultos viviendo en la Red. Las presencias cercanas registran permanentemente el cotidiano y producen archivos de lo que hacen – a través de cartas, fotografías, películas. Deligny, a través de su escritura, visibiliza esos materiales y despliega su reflexión a partir de ellos.

La tentativa no se trata entonces ni de un proceso terapéutico, ni de una institución asistencial, ni de un hogar de acogida. Se trata de investigar, de ver cómo la "forma de ser" del adulto "normal" hablante puede cambiar al vivir cerca y en permanencia con estos niños –¿qué cambios ocurren en sus cuerpos y gestos, en su sensibilidad?

…se trataba esta vez, partiendo de la vacancia del lenguaje vivida por esos niños, de intentar ver hasta qué punto estamos instituidos por el uso inveterado de un lenguaje que hace de nosotros lo que somos, o dicho de otro modo, considerar el lenguaje desde la "posición" de un niño mudo, del mismo modo que podríamos “ver” la justicia –lo que se piensa de ella– “desde la ventana” de un pibe delincuente. (Deligny 1975/2017a, p. 691).

En nuestra ‘práctica’, ¿cuál es el objeto? ¿Tal o tal niño, sujeto ‘psicótico’? Claro que no. El objeto real que se debe ‘transformar’, somos nosotros, nosotros ahí, nosotros cerca de esos ‘sujetos’ que estrictamente hablando, no lo son, y por eso, ELLOS sí están, ahí. (Carta a Louis Althusser, septiembre 1976, Deligny 2018, p. 565).

Según este fragmento, este desplazamiento puede considerarse una inversión de perspectiva: observar nuestro lugar (el de sujetos provistos de lenguaje verbal y estructurados por él) desde el lugar de la mudez. Deligny asume una postura más antropológica que propiamente psiquiátrica. No se trata de ver anormales, sino individuos estructurados de otra manera, que muestran lo que Deligny llama un otro “modo de ser”. Su objetivo es describir las costumbres, las maneras y "acciones" de otro modo de ser, y al hacerlo, cuestionar sus propias costumbres, maneras y "acciones". A partir de esta inversión de perspectiva, las maneras de pensar y de ser diferentes pueden ser tomadas en serio, y aunque podrían no ser del todo entendidas, sí podrían ser señaladas, reconocidas – podrían, y esta es su apuesta, conquistar el derecho de existir. En vez de juzgar (prejuzgar) como enfermo a un niño que sufre crisis de total desesperación, en vez de “justificar” esas situaciones con supuestos, Deligny prefiere describir y observar lo que desencadena esa desesperación en el niño según su propio modo de ser. Ahí está todo el sentido de este enfoque: ver los procedimientos propios y comunes de niños que no tienen el uso del lenguaje.

A partir de la ausencia de lenguaje hablado y siguiendo un razonamiento con varios conceptos heredados de la psicología lacaniana –que de todas formas, desplaza y radicaliza–, Deligny se permite dar un salto importante: estos niños mudos no son un “yo” (“je”), no tienen un “yo” (“moi”), es decir, no son “sujetos” en sentido estricto. Esta formulación, sin dudas polémica, opera para establecer una estrategia clínica de acogida y atención y no de “normalización” del individuo autístico. Esta estrategia se traslada luego al lenguaje escrito elegido por Deligny para relatar esta experiencia; por ejemplo, usa el infinito para no conjugar a la persona. También inventa una fórmula sobre el modo de ser autístico que me parece interesante y que transcribo así: sans toi(t) ni moi [2].

Deligny radicaliza de cierto modo el gesto de Jacques Lacan (1964) cuando volvió a introducir la psicosis en el campo analítico: la psicosis no solo implica un desorden total, también implica un nuevo orden. Así lo afirma Georges Canguilhem (2011) en el mismo sentido: la patología representa siempre una imposición de nuevos modos de relación entre el individuo y el medio. En lo que llamamos desorden, siempre existe un orden inmanente, que funciona con su propia lógica, normatividad y tendencia.

Deligny hace del autismo algo que surge “de otra gravedad”, de “otra estructura”, de “otro modo de ser”, de “otro polo” que convive con otros. El autismo ya no es pensado como un defecto, como un hándicap, una falta, sino desde su propia positividad. Esta positividad está identificada por el reconocimiento de regularidades que remiten a un modo de funcionamiento diferente al de las personas con capacidad de habla. Para citar algunas regularidades del individuo autista:

  • La necesidad imperiosa de lo “inmutable” – es decir, una organización y regularidad total de las cosas en el espacio, la secuencia y repetición de tareas en el tiempo.
  • La “reiteración” de algunos gestos como el balanceo, la mirada fija en las manos o girar sobre uno mismo (hoy llamados “estereotipias”, pero es un término que Deligny prefiere no usar).
  • El predominio de la dimensión espacial sobre las dimensiones temporal y simbólica en la representación del entorno.
  • La ausencia de relaciones de dualidad (sujeto-sujeto/sujeto-objeto).
  • Una relación no con objetos, sino con Cosas, [3] a las que el individuo autístico está orgánicamente, simbióticamente unido. A este aspecto se refiere, en mi opinión, la fórmula ser sans toi(t) ni moi.

Con esta fórmula, Deligny sintetiza muchos elementos que describen el autismo. En primer lugar, la idea de que los autistas suspenden tanto la atención como la unificación de la experiencia sensible. Además, la ausencia de lenguaje discursivo y de capacidad para nombrar los objetos implica un orden en el que la orientación es mucho más espacial que propiamente simbólica: los objetos no son nombrados, por lo tanto no pueden separarse del cuerpo; no hay principio de diferenciación de “uno mismo” en relación a los objetos (no existe el “tener”, es decir, la idea de poseer objetos que son externos a nosotros). De ahí el predominio de la dimensión del "ser" sobre la del "tener", con el traslado de un modo de existencia que sigue un principio de posesividad (tener o no tener un objeto externo a uno mismo) a otro que sigue un principio de indiferenciación en relación a las Cosas: las cosas aparecen en el espacio como extensión del cuerpo del individuo autista, o incluso como partes de él. [4]

Para “respetar” ese orden inmanente, Deligny busca expresiones compatibles con esos principios. Busca lo que llamo modos de exposición no interpretativos. Es por eso que los mapas son el gran “hallazgo” de la Red. Los mapas describen y exponen, sin interpretar, los gestos, movimientos y comportamientos de los niños, traduciéndolos en líneas.

2. El espacio y el territorio

Deligny evita interpretar esas constantes, porque hacerlo sería atenerse al modo de funcionamiento propio de aquellos que poseen el uso del lenguaje y tomarlo como modelo normativo. Dice, en efecto, que existe una “geografía” del cuerpo del “joven”, del sujeto dotado del habla, que nos hace decir y situar las cosas desde nuestras posiciones y referencias. En el marco del enfoque de la tentativa, se trata de descubrir otra geografía. Los mapas exponen esas constantes, que funcionan tanto para localizar otra imagen como para confirmar la primera, la imagen del sujeto “normal” hablante. Al pensar en “otra gravedad”, Deligny logra reconocer aspectos comunes entre los niños autistas, sin por eso reducirlos únicamente a una carencia, discapacidad, enfermedad o a un “caso”. Considerada de esta manera, la inadaptación de los niños autistas solo se debe a que las condiciones impuestas por la mayoría –que funcionan a través del habla– no son favorables a su “manera de ser”.

La clave clínica de la tentativa es entonces el trabajo territorial, bajo un enfoque muy particular. El territorio se estructura y se instala según lo que Deligny llama “lo habitual” y “lo inmutable”, siguiendo una serie de instrucciones:

  1. no dirigirse a los niños;
  2. evitar el cara a cara;
  3. el cuidado donde se dejan las cosas;
  4. el orden, el ritmo y la ritualización de las tareas cotidianas.

Estas instrucciones representan estrategias clínicas según un enfoque estético. No se trata de principios absolutos, sino configuraciones prácticas con el objetivo de crear una disponibilidad de los cuerpos presentes en el espacio. Lo que importa entonces en el territorio, es el lugar donde se dejan las cosas y los objetos, los desplazamientos habituales de los adultos, de un punto a otro, para realizar ciertas tareas. Esos elementos constituyen “el área de estadía”. Según Deligny, el orden “habitual” es por lo tanto lo que permitiría al niño poder descomponer las cosas en el espacio y organizar su percepción.

Pero si el espacio es la clave de este proceso, es porque permite poner en suspenso el supuesto conocimiento del sujeto hablante sobre cómo proceder respecto al niño. Las presencias cercanas pasan a un segundo plano, le dan lugar a lo imprevisible y al azar y evitan las intervenciones constantes. Es más, las intervenciones son acciones directas más que nada en el territorio, en su disposición e instalación, y no tanto sobre el niño. La presencia cercana tiene más bien una función de captación de la atención con el fin de reunificar su experiencia sensorial, a través de la constancia de gestos y actividades y del ritmo impuesto a la vida cotidiana.

El proceso terapéutico y clínico ocurre por lo tanto en los márgenes, es decir, haciendo lo que se debe hacer para el espacio – y no para los niños. El azar juega aquí una función determinante: el encuentro con ciertos gestos y cosas, con ciertos caminos y actividades, provocará “el actuar” en el niño. El niño actuante “se” siente participante de este territorio, se integra a él y desempeña una función, por más mínima que sea.

Deligny concibe la tentativa y el espacio “terapéutico” como despsicologizante y acorde a tres principios: el territorio, la imprevisibilidad y el azar. No se trata de entender la interioridad del niño –lo que implicaría necesariamente prácticas interpretativas y de proyección de sí mismo sobre el niño–, sino de pensar en prácticas que posibiliten la actividad de esos cuerpos en el espacio y sin pasar por la palabra, a diferencia del sujeto hablante.

Deligny (que se inspira en autores tan diversos como Claude Lévi-Strauss, Henri Wallon, Konrad Lorenz o Léroi-Gourhan) refleja una cierta posición anticlínica, una resistencia a la clínica y al psicoanálisis. Esto no impide, sin embargo, que realice una forma de clínica. Esta postura anticlínica puede entenderse por su concepción no institucional de la red, pero también por la relación establecida por él entre “cura” y “normalización”. Los partidarios tanto de la psiquiatría convencional como de la antipsiquiatría, según Deligny, pueden caer en la misma trampa: que existe una clínica capaz de hacer que el alienado, aunque sólo sea virtualmente, tienda hacia una "norma" – que toda persona alienada puede y debe ser tratada "como sujeto" (Deligny 1979/2017, p. 137). [5]

Se establece entonces una importante posición teórico-filosófica que se enfrenta al humanismo clásico (Miguel 2016). Deligny no define “lo humano” a través del sujeto, y su objetivo no es tomar los niños autistas como sujetos. Esta postura puede verse en la práctica en las áreas de estadía, en donde se da muy poco lo relacional, en el sentido de intersubjetividad (relación dialógica, contacto visual, control visual, corporal o verbal, intercambio sujeto-sujeto). Como ya se ha señalado, si los niños no tienen acceso al lenguaje verbal, entonces no son sujetos propiamente dichos (hablantes) y no deben ser tratados como tales. Por eso, desde el punto de vista de la estrategia clínica, hay que descartar cualquier planteamiento directo sujeto-sujeto. De ahí su anticlinicismo, que no impide cierta forma muy particular de clínica.

3. La cartografía

El “mapa" es el nombre genérico para los "trazados" realizados por los adultos que viven en la Red. Hay mapas de gestos, de una habitación, de un gran territorio, de un cierto espacio, de un evento en particular, de desplazamientos. Conciernen en general a un solo niño, pero pueden también estar señalados otros individuos que se encuentran en su espacio. En líneas generales, los mapas son diacrónicos, por lo que distintas cosas del espacio pueden verse en simultáneo, y también pueden representar una serie de acciones o un evento. Los mapas son realizados en diversos formatos –50x65cm, 65x55cm, 28x44cm, 56x44cm, 49x31cm, 31,5x40cm, etc.– según el tipo de hoja disponible. Muchas veces parten de un mapa de base, el trazado del territorio por ejemplo, al que le superponen calcos de papel. Diversos códigos se desarrollan en los mapas a lo largo de los años, como “las líneas de errancia” que son hechas en tinta china; los adultos muchas veces tienen la forma de una “muñequito” sin cabeza y verde; los “simulacros” son representados con una línea negra quebrada, etc. Estos códigos se volvían por momentos más abstractos: el muñeco podía volverse por ejemplo un simple trazo verde vertical.

Hay dos elementos esenciales necesarios para entender la función de los mapas:

  1. Trazar mapas es una manera de “controlar la angustia terapéutica” (Deligny 1975/2017, p. 847-848) de las presencias cercanas. Para calmar las ansias de los adultos de hacer algo por los niños, Deligny les recomienda ponerse a trazar. El trazado de mapas se alinea con el principio de “pasivación” (Miguel 2020), muy presente en Deligny. Los mapas también pueden servir para desviar la violencia de la lengua, que tiende a fijar a los niños en determinadas posiciones expresadas por el sujeto hablante observador.
  2. Los mapas son la forma de establecer el territorio para crear un espacio vital adecuado y propicio para los niños. Los mapas vuelven el espacio visible, pero también exponen el autismo y su funcionamiento. Se trata entonces de trazar para evacuar el sujeto (y la mirada subjetiva) y ver, según la fórmula tardía y recurrente de Deligny, “lo que no se ve”.

La práctica de los mapas es útil, por un lado, para darle entidad al espacio de las áreas de estadía y por otro lado, para leer, releer y prescribir los gestos de los adultos, al desarrollar "técnicas del cuerpo" (Mauss 1936) que permiten poner a los adultos en un cierto estado clínico. Las presencias cercanas desarrollan técnicas para evitar el exceso de presencia y garantizar su función de cuidadores. Gracias a los mapas, pueden establecer una zona de proximidad esencial para el desarrollo de la vida compartida y la función terapéutica.

Deligny llama “desviaciones” a los efectos de todo lo que se introduce para romper un poco con el imperio del lenguaje. Se pueden ver en primer lugar en la escritura de Deligny, que apunta a torcer la lengua para que algo fuera-de-la-lengua pueda ocurrir. Luego, las desviaciones atañen a lo que produce la práctica del espacio, la puesta en escena de la vida y las coreografías. Son el efecto de esta larga práctica en la que objetos, personas y gestos son cosas, las piedras o tablas de madera que constituyen la “balsa”. [6] Las desviaciones conciernen por lo tanto a las presencias cercanas en su búsqueda de sostener el modus operandi del “hacer” para poder establecer el “territorio-medio” propicio para los niños autistas. Y éstos, capturados por el territorio y sus actividades, capturados por la instalación espacial, se vuelven capaces de tomar “iniciativas” – es decir, de abandonar su estado de pasividad fruto de estereotipias para pasar a la actividad.

¿Por qué razón hablar entonces de “líneas de errancia” respecto a la “acción” de los niños autistas? Las “líneas de errancia” se superponen y cruzan las “líneas habituales” o de “uso habitual”, relacionadas con el “hacer”, con las actividades “habituales” de los adultos hablantes. No representan una desviación o un escape de lo “habitual”, sino que vienen a inscribirse en su seno. No obstante, señalan el buen sentido del sujeto “normal” a través de las “desviaciones” y “arabescos” incomprensibles que expresan. Las líneas de errancia muestran como el niño “vaga” por el área de estadía pero siempre en función de esa área – el niño permanece en el camino, en la cercanía de las tareas y trayectos efectuados por los adultos en el área de estadía.

Los mapas tienen por lo tanto el objetivo esencial de exponer la instalación, de ver cómo y de qué manera es posible trabajarla, instalarla mejor. ¿Sigue siendo “eficaz”? ¿“Permite” el actuar de los niños? El “permitir” es una de las palabras claves de Deligny, pero no se trata de una abstracción, ni de un laisser-faire: constituye una estrategia territorial fundada en una atención constante – atención al espacio, a la ubicación de las cosas, a la instalación.

4. Presencias cercanas

Gracias al término “presencia cercana”, Deligny se aleja de la idea del “cuidador” y destaca dos elementos: la presencia y la proximidad. Se trata sin embargo de una presencia muy particular, relacionada con el hecho de estar “ahí”. No estar ahí “para”, pero simplemente estar. Estar presente, pero tampoco demasiado, impidiendo la presencia sobrecargada gracias a las diversas tareas relacionadas al territorio. La presencia cercana parece estar ausente, evita imponerse por el lenguaje o la prohibición; pero es cercana, en vigilia permanente.

Son las presencias cercanas quienes trazan los mapas. Los mapas representan justamente las herramientas que ayudan a establecer una zona común, esa zona de proximidad en la que el niño viene a instalarse. Esta zona es trazada a partir de la constancia de los movimientos del adulto, de las tareas y cosas para hacer. Y mientras continúa con sus actividades, la presencia cercana desarrolla una atención, una escucha que se va afinando con el correr del tiempo. Evita dirigirle la palabra, incluso la mirada, al niño, mantiene su distancia; de aquí viene esa impresión de ausencia, aunque esté presente. El niño –o los niños– pasan el tiempo viviendo en sus sombras, dan vuelta alrededor de esa presencia como si fuese su centro de gravedad. En su texto Nosotros y el inocente [Nous et l’innocent], se puede leer esta definición intrigante:

La presencia cercana, es un poco alguien que deja que caminen en su sombra… Los recorridos normales de Gisèle, aunque sean normales, no son ajenos al hecho de que M. anda, vive en su sombra. Eso es una tentativa. No está hecha para. No estábamos en Saint-Yorre para Yves, solo ocurrió. A partir de ese momento, estábamos vinculados. Es otra manera de decir: causa común (Deligny 1975/2017a, p. 707).

La proximidad está por lo tanto relacionada a la zona creada alrededor del adulto, por la constancia de sus gestos, tareas y actividades. El adulto tiene que ocuparse del territorio, pero lo hará de tal manera que el niño pueda integrar las tareas como mejor le parezca. No le impone ni le pide nada. El niño participa o no a lo que hace el adulto, sobre la marcha, a su manera.

La presencia cercana tiene una función ordenadora: ayudar a la organización y a la unificación sensorial con su presencia y con un tipo de escucha; en definitiva, a la constitución de un cuerpo propio de otro individuo que hasta entonces estaba no-contenido, que no tenía bordes. Si el niño “ubica” la presencia cercana, esto quiere decir que ya avanzó hacia una constitución del cuerpo propio – y que la relación del niño con las cosas se volvió un poco menos la de una fusión simbiótica. El niño solo puede tomar la iniciativa porque su cuerpo se unifica; Deligny así lo explicita: “es por esta función orgánica del detectar que se moviliza, ‘se unifica’ –aunque sea por momentos– el individuo propiamente dicho, que se vuelve entonces capaz de iniciativas” (Deligny 1978/2017, p. 1151).

La crítica constante del habla en Deligny debe entenderse principalmente por este punto: su relación con el dirigirse, “darle una señal” al otro. Si el llanto del bebé ya puede ser visto por el psicoanalista como un modo de dirigirse al otro, de reclamar, Deligny apunta a quitarle el peso de instrumento clínico a esas manifestaciones, ya que estos niños no están estructurados por el lenguaje y viven en un mundo en el que no existe el otro y en el que cualquier orientación puede ser muy mal vivida por el individuo autista – casi como una intrusión. La desesperación y las crisis que se generan cuando uno mira a un niño autista a los ojos, ¿estarían relacionadas con un mecanismo de resistencia a la estructuración y a la entrada en el lenguaje discursivo? Si es el caso, se debería justamente encontrar otros medios que los medios verbales para vencer esa resistencia, creando algún vínculo –aunque sea muy frágil– y un bienestar para los niños. Mientras se permanezca en el habla y la dirección, el niño solo se hundirá más y más en esa resistencia. En 1968, en un Cuaderno de la FGÉRI [Cahier de la FGÉRI], Deligny escribió un texto titulado Un lenguaje no verbal donde ya afirmaba que el eje de su investigación no sería el habla, sino los “gestos”, los “trazados de los actos” y de los “objetos a manipular” – entendidos como objetos que constituyen otra forma de lenguaje. Se volvería posible con esta investigación reinventar un “medio cercano” acorde a “otras costumbres”.

La tarea de la presencia cercana es construir un lugar más allá y fuera de la presencia masiva del habla; salirse, para poder estar “ahí”; estar sin realmente estar, sin estar demasiado ahí, y que de esta manera algo pueda ocurrir, un vínculo pueda constituirse. Porque aquí está el meollo del problema: si el sujeto hablante ya da por adelantado las reglas del espacio, entonces los que no tienen habla solo podrán ocuparlo siguiendo una adaptación normalizadora, a veces violenta. Para constituir “lo común”, se vuelve esencial salirse, adoptar una pasivación. Solo de esta forma las presencias cercanas podrán “permitir”. Isaac Joseph realiza esta observación en un texto del primer Cuaderno de lo inmutable [Cahier de l’immuable]:

¿Cómo permitir? Eliminando lo que sobra, lo que es para los pibes, lo que transforma tarde o temprano la presencia cercana en un terapeuta o coordinador. Pero respetando también el para nada, los adornos de los gestos inacabados, la escritura corporal plena y desestructurada, respetando el para nada de las cosas y de los gestos, de los pibes, de nosotros mismos (Joseph, en Deligny 1975/2017, p. 855).

Para permitir, primero es necesario respetar el “para nada”, es decir, no llevar el gesto del niño a su incompletitud, sino tomarlo como tal; no decir que el gesto es inacabado, imperfecto, discapacitado, sino captar el movimiento que le es propio. En efecto, los niños tienen su “escritura corporal” única y corresponde darle un sentido no por la falta –lo que el gesto debería hacer– sino por la plenitud del gesto en movimiento.

El enfoque de la red, a través de las presencias cercanas, no consiste en no diferenciar lo normal de lo anormal, sino más bien poner en suspenso el aspecto cualitativo de la diferencia, aceptándola. De esta manera, se respeta la existencia de dos –o más– “maneras de ser” diferentes, y se pueden ver al mismo tiempo los pasos de unos a otros, el “entre”. Entre el “hacer” del adulto normal y el “actuar” del niño autista; se construye un posible vínculo gracias a la práctica territorial.

En el espacio instalado, las presencias cercanas introducen gestos “para nada”, así como instalan cosas “para nada”. En principio, estos gestos y cosas no tienen un significado preciso. Se experimentan, se observa si producen algún efecto positivo, si los niños los perciben. Los gestos para nada –también llamados “simulacros”– son señales, o signos sin significado, que solo sirven para marcar y dar un ritmo a las tareas cotidianas (a los “hacer”). Hay objetos que hacen ruido o que son utilizados cada vez que alguien pasa a su lado en el espacio, como la “piedra para permitir” – un lugar donde se tiraba una piedra similar a un dado. O por ejemplo, un adulto que aplaude.

Conclusión

En las “áreas de estadía”, se introduce por lo tanto una esfera ritualizada – vaciada sin embargo de su aspecto simbólico, pretendiendo quedarse únicamente con su dimensión gestual. El “para nada” no es por lo tanto otra cosa que una manera para los adultos hablantes de reproducir el gesto autista que parece inacabado. Pero son conscientes que imitarlo o reproducirlo es una tarea condenada al fracaso. De aquí surge entonces la necesidad de una estrategia práctica: la estetización, una especie de coreografía, incluso de puesta en escena de las diversas actividades, donde se logra que la subjetividad de los adultos sea “prácticamente” borrada.

La “tentativa” de Cévennes se estructura, por un lado, sobre un modo de observación etológico – es decir, de observación no interpretativa de los niños autistas, acorde a su funcionamiento propio y describiendo su Umwelt [7] – y por otro lado, un modo de observación autoetnológico – es decir, de descripción del modo de funcionamiento del sujeto hablante y en qué puede ser nocivo para quiénes no son semejantes. En este sentido, se concibe el uso de herramientas artísticas –la cartografía en primer lugar, pero también las cámaras– como formas de descentramiento de la mirada viciada, de la mirada “enceguecida” por sus costumbres, por lo que le es familiar, por el habla misma.

El objetivo de este descentramiento de la mirada y de esta doble forma de observación es transformar tanto al sujeto hablante que acoge como a los individuos en estado de sufrimiento que son acogidos. Y lejos de imaginar que su sufrimiento se vería reducido por su "adaptación" o "normalización", el objetivo del intento es, a través de esta doble transformación, crear un nuevo espacio común, de contacto y coexistencia entre diferentes Umwelten (entornos). Un “común” tanto radical como precario, inestable, siempre en reconstrucción – este es sin duda el objetivo de la tentativa de Deligny y de su colectivo en Cévennes.

Traducción: Federico Gianotti

Referencias

Canguilhem, Georges (2011), Le normal et le pathologique, Paris, PUF.

Deligny, Fernand (1979/2008), « Carte prise, carte tracée », dans L’Arachnéen et autres textes, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand (2008), L’Arachnéen et autres textes, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand (1975/2017a), « Nous et l’Innocent », dans Œuvres, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand (1975/2017), « Cahiers de l’Immuable/1 : Voix et voir », dans Œuvres, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand, (1978/2017) « Le croire et le craindre », dans Œuvres, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand (2017), Œuvres, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand (2018), Correspondance des Cévennes 1968-1996, Paris, L’Arachnéen.

Deligny, Fernand (2021), Camérer. Écrits sur le cinéma et l’image, organisé par Sandra Alvarez de Toledo, Anaïs Masson, Marlon Miguel et Marina Vidal-Naquet, Paris, L’Arachnéen.

Lacan, Jacques (1964), Les fondements de la psychanalyse, Séminaire 11, http://staferla.free.fr/S11/S11%20FONDEMENTS.pdf

Lin, Jacques, La vie de radeau, Marseille, Le mot et le reste, 2019

Mauss, Marcel (1936), « Les techniques du corps », dans Journal de Psychologie, XXXII, 3-4, http://classiques.uqac.ca/classiques/mauss_marcel/socio_et_anthropo/6_Techniques_corps/Techniques_corps.html

Miguel, Marlon (2016), À la marge et hors-champ : l’humain dans la pensée de Fernand Deligny, Université Paris 8 Vincennes-Saint-Denis, thèse de doctorat, https://www.theses.fr/2016PA080020

Miguel, Marlon (2019), « Pour une pédagogie de la révolte : Fernand Deligny, de la solidarité avec les marginaux au perspectivisme », dans Cahiers du GRM, 14, https://doi.org/10.4000/grm.1696

Miguel, Marlon (2020), « Cartes, objets, installations : le problème de l’art dans la pensée et dans la pratique de Fernand Deligny », dans La Part de l´Œil, n° 33/34.

Uexküll, Jakob von (1965), Monde animaux et monde humain. Suivi de Théorie de la signification, Paris, Denoël.


[1La “red” –es decir, los distintos lugares (“zonas de estadía”) que recibían a niños autistas– existió hasta 1986, pero Deligny siguió viviendo con personas autistas en el último espacio de la red hasta su muerte en 1996.

[2Nota del traductor: Juego de palabras con los homónimos toi (tú) y toit (techo). La traducción literal sería: “sin tú(techo) ni yo”.

[3Pienso aquí a la distinción entre “objeto” (que supone entonces un sujeto) y “cosa” – das Ding, en alemán, que Sigmund Freud asoció a una “cosa no asimilable”. La palabra “cosa” es usada con frecuencia en los textos de Deligny.

[4Indudablemente, Deligny descarta realizar cualquier descripción sistemática del autismo. Si bien observa elementos y los describe (la repetición de gestos, la importancia del espacio, la ausencia de sujeto, etc.), no propone explicaciones. No tiene como objetivo proponer una “teoría del autismo”, sino todo lo contrario. Sin embargo, sí me parece pertinente inscribir sus ideas en el marco de una descripción más sistemática y que dialoga, en particular, con varias teorías psicoanalíticas – freudo-lacanianas pero también postkleinianas.

[5La palabra “norma”, tal como aparece en el texto de Deligny, debe ser entendida como “código abstracto”, una “matriz”, o como lo llama en otro momento una “imagen icónica”: lo que un individuo debe incorporar para volverse un sujeto “normal”.

[6Deligny emplea la imagen de la balsa para referirse a la tentativa de Cévennes: “Por lo que a nosotros respecta, no pensamos que una balsa […] prefigure los ‘edificios’ –es decir las instituciones conscientemente concertadas– de mañana o pasado mañana. Implica otra cosa: arcaica, elemental, lo más cerca posible de las relaciones necesarias, así es esta balsa, porque es práctica para la práctica, lo que buscamos” (Deligny 2017, p. 1007). Ver también el libro fundamental de Jacques Lin (2019).

[7“Entorno”, tal como lo entiende Jakob von Uexküll (1965), es decir el mundo percibido / el modo de percibir específico de un animal (Merkwelt) y su mundo de efectos (Wirkwelt).



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